Por César Reaño Reaño*
Los procesos logísticos y comerciales urbanos en el mundo comenzaron a cambiar desde mediados de la década del 70 a consecuencia del crecimiento poblacional de las grandes ciudades, mayor demanda, acelerado cambio en las costumbres que reclamaba confort, la congestión de transporte urbano, accidentes, incendios, entre otros, reclamando una descentralización comercial.
A finales de la década del 70 la descentralización comercial continuó en los 80, limpiando a las capitales de todo tipo de comercio, con excepción de objetos de atención turística, restaurantes, hoteles y los mercados históricos de abastos, que han quedado como centros turísticos que muestran las ofrecen vetas gastronómicas del país.
En Perú, contra la corriente, se permitieron las invasiones, tráfico de terrenos, entre otras totalmente avalado por congresistas, el Ejecutivo, gobernadores regionales y alcaldes, quienes en su afán de buscar “poder” nunca tomaron nota del pésimo desarrollo urbanístico de las ciudades y de los peligros a los que se las estaba sometiendo. Solo buscaron votos para llegar y saquear las arcas del Estado.
Lima y Callao son las urbes más impactadas mostrando el mayor crecimiento demográfico poblacional. En el Callao muchos ciudadanos continúan siendo sometidos al partido político de turno y no se les otorga su título y en cualquier momento son despojados de sus lotes y son otros los nuevos propietarios. Se negociaron, también, miles de hectáreas en Costa, Sierra y Selva.
Lima y Callao pasaron de 2.5 millones de habitantes en la década del 70, a 10.5 millones en la actualidad, no han sido mínimamente planificadas para descentralizar el comercio que se ha enquistado en los centros de las ciudades y a pesar de los incendios, accidentes y muertes, a los políticos no les interesa un ápice, cubren las pantallas de televisión y los principales medios para continuar engañando y desinformando a la población, y nadie toma el toro por las astas y anuncia la reubicación de todo el comercio del centro de Lima, incluyendo Gamarra, la de ambulantes, el negocio irregular en el Callao en la Avenida Sáenz Peña, y todo el Mercado Central y sus alrededores que son concentradores de negocio informal, pésimas costumbres y mal vivir.
Lima y Callao aparte de los peligros a los que están siendo sometidas, corre el riesgo del aumento de los niveles de inseguridad si no se toman las medidas correctivas y esto conduce al crecimiento desproporcionado de la violencia. Los gobiernos han abandonado la industria como motor de la producción y centros de trabajo, habiendo dado paso a una industria informal esclavizante, como la que hemos visto en el centro comercial Nicolini y esto es solo una muestra.
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