22. 05. 2017
Por: Francisco Pérez García
El caso “Lava Jato” nos ha puesto frente a diversos términos que muy pocos usaban. Uno de ellos es el de “paraísos fiscales”, países que no mantienen regulaciones exhaustivas para el manejo de capitales y que están libres del pago de impuestos. Sin embargo, hay que empezar a llamar las cosas por su nombre: en vez de “paraísos” debemos hablar de “guaridas fiscales”, refugios donde los empresarios y algunos lavadores de dinero buscan “proteger” sus recursos de la mira de las autoridades locales.
Juan Valerdi, es un economista argentino, profesor de Macroeconomía de la Universidad de La Plata y es un investigador especialista en guaridas fiscales, integrante de la Red de Justicia Fiscal Latinoamericana. Valerdi estuvo en Lima en el II Encuentro Latinoamericano de Periodistas de Investigación, “El caso Lava Jato y el mundo offshore”, organizado por Convoca y la Red Latinoamericana sobre Deuda, Desarrollo y Derechos (Latindadd).
Otra Mirada conversó con él a propósito del protagonismo cobrado por las guaridas fiscales en el caso de corrupción más grande de los últimos años en América Latina.
Origen de los paraísos fiscales
Una de las primeras menciones de “paraíso fiscal” proviene de la traducción del término inglés tax haven, que literalmente significa “refugio fiscal”. Valerdi considera que se hizo una mala traducción adrede.
“Paraíso originalmente en inglés es heaven. Pero cuando se hace las primeras traducciones a las lenguas nativas, en primer lugar el francés, a inicio del siglo XX se traduce como Paradise porque había una excusa de los neoliberales de que los gobiernos populistas o de izquierda estaban tratando de quitarle a los ricos su dinero, o a los productivos que “han ganado con el sudor de su frente”, entonces los estados son para ellos un infierno de impuestos, burocracia y demás que le quita el dinero robárselo, repartirlo a los pobres u otras cosas burocráticas. Entonces ellos dicen “tenemos que huir””.
Y esa huida tiene que ser a algo que represente un paraíso “con toda la connotación religiosa que tiene la palabra. El “paraíso” que te mereces por la labor que hiciste. En ese paraíso, los neoliberales no tienen burocracia, hay más fluidez para el negocio y no existe la tributación desenfrenada y no hay regulación de ningún tipo.”, señala Valerdi.
Lava Jato: ¿corrupción desde la izquierda?
Respecto a las voces que aseguran que el caso Lava Jato, marca la pauta de una corrupción de sectores progresistas y de la izquierda latinoamericana, Valerdi considera que se trata de una situación que encontró a gobiernos de esta tendencia, pero que las empresas tampoco dejaron escapar a políticos de otras tendencias.
“Creo que Brasil, desde el inicio del siglo ha tratado de imponerse como potencia mundial. Su PBI, sus recursos naturales, lo hacen despegar como potencia mundial, lo lleva a un juego de imponer a sus transnacionales en la región, en este caso su petrolera (Petrobras) y su constructora (Odebrecht) sin importar los colores políticos. Era una política de estado llevar sus transancionales, así como fue política para Estados Unidos, Francia, o ahora los chinos”.
Sin embargo, el investigador argentino identifica una diferencia bastante marcada: “el financiamiento que venia del BNDES y todo el tema dela corrupción. En el caso de otras potencias el financiamiento que acompañaba a las obras y licitaciones que por lo general eran digitadas venían de los organismos multilaterales como el BID, el Banco Mundial que siempre fue manejado por la comunidad anglosajona. Estas potencias usaron estos organismos para uniformizar la presencia de sus empresas, sin sobornar, sino a través de consultorías que concluyen con la “necesidad” de tener una empresa anglosajona o estadounidense que debía entrar en nuestros países. Comparado con Brasil y Odebrecht, es solo una diferencia de metodología”.
La corrupción y su efecto en la ciudadanía
Un peaje que aumenta cada cierto tiempo, una represa que no aguantó una inundación, una planta de agua que no funcionó durante la emergencia. La corrupción golpea al ciudadano, más de lo que quisiera aceptar. Para Valerdi, la corrupción pública y privada atenta contra la calidad de vida de la gente.
“En el caso de Odebrecht, pagó 800 millones de dólares en coimas para ganar 3 mil millones de dólares más de lo que ganaría normalmente. Esos tres mil millones y pico fueron pagados de más por la gente en impuestos o lo pagó y no llegó a los servicios públicos. Si hay más de tres mil millones como ganancias indebidas o sobornos, eso no fue invertido en obras y eso la gente no lo ve, entonces cuando hay una inundación porque no hay una obra adecuada eso es por la corrupción, o si se hacen mal las obras y no cumplen con los requisitos técnicos porque se dedicaron a robar, tenemos como resultado un camino mal hecho, un puente que se cae o una represa por la que se pagó mucho y no sirvió, y eso le hace daño a la gente”.
Esa corrupción pega en el bolsillo de la gente
Tal cual y no solo pega en el bolsillo, sino también en los servicios públicos tradicionales y en obras que no funcionan para lo que fueron diseñada o impactan en el medio ambiente y no tiene sentido, como ocurrió en España que han hecho una cantidad inmensa de aeropuertos que nadie usa y han generado un alto impacto ambiental.
O lo sientes cuando pasas por una carretera y terminas pagando un peaje que sube cada seis meses.
Claro, porque es una carretera que por ahí está sobredimensionada para la zona y te tienen que cobrar un peaje monstruoso porque van renegociando cada cierto tiempo, para cubrir la coima o los sobrecostos. Es una bola que crece.