Por Herbert Mujica Rojas
¿Qué tuvo de revolucionario el terrorismo violentista desatado por Sendero Luminoso en todo el Perú?
El asesinato de ingenieros, campesinos, policías, soldados, profesores, científicos foráneos, hombres, mujeres; la destrucción de torres de energía, laboratorios, instalaciones diversas; la crueldad de los crímenes, la voladura de cadáveres a posteriori y los coches bomba, paros armados, estado permanente de terror, el miedo por calles, avenidas, distritos, provincias, departamentos, ríos, campos y la incertidumbre de saber si mañana se amanecía con vida, son parte resumida de un glosario de abominables barbaridades en que incurrió el violentismo terrorista.
¿Quién en su sano juicio podría justificar la más mínima de estas tropelías que le costaron al Perú decenas de miles de muertos y miles de millones de dólares en pérdidas materiales? ¿Así se luchaba contra los problemas estructurales y de toda índole que padecía y sufre hoy, el país? Sembrando muerte y cavando tumbas, solo se caminó por los oscuros senderos del terror por y para el terror.
Cuando el 12 de setiembre de 1992 se capturó a Abimael Guzmán, Perú se apercibió de la chatura y mediocridad de quién se llamó a sí mismo como una rutilante estrella de la revolución mundial. Ha pasado un cuarto de siglo y lo que queda de sus huestes ahora quiere organizar su trabajo político, en el ambiente burgués de elecciones, candidaturas y status quo, circunstancia que a muchos no convence ¡para nada!
¿Qué hicieron los clubes electorales, entonces y hoy en día? Poco, casi nada, apenas si disimulan su afán abyecto de prohijar panzones para ocupar diputaciones, alcaldías, presidencias regionales, ministerios y a falta de ideas, consiguen éxitos resonantes saqueando las arcas del Estado. Y no olvidemos que el Estado lo sufragan y pagan los contribuyentes.
Nadie puede dejar de condenar la violencia desaforada del Estado que creyó que de ese modo respondía al violentismo terrorista con más violencia e injusticia que mantiene en secreto dónde hay cadáveres de inocentes caídos por balas indiscriminadas.
Pero tampoco hay que creerse los poemas y elucubraciones pseudo científicas que pretenden una aureola justificatoria al violentismo terrorista vía comisiones, lenguaje ambiguo y cobarde y la liberación de criminales so pretexto de sus derechos humanos. ¡Precisamente, los derechos humanos que jamás contemplaron cuando acribillaban masivamente a sus “enemigos”!
¿Por causa de qué la televisión pública y privada, en lugar de promover tantos programas de embrutecimiento colectivo, exaltación de un color de piel y estereotipo atlético y geográfico de jóvenes, no pasa revista metódica en todos los noticieros, durante horarios en mañana, tarde y noche, de cómo fue el violentismo terrorista, con nombres y apellidos y también por la radio y medios impresos? ¿Ilegítimo? ¡De ninguna manera! Es parte de la lucha política. Sólo que en Perú hay pusilánimes que sólo quieren vivir del dinero del Estado, el que reciben mensualmente y el que se roban con licitaciones y contratos con nombre propio y a través de mil y un trucos, todos actos bribones para seguir estafando al pueblo peruano.
El violentismo terrorista nunca fue nada más que crímenes contra el Perú.
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10.09.2017
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