Essalud y sector Salud: el paciente no vale nada

Essalud

Para graficar el estado de cosas imperante en la atención médica del sistema nacional de salud, ilustremos con un caso real de mala atención de EsSalud, en la clínica Octavio Mongrut, de Pueblo Libre, Lima. En febrero, para diagnosticar problemas en la tiroides, toman muestra de sangre a un asegurado. Transcurrido el tiempo previsto para el resultado (15 días), no hay nada de resultados porque —responden por teléfono— EsSalud no ha comprado el reactivo necesario. A inicios de este mes de abril de laboratorio informan al asegurado que ya hay reactivo, y que pida cita en Endocrinología. Cuando el asegurado va a la consulta la doctora le dice que no hay ningún resultado, porque para cuando el reactivo llegó, ya la sangre no servía para el análisis; consecuentemente, la médica ordena un nuevo análisis de sangre. ¿Esta vez sí llegará a tiempo el reactivo?


Empecemos aclarando que cuando el médico ordena análisis de sangre, la muestra no se toma el mismo día de la petición sino diez días después; a esto hay que añadir el tiempo que, recibida la muestra, se tome el laboratorio para los análisis. Frente a esto, tenemos que un laboratorio particular realizaría el análisis en un máximo de 48 horas. ¿Qué pasa en EsSalud? ¿Qué hacen con el dinero que descuentan a los asegurados? ¿Por qué en un policlínico particular si un paciente de tiroides va el lunes, el jueves, a más tardar, ya recibió el diagnóstico y las indicaciones de tratamiento? ¿Por qué este mismo proceso toma entre uno y tres meses en EsSalud?

El secreto

En este país tercermundista en que vivimos los peruanos, a veces la gente muere por mala atención, por impericia o desidia de los médicos o por falta de medios materiales (equipos, medicinas, etc.). Por cualquiera de estas razones, el paciente es afectado, la atención es mala y lenta. Sin embargo, la propaganda presenta a EsSalud como si fuese una entidad eficiente, cuando es todo lo contrario. La atención es tan mala, que ya no es noticia el fallecimiento de personas por mala atención médica. ¿Los médicos de EsSalud saben esto? ¡Por supuesto que sí, y para disimular el caos algunos médicos “denuncian” y “protestan” contra la desatención del gobierno!

Esto es todo el tiempo y a nadie engañan: el servicio que prestan es malo, con este o con cualquier gobierno. Hay varias causas:

a) incapacidad de los directores de hospital, que son médicos, y de la plana mayor, pero elegidos no por los asegurados, sino por el gobierno de turno, para someterse a las órdenes del Ejecutivo, que poco le interesa la salud de los peruanos y mucho les atrae llenar la burocracia con sus partidarios para pagar favores políticos;
b) codicia gremial, que se manifiesta en gobernar intencionalmente mal el hospital y atender mal a los pacientes, para que la gente cansada y que pueda pagar se vaya a policlínicos privados o a médicos particulares.

Y esto sin mencionar la corrupción: nadie nos puede asegurar que en EsSalud no roban como se ha denunciado y demostrado públicamente que roban en el hospital de Policía. O sea que además de incapaces que matan gente con su mala práctica, también hay ladrones.

Entre los trabajadores del estado son los médicos quienes deben ganar más, pero no tanto que sean un estamento privilegiado. Hay una deformación en el pensamiento familiar y social que lleva a la expectativa de que el médico necesariamente debe tener un buen nivel de vida y si es posible hacerse rico. ¡Claro que todos deseamos eso, pero vivimos en un país de pocos recursos, depredado y saqueado y hay que entender esta realidad!

Los médicos —como los maestros, abogados o ingenieros— piensan que eso del servicio desinteresado está bien para los bomberos o para los médicos cubanos que van a cualquier lugar alejado donde no quieren ir los médicos del país que los recibe. ¿Qué medico peruano desea ir a trabajar a un pueblo alejado, a una aldea de campesinos? ¡Casi nadie, todos quieren quedarse en las ciudades grandes! Entonces es pertinente pedir a nuestros médicos, como a los demás profesionales, que tomen conciencia de la realidad:
1) son ciudadanos de un país pobre y, por tanto, deben entender que sus expectativas de bienestar son limitadas;
2) deben movilizar sus reservas morales para servir con respeto y eficiencia a la población y denunciar con más claridad el abandono que por parte del estado sufre el sistema de salud;
3) deben abandonar su política de atender mal en los hospitales del estado con la finalidad de que la gente, aburrida y desesperada, busque clínicas privadas o atención de médicos particulares.

Patético es el caso del congestionado Instituto Nacional de Salud del Niño (antes Hospital del Niño), de la avenida Brasil, donde el común de la gente tiene que hacer largas colas cargando a sus niños, en espera del turno que no siempre se consigue. ¡Ah, pero si usted en ese hospital quiere evitar colas, va a la clínica del mismo hospital, en la cual atienden rápido por un precio que va entre los S/. 40,00 y S/. 60,00! En los hospitales Arzobispo Loayza y en el Instituto Nacional de Oftalmología (INO) impera el mismo sistema: el paciente que puede pagar va a la clínica. ¡O sea que en esos centros de salud estatales lucran utilizando la infraestructura del estado! ¡La codicia de ciertos médicos es aquí evidente, transparente!

Siendo totalmente cierto que los médicos en vez de denunciar la existencia de las discriminatorias clínicas de los hospitales estatales, consiguen en ellas ingresos extras, lucrando con bienes del estado (la planta física, el equipamiento, etc.), entonces es posible pensar que quien busca el lucro es propenso a la corrupción y al robo.

Nadie puede criticar que exista la práctica privada de la medicina, no se puede objetar que los médicos trabajen independientemente o que se abran más clínicas particulares; todo eso es correcto. Lo malo, lo deshonesto, es que intencionalmente se trabaje mal en los hospitales del estado para que los pacientes vayan a las mencionadas clínicas de los mismos hospitales del estado o para que se vayan a clínicas privadas.

¿Denuncias?

Sin embargo, tanto en la actividad del sector Salud como en otras del sector público, las denuncias de parte de trabajadores están prohibidas porque ponen en peligro la corrupción, y si realizan denuncias individuales corren el riesgo de ser despedidos. En otros países, como Estados Unidos, los trabajadores del estado son alentados a proporcionar información a autoridades externas de control y gozan de protección. En el Perú, los funcionarios subordinados, pese a que pueden ver pasar la corrupción por sus narices, están impedidos de dirigirse directamente a la Contraloría o de hacer una denuncia pública, pues no tiene ningún respaldo y lo único que pueden ganar es un despido,  lo cual abona en favor de los corruptos1.

Sólo en casos excepcionales los gremios canalizan denuncias. También son contados los casos de trabajadores que se arriesgan a proporcionar información a la prensa, y sólo después del escándalo se realizan las investigaciones, mas poco se sabe de las sanciones y de los larguísimos procesos. Los corruptos se amparan en el olvido de la opinión pública.

Por lo que vemos, la privatización del servicio de salud pública se hace solapadamente, porque no dicen “que desaparezca el sistema hospitalario del estado” sino, simplemente, el estado crea el ambiente para que los médicos trabajen mal, aburridos y renegando, con el fin de que el usuario se vaya al sistema de salud privado.

¿Robo?

En días recientes la Defensoría del Pueblo ha visitado diversos hospitales y ha descubierto que en las farmacias de los nosocomios inspeccionado2 sospechosamente faltan las medicinas de mayor demanda, lo cual se explica de dos maneras:
a) roban medicinas en dichas farmacias; o
b) los hospitales no solicitan (en sus requerimientos o petitorios de compra) dichos fármacos —o los piden sólo en pequeñas cantidades—, para favorecer a farmacias particulares a las que deben ir los pacientes. En cualquiera de los casos, estamos ante conducta delictiva.

Fuera de esto, una explicación sería que los directores de hospital no saben comprar, no tienen sentido de previsión ni saben programar adecuadamente las compras, lo cual refleja no sólo incapacidad sino insensibilidad frente al sufrimiento de los pacientes. Pero como esto es algo que se comprueba año tras año, nos preguntamos qué clase de profesionales están al mando de los hospitales. Se advierte una perniciosa ausencia de un plan de carrera y méritos, que es reemplazado por el nombramiento del “envarado” del gobierno de turno. Una hoja de vida llena de méritos y capacidades de gestión no sirve, lo que sirve es estar en “la argolla”.

Otorongos

Ante los casos de muerte o invalidez causados por la impericia, incapacidad o desidia de los médicos, se hace necesario revisar los planes de estudio de las facultades de Medicina. ¿Les enseñan algo de ética? ¿Les enseñan que lo principal es servir a los pacientes? ¿Les enseñan que siendo directores de hospital o ministros deben enfrentarse a quien sea si se trata de conseguir el bienestar de los pacientes? ¿Cuándo hemos visto que un médico ministro de Salud haya renunciado denunciando las negligencias y abusos del gobierno de turno en el sector Salud? Para eso cada gobierno se asegura de elegir incondicionales.

Los numerosísimos casos de mujeres embarazadas que dan a luz en los pasadizos de los hospitales o en las bancas de espera son un claro indicador de que los médicos no reciben una buena preparación académica, porque ¿cómo es posible que no sepan cuándo una mujer ya está cercana al parto? Además, es conocido que cuando un médico provoca muerte, invalidez o daño grave por mala práctica de su profesión, el director del hospital en que trabaja, el gremio médico (federación o asociación médica) y el Colegio Médico es difícil que los sancionen. Por esta razón para los familiares del muerto o afectado la justicia puede ser un sueño, no una realidad.

Poner remedio

Así como en el sistema educativo se está intentando resolver una problemática acumulada, hace falta que las facultades de Medicina del Perú sean sometidas a un riguroso proceso de acreditación, que esté a cargo de especialistas extranjeros del Primer Mundo, como alemanes o franceses3 (¡aunque parezca mentira, a pesar de todo lo que sabemos de ellos, los médicos peruanos se consideran de calidad internacional!). ¡Sería un chiste cruel que la acreditación la hagan médicos peruanos! Francamente, el pueblo no confía ni en la competencia ni en la imparcialidad de nuestros galenos. Muchos de ellos, principalmente los no jóvenes, son cachueleros que trabajan en varias partes, lo cual no está mal; pero hay que ver si atienden con igual esmero a un paciente pobre que va al hospital del estado que a un paciente de consulta particular. A este respecto, no son raros los casos en que el mismo médico de hospital público se presta gustoso a atender al paciente de manera particular.
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1 El jefe ladrón o corrupto tiende a negarse a recibir informes o denuncias (y si los recibe los encarpeta), porque eso lo obligaría a actuar rompiendo el círculo de corrupción o abuso en el que medra. El estado debe promover las denuncias anticorrupción y asegurar la protección del denunciante. Una medida complementaria sería que el jefe receptor de la denuncia desde el inicio remita a una instancia superior copia de la denuncia original.

2 Son los hospitales Dos de Mayo, San Bartolomé, Casimiro Ulloa, Cayetano Heredia, Guillermo Almenara, Alberto Sabogal, Suárez Angamos y Hospital Central de la FAP, según se lee en la p. a2 del diario El Comercio, del 9 de abril de 2008.

3 Curándose en salud, la Universidad Peruana Cayetano Heredia encomendó la acreditación de su carrera de Medicina a la Red Internacional de Acreditadores (RIEV) y este mes de abril ha obtenido la certificación correspondiente. Así debe ser, no podemos confiar en los informales de acá.