Por Gustavo Espinoza M. (*)
Dos connotadas figuras de la política peruana conspiran obsesivamente en el empeño de poner fin al proceso iniciado en el Perú en julio del 2011 y que tuvo como punto de partida la derrota de la Mafia fujimorista.
Como si respondieran a una sola voz, y porque tienen —por lo menos ahora— idénticos propósitos, Alan García y Keiko Fujimori se empeñan en generar una situación que les permita, finalmente, disputar entre si el sillón presidencial en los comicios nacionales establecidos formalmente para el 2016.
Han llegado a tal grado sus coincidencias, que ambos prefieren optar por “no perder el tiempo”, es decir, por lograr ahora mismo lo que debiera esperar el plazo constitucional correspondiente.
Temen esperar, porque en el tiempo de la espera puedan variar algunas cosas: aparecer, por ejemplo, candidatos que hoy no están “en el bolo”, pero que podrían asomar, encarnando la inquietud ciudadana.
En la trinchera del pueblo, sin embargo, hay quienes parecen no valorar lo que está en juego en el Perú de hoy. Ni muestran capacidad para darse cuenta del abismo horrendo que se abriría si la Mafia de antaño volviera a tomar en sus manos los resortes del Poder y digitar la vida nacional.
Obnubilados por la presunta “traición” de Humala, hasta podrían batir palmas por un cambio en la conducción del Estado, sin importarle si él, pudiera ser —o no— “para peor”.
Es posible que, quienes así opinen, no hayan vivido en el Perú por lo menos en los últimos quince años y tengan, por eso, una visión sesgada de los temas, o un criterio inducido por el prejuicio, o la mala información. Muchas veces, la distancia distorsiona los fenómenos e induce al error incluso a gete sensata.
Y es que, suponer que “las cosas irían mejor en el Perú” si se concretase un golpe reaccionario como el que traman los conspiradores de hoy; no sólo es sustentar un error de grueso calibre, sino también no darse cuenta de los peligros que acechan realmente a nuestro pueblo.
Forma parte, ese concepto, quizá de la vieja idea de “tanto peor, tanto mejor” que siempre hizo daño al movimiento popular y que se expresa en la falsa concepción de que “eso servir para que la gente aprenda”.
De esa inconciencia es que se aprovechan, precisamente, quienes buscan dar al traste con todo y recomponer sus viejas formas de dominación que envilecieron la vida nacional y que hoy asoman constantemente sin que nadie se atreva, realmente, a calificar sus propósitos como lo son: sediciosos y golpistas
Hoy es claro que Oscar López Meneses —el operador más caracterizado de la Mafia— es apenas la punta de un Iceberg. No tiene “nexos con el Apra”, como se sostiene tímidamente en la revista de César Hildebrandt, sino que es la expresión más nítida del Partido de Alan García, que hoy es el remedo —y la expresión más denigrante— del APRA de hoy.
Debajo de López, se mueve una vigorosa mole que acumula corrupción y podredumbre, que hay que investigar y deslindar y a la que ciertamente no son ajenas otras personalidades, como el congresista José Urquizo Maggia, que funge de vocero del oficialismo, pero ostenta un turbio pasado político.
Lo mismo podría decirse del general Paúl Da Silva Gamarra, nombrado por Alan García en diciembre del 2010 como Comandante General del Ejército, a sabiendas —claro— de sus oscuros vínculos con López Meneses. En definitiva, ambos son un mismo embrollo escrito con la misma tinta y envuelto en el mismo papel.
Todos ellos, de rey a paje, estuvieron ligados al exministro aprista Octavio Salazar —hoy congresista fujimorista— y a Carlos Tubino Arias Schreiber, también parlamentario del entorno de la Keiko y —¡como no!—, Agustín Mantilla, el hombre del Comando Rodrigo Franco, embrión originario de López Meneses.
Ataditos, y formando parte de un mismo paquete, resultan, unos y otros, siendo pasas del mismo budín.
Que algunos de los mencionados estén afiliados al Partido de Alan García y que luego hayan registrado migraciones hacia otros colectivos partidistas o instituciones diversas, no debiera sorprendernos. Después de todo el “entrismo” constituye una vieja práctica aprista desde tiempos remotos.
Algo parecido puede decirse cuando se observa la estructura del Estado. El Fiscal de la Nación, José Peláez Bardales, que emite un dictamen liberando a García de responsabilidades penales en el tema del “enriquecimiento ilícito”, es conocido como un antiguo militante del Partido de García.
Y lo es también Julio César Mori Donayre, el contador aprista y “perito” legal que hizo la indagación pertinente gracias a la que la Fiscalía arribó a tal conclusión.
Porque está plagado de jueces venales pertenecientes a la misma cofradía política del señor García, es que se libera detenido, se proclama inocencias fraguadas, se pierden expedientes y se soslaya los más elementales criterios de aplicación de justicia, lo que constituye una verdadera patente de corzo para el señor Chinguel y para todos los involucrados en los escandalosos indultos otorgados por la administración García en beneficio de más de tres mil sentenciados por narco tráfico.
Gracias a la complicidad del Poder Judicial, connotados ex ministros del gobierno de García, que bien podrían estar tras las rejas, como Aurelio Pastor, González Posada, Garrido Lecca, o el propio Jorge del Castillo, gozan de la más desvergonzada libertad y mueven activamente las ruedas de la impunidad para beneficiarse con ella.
Pero las cosas van más allá de los enlaces militares, policiales, judiciales o administrativos. Conducen a escenario altamente sospechosos que, sin embargo, se mantienen en sorprendente “reserva”.
Bien podríamos preguntarnos, por ejemplo, quién se dedica a envenenar los alimentos en programas sociales como Qali Warma para luego permitirle a la oposición mafiosa acusar uno a uno a todos los ministros del gobierno con el propósito de interpelarlos o censurarlos.
Y preguntarnos también qué mano aviesa prendió fuego a los depósitos del Ministerio de Educación en las inmediaciones de la avenida Tingo María hace algunos meses, causando ingentes daños materiales y la pérdida de valiosa documentación que podría comprometer a varios ministros apristas del sector educación, comenzando por Mercedes Cabanillas.
¿No sería esa, la misma mano que generó el descomunal incendio ocurrido recientemente en un depósito de llantas y plástico en la zona de Nicolás Arriola y que duró algo más de 36 horas consecutivas?
Este tipo de siniestros ¿han sido casuales? ¿Se han producido de manera espontánea y sorpresiva? ¿O han sido, más bien el resultado de una oscura conspiración que alienta el caos y busca incrementar hasta límites insospechados la sensación de inseguridad ciudadana que la “prensa grande” promueve?
Es conocido el hecho que la Mafia recurre a todos los procedimientos que tiene a la mano, empeñada en un mismo propósito: recuperar el control de los principales resortes del Poder que comenzó a perder en el 2011.
Es bueno ya que las investigaciones hagan luz sobre estos hechos y pongan en evidencia los nexos que mueven a la Mafia en las más diversas esferas de la conducción pública. Sólo así será posible encontrar explicaciones a diversos temas y, finalmente, ponerle el cascabel al gato. (fin)
(*) Del Colectivo de Dirección de Nuestra Bandera / http://nuestrabandera.lamula.pe