Por Guillermo Olivera Díaz*
Cada vez que en la policía, fiscalía, juzgado o en una comisión congresal se propone o inicia una investigación, “caiga quien caiga”, suele decirse, es porque tenemos a la vista delitos, pecados o vicios y no virtudes. De allí que el investigado busca sacudirse o zafarse con suma virulencia.
En el momento actual, todos los capitostes o gerifaltes que viven y medran de la llamada política, del poder político capturado, temen ser investigados, un miedo cerval los inunda. Para ellos, la impunidad es doblemente placentera y criminógena, empero, la investigación los frustraría.
Alan García, por ejemplo, repudia y denosta a los miembros de la megacomisión que lo investiga y le pisa sus dolorosos callos delictivos que pueden solo inhabilitarlo para la función pública, debiendo encarcelarlo. El proceso de amparo ante juez amigo es su arma filuda y la aborrecida prensa, no para él, le brinda la necesaria cobertura, el manto protector de la fechoría. Hasta el tuit transforma su defensa en ataques personales en vez de descargos.
Toledo, el otro temeroso, sigue los pasos de su maestro en la ilicitud, por eso recurre o apela al hábeas corpus —se aparta del amparo— pretendiendo escabullirse y anular lo investigado, por obra de algún juez que tenga precio. Con Eliane, su codiciosa esposa, juegan en pared buscando inmuebles de lujo para adquirirlos con dinero misterioso y nada santo, movido por útiles empresitas de papel, constituidas en el extranjero, que mueven judíos ad hoc y a la mano, como la triada que forman Yosef Maiman, Avi Dan On y Sabih Saylan.
Alberto Fujimori, no pudo sustraerse del juicio de la historia, pese a que fugó a Japón, luego a Chile en costoso avión fletado especialmente, y al final, muy a su pesar, encalló en Diroes, donde mora deprimido y con cáncer lingual de posible sexta intervención quirúrgica. Tiene en su haber 25 años de pena privativa de libertad como condena firme, de inminente y pasible demanda de revisión, anunciada por William Paco Castillo y Martha Chávez, porque existe otra sentencia incompatible, por los mismos hechos ilícitos.
El presidente Ollanta Humala, no se queda atrás, mueve sus gregarias fichas en el Congreso, para que el caso López Meneses no lo salpique y lo ponga fuera de carrera, antes de tiempo. Acaba de esquivar, con peones y alfiles de discurso estridente, aunque por breve tiempo, la formación de una comisión investigadora, donde generales y almirantes pueden ser su honda sepultura.
Obviamente, quienes temen a la investigación criminal, la rehúyen, como estos conspicuos señoritos, algo o mucho pánico tienen a los reveladores hallazgos. Un audio o un vídeo indubitables u otro documento demoledor podrían ser el comienzo del fin. La moral del país saldrá complacida.
Ese dicho refugio y manido subterfugio: "quien no la debe no la teme", al que alguna vez recurrió García, es un falso aullido, en búsqueda de sonoros ecos para la real platea electoral.
¡Ora el delito, ora el pecado u ora el vicio, deben ser pasibles de investigación, la que nunca ha recaído sobre mi labor de docente universitario, porque no vendía notas a mis alumnos!
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1-12-2013