Por Alejandro Sánchez-Aizcorbe
La inseguridad, la corrupción y el narcotráfico actúan en dirección contraria a la productividad y competitividad al incrementar costos, calidad y puntualidad. La salida del círculo vicioso de la exportación de "rocks and crops" (minerales y cosechas) depende de la industrialización sostenible en tiempo y espacio. Ambos ofrecen la oportunidad coyuntural y la posibilidad de su conversión en duración relativa y desarrollo sustentable.
Si la explotación minera ha sido una de las causas de la pobreza de los Apalaches, que se extienden en doce estados de los Estados Unidos —y que acabo de recorrer de oeste a este y viceversa—, pues entonces debemos preguntarnos cómo evitar en nuestro país el efecto de la maldición del recurso (resource curse), por lo general asociado al tercer mundo. Si un proyecto minero no va a acompañado de un proyecto de desarrollo sustentable, estamos apostando a ganar mañana y perder pasado mañana. Somos el padre griego que se come a sus hijos.
Un ejemplo por excelencia del efecto de la inseguridad, la corrupción y el narcotráfico lo constituyen los ruidos de golpe de estado —que beneficiaría al gargantuélico Alan García y al fujimontesinismo (¿más PPC?)— escuchados y hackeados (hacked) desde hace algunos días. ¿Tiene una base material el llamado a una huelga policial el 5 de febrero, o no ha sido más que la fiebre y la rinitis agudas que producen las armadas navideñas entre algunos civiles y uniformados dependientes de la inseguridad, la corrupción y el narcotráfico?
¿Las dadas de baja en la Policía Nacional y la destitución de Cueto significan acaso que en las fuerzas armadas no hay inseguridad, corrupción y narcotráfico, las tres hadas madrastras del seudo desarrollo a lo México y Colombia? Prefiero creer, con cargo a verificación, que el presidente Humala y un sector determinante de la ciudadanía, el empresariado y las fuerzas armadas y policiales se han percatado de que las tres hadas madrastras pueden terminar devorándonos con regocijo comparable al del padre griego, y acaban de pisar los primeros callos.