Dr. Hugo Salinas
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En una primera aproximación, la actividad socioeconómica capitalista parece ser indivisible. Cuenta con varias fases como la producción, comercialización y consumo, pero cada uno de los actos socio-económicos parece ser indivisible. Una observación más cercana, nos muestra que se recrea en base a dos elementos: un tipo preciso de proceso de trabajo llamado Proceso artificial de producción y, un tipo preciso de decisión socio-económica llamada Repartición individualista.
Y la apariencia engañosa de que es indivisible proviene del hecho de que el proceso artificial de producción es físico, material; mientras que la repartición individualista es uno de los dos tipos de decisión socioeconómica; es inmaterial, no se la ve. Y la única manera de manifestarse esta decisión socioeconómica es a través de los elementos materiales del proceso de trabajo. De esta forma, por ejemplo, como lo veremos luego, el trabajador distraído piensa, y cree ciegamente que la responsable de su desempleo y, más exactamente, de su falta de ingresos monetarios es la innovación, uno de tantos elementos del proceso artificial de producción.
El proceso artificial de producción es una manera de trabajar que supera largamente a su anterior, el proceso natural de producción, el que solamente produce dos tipos de bienes: agrícolas (papas, maíz…) y ganaderos (vacas, carneros…), porque solamente replica lo que la naturaleza ya produce. En cambio, el proceso artificial de producción puede fabricar n bienes económicos, diferentes los unos de los otros, y nunca antes existentes; tales como mesas, sillas, carros, aviones, etc. Facilita la fabricación, en el límite de los recursos disponibles, de tantos bienes económicos diferentes como capacidad de imaginación tenga el ser humano. Y cada uno de ellos en una producción masiva.
Algo más, cada uno de estos bienes económicos diferentes es materia de una fábrica, la misma que se puede replicar n veces y en lugares diferentes. Es decir, el proceso artificial de producción tiene una elevadísima capacidad productiva y, por consiguiente, una gran demanda de mano de obra. Más bienes económicos diferentes requieren abrir nuevas fábricas y, por consiguiente, mayor demanda de trabajadores. Réplicas de la misma fábrica, en lugares diferentes, exigen una mayor demanda de mano de obra. Incrementos en la producción de cada fábrica requieren más personal. Es decir, no hay ningún motivo para la existencia de desempleo; menos aún, desempleo masivo. ¿Cómo es que se origina el desempleo, entonces?
Como se ve, el origen del desempleo no se encuentra ni en el desarrollo ni en la evolución de los procesos de trabajo. Al contrario, el desarrollo y evolución de los procesos de trabajo tienden a incrementar la demanda de mano de obra. El origen del desempleo se encuentra en la dinámica del otro elemento de la actividad socioeconómica capitalista, de aquel que no se le ve: la repartición individualista del resultado neto (las utilidades) de la empresa; según la cual el 100% de dichas utilidades pertenece única y exclusivamente al propietario o accionistas de la empresa.
Ya sabemos que la empresa capitalista, con repartición individualista, tiene por objetivo fundamental incrementar, lo más posible, el volumen de las utilidades de su empresa, en cada ejercicio económico. Es lo que corrientemente se conoce como la maximización de las utilidades, concepto fundamental para el empresario capitalista. Si el empresario capitalista crea una empresa no es para dar trabajo, si no para incrementar su capital a través de una maximización de utilidades en la inversión realizada.
Entonces, cuando se presenta una innovación tecnológica que le permite disminuir su costo de producción, o de incrementar su nivel de producción, no lo piensa dos veces. Acepta la innovación, la pone en práctica y, en seguida, despide el número de obreros excedentarios. Es una dinámica implacable en una actividad económica de repartición individualista.
Y no se trata de que el empresario sea buena o mala gente. Es la dinámica aterradora de una economía que se desenvuelve en repartición individualista. Es independiente de la voluntad de las personas porque pobre de aquel que quiera conservar a sus trabajadores excedentarios. La consecuencia inmediata será que habrá menos utilidades esperadas; es decir, el rendimiento del capital invertido será menor. Por lo que ese capital inmediatamente buscará otro nicho de inversión en donde su inversión sea más rentable.
Un caso reciente. Una de las fábricas del grupo constructor automovilístico PSA Peugeot Citroën, ubicada en Aulnay-sous-Bois, Seine-Saint-Denis, Francia, especializada entre otros modelos en la Citroën C3, cerrará definitivamente sus puertas en 2014. Una historia de 40 años. Y pensar que en su mejor época dio trabajo a 35 mil obreros, los cuales se redujeron a 3 mil en 2012. Actualmente quedan menos de mil trabajadores, en proceso de liquidación. Una fábrica que llegó a producir 2 mil automóviles por día.[1] No olvidemos que el grupo PSA Peugeot Citroën es actualmente el segundo fabricante de automóviles a nivel europeo, y el octavo a nivel mundial;[2] y que sus inversiones en I+D han más que doblado en los últimos años.
Por lo general, el desempleo como consecuencia de innovaciones en una economía capitalista es muy corriente en tiempos de baja intensidad. No es así cuando se abren nuevos mercados para la empresa en cuestión. En este caso, la innovación no se refleja en desempleo. Por otro lado, no debemos confundir las innovaciones con las creaciones, invenciones o descubrimientos, cuyas aplicaciones tienden necesariamente a generar nuevos puestos de empleo.[3]
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[1] Aulnay, les derniers jours d’une usine, en
[2] La fuerza de la industria automovilística francesa, en
http://www.france.fr/es/
[3] Para mayor información consultar mi libro Hacia dónde va la economía-mundo. Teoría sobre los procesos de trabajo, en
http://biblioteca.utec.edu.sv/
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