Especulación a tope
Por Carlos A. Miguélez Monroy (*)
Para Warren Buffet, rescatar al banco de inversión Bear Stearns fue la decisión correcta. La Reserva Federal estadounidense le inyectó a esa entidad financiera millones de dólares para contener la crisis financiera. Sin embargo, el hombre más rico del planeta asegura que el problema “es de los bancos, son quienes tienen la culpa y no hay que echársela a nadie más”.
El empresario de 78 años considera que los tropiezos de los bancos de inversión estadounidenses llevarán a una normativa financiera más estricta y más regulada en el futuro. También habla sobre las rebajas fiscales de las grandes fortunas: “Mis empleados pagan un 33% de su renta y yo, sin asesores ni planificación ni paraísos fiscales, limitándome a hacer lo que dicta el Congreso, el 17%”.
Esta tendencia se extiende por el mundo. En los últimos años, los beneficios de las grandes empresas han aumentado en un 70%, mientras los sueldos reales de los trabajadores han disminuido en un 4%. Las imágenes que dejó hace unos años el Huracán Katrina reflejan la injusticia distributiva, incluso en algunos países ricos que abrazan la causa liberal pero no la aplican en tiempos de crisis para mantener sus ganancias.
En España, los especuladores exigen al gobierno que los rescate en tiempos de crisis, a veces con el argumento de que se perderán cientos de miles de empleos si no lo hacen. Así lo han hecho muchas inmobiliarias que ahora están en bancarrota.
Pero la responsabilidad de los Gobiernos radica más en haber mantenido políticas laxas con los bancos, que financiaron viviendas casi en su totalidad sin saber lo que estaban comprando, pero sabiendo que muchas personas eran insolventes. Los beneficios duraron lo que duraron con la complicidad de las inmobiliarias que veían sus bolsillos crecer.
¿Alguien recuerda alguna huelga o alguna protesta de los trabajadores de los bancos o del sector inmobiliario? Las constructoras y las inmobiliarias han pagado ‘en negro’ a sus albañiles extranjeros, mientras sus directivos y sus accionistas se enriquecían en silencio. Esta amnesia selectiva da una idea de la falta de coherencia del sistema neoliberal que pone al Estado al servicio de los grandes intereses, de manera que intervenga sólo cuando hay crisis.
Los afectados por el fraude de Forum Filatelia exigen al Gobierno una indemnización por haber ‘permitido’ que estuviera en el mercado un grupo fraudulento. Si no lo hubiera hecho, se le habría acusado de ‘intervencionista’ y de disuadir a los inversores. Los ciudadanos que no cayeron en el juego de la especulación recuerdan el silencio de los inversores cuando éstos obtenían jugosos intereses sin que alguien los hubiera obligado.
No todos los ciudadanos se han dejado embaucar por falsas promesas de enriquecimiento fácil y rápido ni han caído en la tentación de vivir hipotecados por encima de sus posibilidades. No se alegrarán de la pérdida de puestos de trabajo en las fábricas de ladrillo o de cemento por el frenazo después de la crisis. O por la caída de la venta de coches, que puede dejar sin trabajo a muchos padres y madres de familia. Sin embargo debemos aprender de la crisis y convertirla en desafío para el futuro.
Quizá los precios de las casas y de los coches están por encima de las posibilidades de las personas, que los comprarían si bajaran los precios. O quizá no sean necesarias tantas casas ni tantos coches como se compraron cuando la economía ‘iba bien’, con unos planes de financiación que aceleraron la producción y el consumo de manera artificial y descontrolada. La ley del mercado consiste en producir lo que se vende y vender lo que se produce.
Paul Volcker, antiguo presidente de la Reserva Federal define así la crisis: “El problema subyacente es que hemos consumido en exceso. El consumo en EEUU creció más allá de lo sostenible, y lo hizo así porque nos han prestado mucho dinero, especialmente los países asiáticos con superávit y, más recientemente, los países ricos exportadores de petróleo. Pero esto no puede durar siempre”.
Sólo un sistema basado en la especulación puede mantener semejante nivel de consumo. Para recuperar el sentido del comercio y comerciar con productos, es preciso vivir de acuerdo a nuestras posibilidades y trabajar para un futuro mejor, más auténtico y menos ficticio.
Por Carlos A. Miguélez Monroy (*)
Periodista
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