Por Gustavo Espinoza M. (*)
El manto de dolor que se extendió por el mundo en los días recientes como consecuencia de la muerte de Nelson Mandela, `llegó también —como era de esperarse— también a nuestro país.
Sentidos homenajes le fueron rendidos a “Madiba”, el héroe de la humanidad, en esta circunstancia.
Los amigos de Cuba, por iniciativa de Fanny Palacios, aplaudieron largamente su memoria en el homenaje a los 5 correspondiente a diciembre. Los egresados de la Universidad de Educación de La Cantuta, en sencilla ceremonia, guardaron un minuto de silencio propuesto por el profesor Manuel Valdivia. Pero a esos simples homenajes se sumaron por cierto, los sentidos mensajes del Jefe del Estado, ministros y parlamentarios de distintas vertientes políticas.
Aunque es claro que también aquí las fuerzas más reaccionarias pretenderán usar la imagen de Mandela para sus protervos fines; la conducta de este valeroso combatiente por la causa de los pueblos, soportará incluso esa intención y se mantendrá enhiesta como ejemplo de perseverancia y de coraje. En su memoria, retomaremos el hilo de nuestra reflexión.
Que el imperialismo tiene una estrategia continental de dominación y que la aplica rigurosamente buscando mantener la opresión sobre nuestros pueblos y países, es ya casi una verdad de Pero Grullo.
Ocurre, sin embargo, que en nuestro país —con una Izquierda dispersa, debilitada y que pretende jugar casi exclusivamente en el escenario electoral— se suele perder de vista esa perspectiva. Vivimos aquí un poco con la idea de que los enfrentamientos políticos tienen un sabor más bien local, y que se explican por nuestros avatares domésticos. Y eso, definitivamente no es así.
La administración Obama suele volvernos a la realidad. Varias veces sus voceros más calificados han subrayado el hecho que para la Casa Blanca, nuestra región es, nada menos, que “el patio trasero de los Estados Unidos”.
Era esa una formulación usada muy frecuentemente en los años de la “guerra fría”, pero que algunos habían considerado superada. En absoluto. Hoy, como ayer, Washington en América Latina no tiene amigos. Tiene intereses,
Por eso se empeñó a fondo en el esfuerzo por cambiar en las últimas décadas el escenario continental.
En Ecuador le fue mal, cuando pretendió destruir al régimen de Rafael Correa. Alentando un vulgar motín policial que fracasó estrepitosamente.
Y le fue mal también en Venezuela cuando jugó todas sus cartas a la aventura golpista de Pedro Carmona promovida por Fedecámaras, en abril del 2002.
En contrapartida, le fue bien en Honduras, cuando hizo caer al gobierno de Manuel Zelaya. Y tuvo suerte en Asunción, dando al traste con el Fernando Lugo, el sacerdote envestido con la banda presidencial paraguaya.
En ambos casos recurrió a la fuerza, pero no tuvo necesidad de hacer uso de ella abiertamente. Se valió de estratagemas de orden legal, y arrancó decisiones legislativas que le vinieron como anillo al dedo.
Y claro, consciente del poderío creciente del Alba, buscó recobrar su iniciativa alentando en Alan García la iniciativa de crear la Alianza del Pacifico, herramienta que usa con fines enteramente políticos en procura de levantar un eje anti bolivariano.
Sumar en una sola línea a México, Colombia, Perú y Chile a las orientaciones de su política de dominación, le resultó algo más que un sueño que pudo concretar -entre otras razones- gracias a la política timorata del Presidente Humala que hizo valer, en el plano externo, el estilo de gobierno que aplica aquí: aceptar presiones, acomodarse, retroceder… y esperar.
Este diciembre, ese mismo objetivo llevó a la administración norteamericana a montar una truculenta farsa electoral en Honduras, un país martirizado por la violencia y dónde se batió recientemente el record latinoamericano en materia de asesinatos de periodistas, ante el silencio cómplice de la Sociedad Interamericana de Prensa -la SIP- que cuenta con connotados representantes en nuestro país.
Es evidente que en Honduras se ha consumado un escandaloso fraude destinado a escamotear la voluntad ciudadana. El -como lo han acreditado todos los organismos serios acreditados ante las instancias de supervisión internacional de esos comicios- se expresó en las viejas tretas a las que recurre la clase dominante en cada uno de nuestros países: manejo de encuestas, engaño ciudadano, intimidación social y compra de votos.
Gracias a esos procedimientos el régimen oficial hondureño podrá extender un tanto más su papel gestor en Centroamérica; pero ese llegará pronto a su fin. Y es que, finalmente, se impondrá allí la voluntad ciudadana. Lo veremos.
En Chile, sin embargo, las cosas salieron de otro modo. La victoria de Michelle Bachelet fue una derrota directa de la embajada yanqui, que no pudo concretar su propósito más caro: aislar al Partido Comunista para bloquear su acceso al Poder.
La señora Bachelet se impondrá finalmente este domingo 15 de diciembre. Y con ella no solamente se generará un nuevo escenario político en el país de la Araucanía; sino que habrá también un nuevo hálito en la región. Este influirá incluso en el Acuerdo del Pacífico, y permitirá al gobierno de Humala un adicional sesgo de autonomía, que buena falta le hace.
Pero la historia no se detendrá en Chile. En febrero el pueblo salvadoreño tendrá la ocasión de reafirmar su apoyo al Farabundo Martí para la Liberación Nacional eligiendo a Salvador Sánchez Cerén, un antiguo comandante de la guerrilla como Primer Mandatario de la Nación; y luego en la etapa siguiente podrá afirmarse la victoria de las fuerza progresistas en Uruguay, Argentina y Brasil.
Es probable que en Colombia pueda el Imperio seguir haciendo de las suyas. Es curioso: la derecha, que teme la reelección presidencial en varios países, calla en todos los idiomas cuando se trata de Colombia. Allí se reeligió Uribe con el beneplácito de la Casa Blanca y todos sus acólitos. Y pronto pretenderá lo mismo Juan Manuel Santos, que tiene una carta en la mano: la búsqueda del Acuerdo de Paz que se debate actualmente en La Habana.
Podría pensarse que la negociación con las FARC ha “embellecido” a la administración de Bogotá. No es eso, propiamente. Lo que ocurre es que el país está cansado de una guerra que dura ya más de cincuenta años, y que ha dejado como secuela siniestra 350 mil muertos, entre asesinados y desaparecidos.
Y cuenta el hecho que las fuerzas progresistas agrupadas en torno a la Unión Patriótica, fueron diezmadas con oprobio y salvajismo, mediante una política que continúa hasta hoy. No hay que olvidar, en efecto, que al margen de las “conversaciones de paz”, el gobierno no aceptó el “alto al fuego” propuesto por la guerrilla, razón por la que continúa el exterminio sobre territorios poblados en la gran sabana colombiana.
El Perú no es, sin duda, ajeno a la estrategia continental de dominación del Imperio. Aquí, los “pleitos internos” no son propiamente tales. El Poder Imperial busca hacer de las suyas promoviendo el papel de la Mafia como la fuerza de dominación capaz de doblegar a los trabajadores y al pueblo; pero —por si eso resultara insuficiente— alienta la división y la dispersión en el campo popular como augurio de derrotas. Los afanes golpistas que soplan el rostro de los peruanos, no son domésticos. Sólo una desopilante ingenuidad puede creer que la embajada yaqui, esté de vacaciones.
En el juego del Imperio está hacerse del Poder aquí a cualquier costo en el 2016, o antes, dando al traste con todos los que no siguen a pie juntillas sus dictados. Les interesa un gobierno que se aleje de Cuba, rompa con Venezuela, le dé la espalda a Bolivia, tenga conflictos con Ecuador, tome distancia de Brasil. En suma, que caiga lánguidamente en los brazos del Imperio. Y claro que tiene en Keiko Fujimori y Alan García los exponentes naturales de esa, su estrategia de dominación continental. (fin)
(*) Del Colectivo de Dirección de Nuestra Bandera / http://nuestrabandera.lamula.pe