El caso de Bankia y el banco malo
Por Alberto Garzón*
Durante el boom inmobiliario y financiero, cajas y bancos hicieron extraordinarios beneficios. En las entidades privadas se repartieron millones entre los accionistas y en las cajas se destinaron a la Obra Social y a aberrantes remuneraciones para sus directivos. Todo esto cambió cuando estalló la burbuja.
Lo que estaba contabilizado como activos era suelo, viviendas y préstamos que, tras la crisis, nunca volverían a tener el mismo valor. El suelo valorado en 1 millón de euros quizá no valga ahora ni 0,2 millones de euros. La diferencia es lo que se considera una pérdida a declarar o un activo tóxico. Sin embargo las deudas, y pasivo contable en general, siguen valiendo lo mismo. Las entidades están descapitalizadas. Los bancos no reconocen sus pérdidas o sus activos tóxicos, porque si lo hacen tendrán que reconocer una quiebra técnica y el sistema se viene abajo.
Los gobiernos salen a rescatar al sistema financiero. Inyectan liquidez y aprueban ayudas para que bancos y cajas superen sus problemas. El objetivo de los gobiernos es dar tiempo a los bancos para que puedan hacer beneficios suficientes con los que compensar las pérdidas. Esos beneficios se extraen de la llamada explotación financiera a las familias (cobro de comisiones) o del arbitraje con la deuda pública.
Cuando eso ha fallado vienen las “nacionalizaciones”: el Estado se hace cargo directamente. Pero hay varias formas. Está la nacionalización parcial, asumir sólo parte de la propiedad (y por lo tanto la parte proporcional de activo y pasivo). Está la nacionalización total, que es asumir la totalidad de la empresa. Y está el banco malo que significa asumir el activo más malo que exista.
El truco está en que el Estado compra a la entidad el suelo por 1 millón de euros, y luego es el Estado quien intenta venderlo o reconoce la pérdida de valor. De modo que se trata de la forma más terrible de socializar pérdidas.
Las cajas de ahorro encharcadas con la basura de la burbuja inmobiliaria tuvieron que fusionarse para intentar sobrevivir. De siete de ellas nació Banco Financiero y de Ahorros (BFA), que asumió todos los activos (buenos -acciones de Iberia- y malos -el suelo-). Después, la empresa separó los activos y pasivos más buenos del resto y con ellos formó Bankia, que salió a Bolsa, y muchos inversores privados pudieron convertirse en propietarios (comprando a precio de saldo). En BFA quedaron los activos y pasivos más malos, incluida la ayuda del Estado a través del FROB. Esto quiere decir que BFA tiene en su balance una gran cantidad de activos tóxicos, que no valen casi nada respecto a lo que dicen contablemente que valen- y además acciones de Bankia. Si BFA reconociera esas pérdidas, tendríamos una quiebra inmensa. Por eso hace falta tapar el agujero con el capital público, el dinero de todos nosotros.
El sistema financiero está de resaca. Dejar quebrar las entidades es una catástrofe como se comprobó con Lehman Brothers en Estados Unidos. Así que hay que poner dinero público nacionalizando las entidades afectadas. Nada de quedarnos sólo con la basura financiera y dejar los activos buenos a los accionistas privados. Eso es socializar pérdidas y privatizar ganancias, y no es admisible.
Nacionalizando la totalidad de BFA y Bankia, el Estado recupera instrumentos muy útiles para salir de la crisis. Por ejemplo, recupera participación en empresas industriales -como Iberia- y adquiere activos inmobiliarios que puede utilizar para crear un stock de viviendas públicas de alquiler barato para comenzar a resolver el problema de la vivienda en España.
Eso requiere establecer un modelo de gestión distinto al visto en las cajas de ahorro: unos criterios sociales y de financiación de la economía productiva que sean eficaces para poner en marcha un plan estratégico de salida social a la crisis.
¿El problema? Que incluso aunque el sistema financiero sea público, no podrá mantenerse vivo si la economía no crece. El sistema financiero se alimenta de los ingresos que genera la actividad económica. Ni el Estado, ni las empresas ni las familias devuelven los préstamos si no reciben ingresos. De modo que el sistema financiero está condenado a ser un cáncer mientras sea privado y no crezca la economía.
Por eso incluso la nacionalización de la banca es insuficiente para salir de la crisis.
*Economista
Centro de Colaboraciones Solidarias