Transgénicos, ¿solución o problema?
Por María José Atiénzar *
La situación actual de crisis de los alimentos puede propiciar el avance de los cultivos transgénicos.
El número de personas que pasan hambre ha crecido el pasado año de 848 millones a 923. Se debe sobre todo al aumento del precio de los alimentos, que según la Organización de las Naciones Unidas para la Agricultura y la Alimentación (FAO), sigue a niveles altísimos en los países más pobres e importadores de cereales.
El 22% de las importaciones de cereales corresponden a países de África, donde el 30% de su creciente población sufre hambre crónica. Es indudable que hay que aumentar la producción de alimentos, aunque el hambre no es tanto por falta de comida como por los precios que alcanza.
Los transgénicos pueden ser importantes en términos de producción, pero su uso e impacto siguen siendo controvertidos. La revolución verde de principios de los setenta consiguió triplicar la producción de alimentos en India. Gracias al uso de semillas híbridas, fertilizantes, y pesticidas superaron penosos ciclos de hambrunas y se lograron hacer autosuficientes en alimentos. Ahora, con nuevas generaciones de transgénicos, tal vez podría darse una nueva revolución.
Pero la producción agrícola africana no precisa sólo estos cambios. Además habría que ampliar las inversiones, las nuevas tecnologías y la investigación de cruces de semillas, como hicieron India y China en su momento.
Hay investigaciones de unos 20 tipos de cultivos, incluyendo tomates, arroz y patatas. De momento, se siembran algodón, maíz o soja genéticamente modificados. Se espera conseguir cultivos más resistentes a las plagas, con mayor capacidad nutritiva y con mejores resultados productivos.
Hay organismos que tienen puestas sus esperanzas en este tipo de cultivos. Es el caso del Servicio Internacional para la Adquisición de Tecnología de Aplicaciones de Agrobiotec (ISAAA), que fomenta el uso de los transgénicos. En su último informe aseguran que entre 2006 y 2015 el número de países, cultivos y hectáreas se duplicará y que los cultivos biotecnológicos serán la más importante contribución a los Objetivos del Milenio de reducir la pobreza y el hambre en un 50% para 2015.
La Alianza para la Revolución Verde en África (AGRA), con sede en Nairobi y patrocinada por Kofi Annan pretende aumentar la diversidad de semillas, procurando hacerlas más resistentes a plagas y sequías. De hecho, en el continente africano se está utilizando ya un maíz resistente en zonas donde casi no hay agua. Aunque AGRA suelen optar por cruces convencionales, esta alianza, aunque suele optar por cruces convencionales, no se opone a los transgénicos. Invertirán en ellos a medida que los países de la región vayan aceptando su uso y desarrollando legislaciones propias al respecto. Se espera que antes de dos años, Egipto y Burkina Faso se hayan sumado a Sudáfrica en el uso y comercialización de estos productos.
Sin embargo, hay organizaciones ecologistas como Amigos de la Tierra, el grupo ETC y GRAIN que alertan sobre este tipo de planteamiento. Afirman que no es tan grande el aumento de la producción si tenemos en cuenta los gastos del agricultor en semillas patentadas, herbicidas e insecticidas.
Para GRAIN, la situación actual de crisis de los alimentos podría ser utilizada por los defensores de los transgénicos para hacerse con el mercado. Es importante saber que de las 10 compañías más involucradas en este tipo de cultivos, 4 de ellas son también agroquímicas, comercializan herbicidas e insecticidas. El negocio es completo.
Otra de las críticas es que, al sustituir variedades tradicionales por comerciales mejoradas, se provoca una erosión genética. Se mejoran producciones a cambio de perder diversidad genética.
La FAO no se pronuncia claramente hacia los transgénicos. Su encargado de investigación agrícola Andrea Sonnino afirma que “son una herramienta poderosa que puede tener muchos beneficios, pero también riesgos para la salud y el medio ambiente. Debe examinarse caso por caso, ver que la relación costo-beneficio sea positiva, y además deberían hacerse proyectos de investigación locales”.
“Se trata de mejorar las condiciones de vida de las poblaciones de forma compatible con la conservación de los recursos naturales”, afirma Elena Espinosa, ministra española de Medio Ambiente.
“La biotecnología es un instrumento, un aliado más. No podemos despreciar a priori los transgénicos, pero es trascendental que los científicos aseguren su inocuidad para la salud y la biodiversidad”.
* Periodista
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