Por: Wilfredo Pérez Ruiz (*)

Dos recientes sucesos me brindan elementos para analizar la vigencia de comportamientos impropios. El nuevo titular de Educación, Idel Vexler, al concluir la ceremonia de transferencia se dirigió a Marilú Martens y le dijo: “Muchas gracias Marilú por tu trabajo. Y esta es tu casa, ven cuando quieras. Quiero que me visites lo más que puedas; es más, con una ministra tan hermosa” y procedió a besarla en la cara.

Probablemente fue una manifestación de afabilidad. Tratándose de una actividad que amerita estrictas formalidades, resultó indudable la contrariedad de Martens. Al respecto, la saliente funcionaria aseveró: “…Justo lo conversaba con mis hijos. Esos son atributos machistas de generaciones como las del ministro Vexler, que ya los chicos de ahora los rechazan y que no deben darse en estos espacios de trabajo. Fue incómodo, estábamos en un espacio de trabajo. No creo que la intención del ministro haya sido mala, pero creo que nunca me referiría así a un ministro al que le hago la transferencia. Creo que uno se puede referir a atributos más importantes".

En sus primeras declaraciones, en lugar de exponer asuntos del sector, el ministro ha debido rectificarse diciendo: “Quiero expresar que guardo el más profundo respeto por las mujeres y que rechazo el acoso en cualquiera de sus formas”. Ha inaugurado su gestión aclarando un incidente ausente de miramiento, más aún con su amplia experiencia en la esfera estatal.

En el Congreso de la República se produjo un cuestionamiento acerca de un episodio similar. Durante la sesión de la Comisión Lava Jato se registró un impase debido a una interrogante del legislador Víctor García Belaunde a la ex autoridad de la municipalidad de Lima, Giselle Zegarra. “El señor Léo Pinheiro —expresidente de OAS— trataba con familiaridad a la señora Giselle, la trataba de besos (…) ¿Usted suele besarse con todos sus clientes señora Zegarra?”, preguntó el asambleísta.

La ex servidora indicó sentirse ofendida por las palabras del parlamentario y, luego de responder entre lágrimas, decidió abandonar el recinto alegando problemas de salud. A mi entender, cabe discutir: ¿Qué clase de vínculo tiene entre una trabajadora edil y el presidente de una empresa privada que le envía besos en sus comunicaciones? A todas luces no es pertinente y, además, esta relación puede prestarse a erradas y capciosas deducciones.

No es la primera vez que estos gestos se dan en el controvertido ambiente político. Hace unas semanas la lideresa de la oposición acudió a entrevistarse en Palacio de Gobierno. Al saludar a Pedro Pablo Kuczynski, Keiko Fujimori extendió la mano con firmeza; no obstante, el primer mandatario se aproximó para besarla en su mejilla lo que tal vez en otras épocas —cuando ambos eran aliados electorales— sería usual. Al parecer, el actuar de la ex candidata fue ignorado.

Han existido jefes de Estado propensos a besar a las damas. El más llamativo estuvo protagonizado por el presidente Alejandro Toledo Manrique en su visita a los reyes de España, Juan Carlos y Sofía (2004). Nuestro efusivo gobernante saludó con dos besos, uno en cada mejilla, a la reina dejando desconcertados a los asistentes. Al intentar justificarlo, el canciller peruano Manuel Rodríguez Cuadros comentó que los mandatarios pueden tener licencias afectivas en función de su nivel de amistad. ¡Nada más inexacto!

Besar es un vicio frecuente en la región latinoamericana. Recordemos el encuentro celebrado en nuestra capital con los jefes de gobierno de México, Felipe Calderón Hinojosa; Colombia, Juan Manuel Santos Calderón; y Chile, Sebastián Piñera Echenique con motivo de la Cumbre de Lima (2011). En aquella cita, en un aparte, los tres invitados extranjeros recibieron en la Casa de Pizarro a los candidatos presidenciales Ollanta Humala y Keiko Fujimori. Calderón y Piñera jalaron a la postulante de Fuerza 2011 y a Nadine Heredia, esposa del aspirante de Gana Perú, para darles un beso.

El dignatario de Colombia atravesó un trance bochornoso al sufrir el desplante de la hermana del subintendente de la Policía Jorge Eliécer Álzate, fallecido en enfrentamientos con las FARC, en el homenaje a las víctimas del conflicto armado en ese país (2015). Santos pretendía, al entregarle una medalla a la dama, darle un beso; ella lo rechazó. El listado de esta clase de ligerezas es inmenso.

El besuqueo se ha convertido de una cotidiana impertinencia. También, hay señoras deseosas de ser besadas en momentos inoportunos. A decir verdad, en la mayoría de veces son los varones los ansiosos por atraer la mano de la mujer para besarla. Es imprescindible obrar con prestancia en acontecimientos observados por la opinión pública. Nuestros gobernantes debieran evitar actitudes machistas e inelegantes y, especialmente, considerar que los piropos deben desencadenarse en el contexto idóneo.

Actuemos con estilo y desterremos estas usanzas. A nivel empresarial y gubernamental demos la mano con cortesía y soslayemos pegajosas expresiones de familiaridad. Estamos obligados a respetar el espacio vital de una mujer y obviemos forzar un contacto que no nos ha sido autorizado. Acuérdese: la sobriedad es sinónimo de distinción.

En consecuencia, reitero lo explicado en mi artículo “Los ‘horrores’ de la etiqueta social”: “…Quinto ‘horror.com’: el empleo del beso. Eso me trae a la memoria la frase de mi dilecta colega Carolina Mujica: ‘El Perú es un besódromo’. Al peruano le cautiva jalar a las damas para besarla; la señora determina cómo desea ser saludada. Veo a menudo caballeros ansiosos por besar a compañeras de trabajo, anfitrionas, camareras y hasta al personal de limpieza de sus empresas y hogares. Si la mujer estira el brazo para dar la mano, allí concluye el saludo. Por favor, emplee un ápice de criterio, urbanidad y sentido común”.

En actos formales saludemos con mesura. Los profesores de etiqueta social aconsejamos, muchas veces sin éxito, saludar de mano y al extenderla, el trato será agradable, seguro y prescinda apretar demasiado, ni por bastante tiempo. Éste describe nuestra personalidad y se convierte en nuestra tarjeta de presentación. Insisto en hacerlo con espontaneidad y fluidez. Es el primer puente para lograr una impecable reciprocidad.

Un comentario a manera de colofón: debido a la embarazosa coyuntura producida en el portafolio de Educación, pasó inadvertido el asertivo, lúcido y proverbial mensaje de la “ministra tan hermosa”: “…Vamos a seguir trabajando para que este país sea un país correcto. Y que nuestro congreso se llene el día de mañana de los chicos que nosotros educamos, que tengamos en ese congreso chicos educados, con una visión de país. Que cuando vayamos a un congreso a una interpelación, una comisión, la gente que nos escuche tenga eso en la cabeza, que la educación sea lo primero".

(*) Docente, consultor en organización de eventos, protocolo, imagen profesional y etiqueta social. http://wperezruiz.blogspot.com/