lanzamiento Arsat 1Se abre el debate sobre los satélites en América Latina

Las universidades peruanas deben dejar de formar abogados y letrados para promover la formación de físicos cuánticos y cuadros en tecnología de punta.

Plinio Esquinarila

Las nuevas tecnologías de Estados Unidos, Europa y China pronto superarán los actuales logros de las ciencias del espacio aplicadas en tierra, como son la tomografía computarizada, las imágenes por resonancia magnética, la masificación de Internet, las predicciones meteorológicas —sea inundaciones, terremotos, huracanes o eventos como El Niño costero del Perú—.

 

Estamos hablando también de los aportes de la ciencia del espacio en la tecnificación de la agricultura, ganadería y pesca, de su uso masivo en el transporte —automóviles, embarcaciones y aeronaves—, sin hablar del estratégico sector de Seguridad y Defensa.

Esta amplia gama del uso de la tecnología espacial conlleva al debate sobre la disyuntiva de seguir adquiriendo satélites del exterior o impulsar nuestra propia industria satelital sobre la base de la transferencia científica y tecnológica que permita al Perú, como es el objetivo de toda nación emergente, de crear un nuevo sector empresarial para ser partícipes, gradualmente, de la economía espacial que es la economía del futuro.

Este es un debate que se da en América latina y en todas las sociedades emergentes.

"Un modelo para tomar como ejemplo es el de Arsat, de Argentina, que, con un contrato conjunto con el fabricante de satélites europeo Thales Alenia Space y la empresa argentina de alta tecnología Invat, construyó el primer satélite en suelo argentino, el Arsat 1, satélite de comunicaciones ubicado en órbita geoestacionaria”, plantea el ingeniero colombiano Jairo Angulo. (*)

“En el 2014, Argentina migró los servicios que el Estado usaba en satélites alquilados a su propio satélite. La transferencia de tecnología les permitió a los argentinos construir completamente el satélite Arsat 2; con ello Argentina se suma al grupo de países con capacidad de producción de satélites", recomienda el citado experto.

El objetivo clave para esta corriente es el  impulso científico de lo nacional que implica la confianza en nuestras propias capacidades, como ha sucedido en Sudáfrica y más aún en la experiencia de Nigeria que desarrolló este trabajo desde el 2006 hasta construir sus propios satélites con apoyo de Inglaterra, afirma.

GRAN PROMOTOR

Otro es el punto de vista de los que privilegian el sector privado. Para ellos el Estado debería ser el gran promotor de los proyectos de la industria espacial o satelital privada, promoviendo y reduciendo los costos de su implementación y apoyando el desarrollo de una comunidad científica.

Una comunidad que, para el caso peruano, no la hay —o es muy incipiente— por la crisis de un sistema universitario politizado y los alcances limitados de los entes encargados, sea la Agencia Espacial del Perú (Conida) que maneja el satélite PeruSat-1 o el Consejo Nacional de Ciencia, Tecnología e Innovación Tecnológica (Concytec).

Dicho de otra forma, las ventajas del sector privado —con apoyo transnacional— son abismales si observamos sus costos comparados con la capacidad del desarrollo autónomo o estrictamente estatal, afirman.

Esto porque las tecnologías evolucionan en forma muy acelerada por lo que el solo hecho de mantenerse vigente y competitivo es muy difícil y requiere de inversiones costosas y permanentes.

Esfuerzo que “las iniciativas privadas tienen que hacerlo para seguir siendo competitivas y porque las economías de escala de sus negocios se lo permiten”, opina Miguel Eduardo Rodríguez, ejecutivo de Axesat, una firma proveedora de internet satelital en Colombia, México, Chile, Perú y Ecuador. https://axesat.com/colombia-necesita-un-satelite/

Para Rodríguez “el desarrollo y construcción de satélites requiere años y en la mayoría de los casos, cuando se lanzan al espacio, ya son obsoletos comparados con los que están en fabricación".

Hace unos nueve años que Michael Goodman, del Programa de Desastres Naturales en la NASA, concordaba con ese punto de vista. "Es caro lanzar y mantener las operaciones del satélite, sería mejor que los países en vía de desarrollo aumentaran su capacidad para utilizar e interpretar los datos del satélite".

Otro ángulo del debate se centra en la disminución de costos, por lo que encaja en el mercado la nueva generación de microsatélites baratos, como las que promociona la firma norteamericana de transporte aeroespacial SpaceX, la misma que no hace mucho obtuvo la licencia de la Comisión Federal de Comunicaciones (FCC) de los Estados Unidos (EE UU) para ejecutar su proyecto de constelación de microsatélites y masificar la internet en la órbita baja de la Tierra.

REVOLUCIÓN EDUCATIVA

Sea cual fuere la hoja de ruta que tome el Perú, o la combinación de ambas, se necesita de todas formas —según los expertos— una decisión política que privilegie la ciencia y la tecnología por encima de otros ítems del presupuesto público.

Sin embargo, ¿cómo entender que en la nueva era de la arqueología galáctica el sistema educativo peruano siga siendo principalmente una fábrica de letrados, en especial abogados, siendo marginales las especialidades de la física cuántica, la industria del espacio y las de otras tecnologías de punta? Se necesita entonces una revolución educativa.

Los avances en el mundo nos dicen que si no hay ciencia, el Perú quedará en las manos peligrosas de políticos corruptos o de distractivos plásticos que solo les interesa las agendas de género y de los gay. Si no hay tecnología, seguirá el mismo Estado empírico y el mismo abismo social; si no hay ciencia aplicada a la producción, no habrá desarrollo nacional autónomo ni interdependencia con el mundo.