Por Guillermo Olivera Díaz*
Salgo del marasmo o letargo y escribo lo que viene. La crispación acicatea.
El Perú entero desconoce qué llevan bajo el brazo, al fugaz encuentro, un conocido viejo zorro, Pedro Pablo Kuczynski, y otra fogueada articuladora, Keiko Sofía Fujimori Higuchi, de la mala política, mefítica, esa que fácilmente puede ser adjetivada como criminal.
Uno, sirvió, y sigue sirviendo, a las tenebrosas canteras del capital especulativo nacional e internacional, astutamente financiero y bancario y al de sus propias y hondas faltriqueras, como lo demuestran las innumerables empresas de papel que regenta, sin local de oficina, sin secretarias y ujieres, ni teléfonos, tipo la ECOTEVA de Alejandro Toledo, a las que han ido muchas transferencias de la inefable ODEBRECHT, en actual investigación.
La otra, se nutrió de la savia tortuosa del padre, Alberto Fujimori Fujimori, ejerciendo el poder político oscuro, hasta con masivos asesinatos, durante 10 años (1990-2000), al alimón con un preclaro exponente del crimen con maledicencia, que ahora también purga 25 años de pena, en la Base Naval del Callao, cárcel que él mismo hizo construir para los capitostes del terrorismo explosivo de coches bomba, que azotó y asoló el país, tan nocivo como el terror estatal de Fujimori, del que fui víctima el tercer día de octubre, 2 p. m., del año 1997.
De pronto se le ocurrió a Keiko retar al presidente sobre quién convoca a quién y eficazmente en cuanto a urgencia. Ambos escogieron el camino epistolar mal escrito, ayuno de sintaxis y de ortografía, como cabales aprendices que no rumian el lenguaje de Cervantes.
Tales prontuariados personajes, con prontuarios públicos, dizque pretenden infligir un certero golpe de timón en beneficio del alicaído pueblo peruano, pese a que son reconocidos por exactamente lo contrario, al estar investigados por la actual justicia penal. En lo personal a ambos los favorece una semejante sinuosidad.
Para empezar, presumo (no soy zahorí) que Keiko busca un ilícito indulto –que ella niega y negará- de su condenado padre, quien tiene urgencia de viaje al Japón, ilícito por ser prohibido por ley y estar sentenciado por varios crímenes de lesa humanidad (Barrios Altos y La Cantuta) y graves delitos de corrupción confesa, como es “indemnizar” con 15 millones de dólares a su lugarteniente de fechorías, respecto de quien, pública y televisadamente como presidente en funciones, forzó cerraduras, con uniformado falso fiscal, y le arrebató miles de vídeos que eran la prueba de su retahíla de hechos punibles. El remanente informático ha servido para condenarlos. Hasta el perro Puñete figura en esas filmaciones. Sin embargo, el añorado indulto luego será visto. Entonces, la calle rebasará, rechinando, con violencias.
También presumo que Kuczynski requiera que Keiko les ponga bozal, quizá traílla, a sus 71 congresistas que aún le quedan, y si no se rebelan unos 20, que no interpelen, censuren, ni denieguen confianzas solicitadas, tampoco levanten olas mediáticas a otros casos espeluznantes, como CHINCHERO, a cambio inmediato de cierta porción de torta pública y asegurarle lo mismo en el futuro, con la mafia financiera, nacional y extranjera, si arriba el 2021 al anhelado poder, luego de enmohecer al hermano retador: Kenji Fujimori.
¿Alguien sabe que Keiko ha recibido el encargo y agenda de sus 71 para el encuentro con PPK y que éste tiene el freno de su consejo de ministros fusibles que gustan del fajín y el acomodo? Para mí, el juego sucio y con mucha turbiedad está a la vista, en una cita repentina, nada democrática, ni transparente.
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