Por Herbert Mujica Rojas
No es infrecuente la intromisión en política peruana de funcionarios foráneos. Es más, se pasean como Pedro por su casa, por redacciones periodísticas, cabinas de radio y sets de televisión. Son metiches y aprovechan del color de su piel y de las gratitudes que pueden mostrar, eventualmente, para conquistar la simpatía de jefes de noticieros, editores en mesa, directores de diarios.
Cuando un extranjero, digamos un o una embajadora, se invitan solos al debate en licitaciones que conciernen al Estado y a las empresas proveedoras, incurren en asunto vedado. Por más representantes que fueren de sus países, hay una ley de contrataciones del Estado que instituye muy bien quiénes son los que participan en un concurso internacional de bienes a favor o solicitados por el Estado. En buen castellano ¡zapatero a tus zapatos!
Pero ¿qué ocurre que so pretexto de celebrar una buena pro un diplomático(a) se haga presente ante los medios para, como es obvio, hablar bien de sus connacionales de la empresa ganadora? Primero, es una impertinencia absoluta. Segundo, demuestra las fracturas éticas del medio que recibe o invita maliciosamente al embajador(a). Tercero, que hay combinación para hacer pasar como entrevista o reportaje lo que a las claras es apología interesada en determinados negocios y documentos.
Pues bien aquí en Perú con el acápite de los pasaportes electrónicos en Migraciones y Cancillería, ocurrió con frecuencia en diversos medios con la aparición militante, fanática y desmedida del embajador de Francia, Maurice Fabries y la titular de la Comunidad Europea en Lima, Irene Horejs en el 2016 y 2017.
Pero, para ser justos con el lector, es preciso recordar que en octubre 2015 se entregó la buena pro de pasaportes electrónicos al consorcio franco-mexicano Imprimerie Nationale-Gemalto; y que en diciembre ocurrió lo mismo con Cancillería en un proceso plagado de irregularidades, a deshoras, sábados navideños, feriados, prisas apuradas y, como cereza de la torta: ¡un jamás desmentido sobreprecio de casi US$ 16 millones de dólares!
Encargados o por cuenta propia, no lo sabemos del todo, el embajador francés Maurice Fabriès y la titular de la Comunidad Europea, Irene Horejs, parecían dos propagandistas entusiastas y celebraban que el monopolio Imprimerie Nationale-Gemalto, hubiera ganado el capítulo de los pasaportes electrónicos.
El pretexto fue muy controvertido porque en diciembre del 2015 Perú debía ya estar fabricando el pasaporte electrónico. El ridículo no pudo ser mayor: mientras que el presidente de Colombia, Juan Manuel Santos, en Bruselas, celebraba con su comitiva, la Exención de la Visa Shengen por su documento biométrico, el jefe de Estado peruano, Ollanta Humala, también en la capital belga, pedía disculpas porque no se había podido cumplir con la exigencia europea.
¿Qué propaganda hacían entonces Fabriès y Horejs?
En 1945, en Buenos Aires, el embajador norteamericano, Spruille Braden, empezó a hacer de metiche bocón vía radios y diarios en la política argentina. Y hasta tuvo el atrevimiento de pedir cita en la Casa Rosada con Juan Domingo Perón ante quien hizo los reclamos que la política oficial de su país, Estados Unidos, deseaba imponer allí mismo. Perón le escuchó y luego le respondió: a quienes piden eso, en mi país se les llama “hijos de puta”. Colorado de indignación, Braden abandonó con mucha prisa la casa de gobierno y dejó olvidado su sombrero que sirvió para que los edecanes de Perón jugaran una pichanga con dicha prenda que quedó absolutamente deformada.
Como se ve este asunto de los bocones y metiches en nombre de intereses privados no es un asunto nuevo en Latinoamérica. No somos tan boca sucia como los platenses, pero ¿estarán esperando los embajadores susodichos que les digan lo mismo?
¿Sabrá Emmanuelle Macrón en qué andanzas camina su embajador en Perú? Hay que hacérselo saber, lo antes posible. Merci. Au revoir.
22.05.2017