Por Ana Muñoz *
Algunas compañías farmacéuticas abren nuevos mercados a partir de informes sobre supuestas patologías.
Medicamentos para el dolor de cabeza, protectores estomacales, relajantes musculares, sustancias contra el colesterol, para mejorar los problemas de hipertensión… miles de anuncios nos bombardean cada día y nos convencen de lo “bueno” que es tomar medicinas y sentirse sano.
Vemos como, por ejemplo, con una simple aspirina dejaremos de tener dolores de cabeza de manera inmediata. Por eso, los laboratorios farmacéuticos gastan miles de millones de euros en publicidad. En 2005, las farmacéuticas gastaron 150.000 millones de euros. AstraZeneca, por ejemplo, invierte más de 300 millones de dólares en anuncios de televisión de uno sólo de sus productos, un protector estomacal.
Pero las farmacéuticas no se quedan ahí. Las grandes empresas se dedican a realizar informes sobre supuestas patologías para crear necesidades y abrir nuevos mercados, lo que se conoce como “tráfico de enfermedades”.
Enfermedades como la osteoporosis, el cáncer de cuello de útero, la enfermedad de las piernas inquietas, la hiperactividad o la bipolaridad están hoy más de moda. Muchos médicos y psiquiatras, como David Haley de la Universidad de Cardiff o Leonor Tiefer de la Universidad de Nueva York, explican que se crean y promocionan determinadas enfermedades para consumir determinados fármacos y está muy relacionado con la publicidad de los mismos.
La cuestión de anunciar los medicamentos directamente a los consumidores saltó a los medios de comunicación recientemente cuando la farmacéutica MSD retiró del mercado su analgésico contra la artritis, el Vioxx, por el riesgo de infartos y embolias. Los pacientes podrían haber obtenido resultados igualmente buenos con Ibuprofeno u otros fármacos más baratos.
En Estados Unidos, desde que la FDA levantó las restricciones contra los anuncios de medicamentos, la publicidad de fármacos expedidos con receta médica ha aumentado hasta convertirse en un negocio que mueve 4.500 millones de euros al año. Y la FDA afirma que, a pesar de la controversia tras la retirada del Vioxx, no tiene planes de volver a restringir dichos anuncios.
Los fármacos son consumidos por personas sanas y fuera de las indicaciones iniciales, según explica Teresa Ruiz Cantero, del departamento de salud pública de la Universidad de Alicante. Además, los laboratorios y la comunidad médica han subvalorado los efectos secundarios de algunos fármacos.
La publicidad ha hecho también que se emitan, por ejemplo, mensajes de que el 40% de los hombres tienen problemas de erección o que muchas mujeres sufren disfunción sexual, y se convierte en un problema epidémico algo que no lo es.
Los laboratorios se defienden diciendo que ellos no son los responsables de definir las enfermedades y que existen estudios que demuestran que el número de enfermedades están aumentando.
Hace 10 años los laboratorios se dotaron de un código de autorregulación de la publicidad, que no sólo da una imagen de mayor limpieza y evita prácticas desleales sino que abarata hasta en un 30% los costes comerciales. Sin embargo, según la organización Consumers Internacional, no es suficiente. Proponen que sean las Administraciones quienes adopten medidas para que se cumplan los códigos éticos, y no un mero instrumento para aconsejar en el buen hacer.
Además, la Organización Mundial de la Salud (OMS) debería exigir que se respete su misión de hacer prevalecer un uso racional de los medicamentos. Para ello, sería necesario que las empresas farmacéuticas incluyan toda la información de los medicamentos en la publicidad.
* Periodista, Centro de Colaboraciones Solidarias