Políticas de austeridad contra los derechos humanos
Xavier Caño Tamayo (*)
En Grecia, los suicidios han aumentado el último año un 40%. Antes de la austeridad que ha arrojado a la pobreza e incertidumbre a millones de personas, Grecia era el país europeo con menor índice de suicidios: 2,8 por cada 10.000 habitantes. Hoy, ese porcentaje se ha doblado y es el más alto de Europa. Deudas que no se pueden pagar, falta de trabajo, temor a perderlo, pobreza... están en el origen de tan brutal aumento. La austeridad mata.
En Barcelona, bajo el paraguas de la austeridad, se ha dado un caso muy significativo. Una mujer de 65 años acude a urgencias de un hospital comarcal a las cinco de la madrugada. Le diagnostican derrame cerebral. La envían a otro hospital con más medios. Pruebas y diagnóstico más preciso: la han de operar ya. Pero el quirófano está cerrado por la austeridad impuesta para ahorrar por el gobierno autónomo catalán. Envían a la mujer a un tercer hospital. Pero los quirófanos están cerrados por la tarde por la misma austeridad presupuestaria. Operarán a la mañana siguiente. Pero por la mañana no disponen de medios suficientes y envían a la mujer con derrame cerebral a un cuarto hospital donde por fin la operan a las once y media de la noche. Cuarenta y tres horas después de haber acudido a urgencias. La mujer muere.
Los recortes presupuestarios para reducir el déficit, la austeridad, tal como ha denunciado la Federación de Defensa de la Sanidad Pública de España, significan supresión de pruebas diagnósticas o largas esperas para las mismas (analíticas, radiológicas, de laboratorio...), así como escandalosas demoras para ser intervenidos quirúrgicamente los pacientes que lo necesitan; cierre de quirófanos, cierre de plantas hospitalarias, reducción de camas, reducción de personal sanitario... Un grave deterioro de la asistencia sanitaria pública. Del derecho a la salud.
Cambiemos de escenario. En una ciudad española hay en la calle una larga cola de hombres y mujeres esperando. Hacen cola ante la sede de una organización asistencial que les dará un paquete con comida para una semana. No son habituales indigentes urbanos ni personas sin techo, tampoco drogadictos ni alcohólicos. Solo personas que han perdido su trabajo. Es la cola de la pobreza. En otras muchas ciudades españolas y europeas, esas colas del hambre han crecido el último año.
Son consecuencias reales de la austeridad a toda costa para reducir los déficits de cuentas públicas. Como también lo es que en Europa se consolide la existencia de 116 millones de pobres; un escandaloso índice del 23%. O que haya más de 22 millones de parados y esa cifra no se reduzca ni un ápice.
La austeridad implacable en la Unión Europea, por ejemplo, supone que en España más de un millón seiscientas mil personas no reciban prestación por desempleo, subsidio ni ayuda alguna: llevan mucho tiempo sin trabajo y ya no tienen derecho a nada. O que aumenten los nuevos pobres, como los denominan Cruz Roja y Cáritas. Personas que no son de familias desestructuradas ni sufren alcoholismo o drogadicción. Personas que han perdido el trabajo, su medio de vida. No pueden alimentarse adecuadamente ni mantener la casa caliente en invierno, tampoco comprar ropa de abrigo ni pagar el alquiler o el recibo de la luz... Nuevos pobres. Según la Organización Mundial de la Salud, la pobreza genera mala salud y muchas más posibilidades de enfermedad y muerte.
Y hablando de los crímenes de inducción a la pobreza, enfermedad y muerte, los Nobel de economía Stiglitz y Akerlof repiten una y otra vez que no saldremos de la crisis si sus causantes no están en la cárcel. Denuncian que los responsables del desastre económico y social ni siquiera han sido investigados por sus tropelías.
Los responsables de la crisis y de imponer austeridad caiga quien caiga son responsables de delitos. Porque perjudican gravemente a millones de personas, violando sus derechos. Por crímenes económicos contra la humanidad. En los países desarrollados, en los emergentes y en los empobrecidos. Porque han consagrado como intocable que el beneficio económico (su beneficio) está por encima de todo. Y todo vale para lograr ese beneficio. Igual que hacían Al Capone, Lucky Luciano, Frank Costello, Bonanno, Meyer Lansky o Albert Anastasia. De la misma calaña.
Es tiempo de empezar a pedir responsabilidad penal a los responsables de la crisis, a sus cómplices y a quienes impiden salir de la misma imponiendo destructoras políticas de austeridad. Porque esa austeridad supone violaciones de derechos. Y las violaciones masivas de derechos humanos son crímenes.
(*) Periodista y escritor, Centro de Colaboraciones Solidarias