La nueva deuda del siglo XXI
Por Humberto Campodónico
En la década del 80, el pago de la deuda externa era el principal problema de los países en desarrollo. Numerosos informes se hacían todos los años, estimando el monto de los pagos, lo que se discutía en múltiples conferencias internacionales. Para los países industrializados, el "problema" era que los deudores paguen, mientras que para nosotros el "problema" era cómo pagar. El resultado fue la década perdida de los 80, pues los países en desarrollo realizaron una masiva transferencia de recursos al exterior .
Desde mediados de los 90, ha entrado en escena el Cambio Climático (CC). Ya no se trata de un "problema" de los países en desarrollo, sino de un tema global. Para resolverlo e necesitan también recursos financieros. Según el secretariado de la Convención para el CC de Naciones Unidas, las inversiones y los flujos financieros necesarios para que las emisiones no agraven el calentamiento global actual se sitúan alrededor de US$ 200,000 millones de aquí al 2030, es decir, US$ 8,500 millones anuales.
Sin embargo, los montos que hoy se destinan al combate contra el CC son mínimos : más o menos US$ 275 millones anuales provenientes de lo acordado en Kioto (Mecanismo de Desarrollo Limpio), mientras que las contribuciones bilaterales solo llegan a US$ 100 millones anuales. La desproporción es de 22 a 1.
El problema se agrava porque ese cálculo no incluye los costos de la adaptación al CC de los países más afectados, vale decir los países pobres. Ejemplos concretos de la "adaptación" —nuevo término de la jerga ambientalista— son : "en Sudáfrica, los agricultores se ven obligados a vender su ganado y plantar cultivos de maduración más rápida debido a que las lluvias son cada vez menos frecuentes y más erráticas. En Bangladesh, los campesinos están creando huertas flotantes para proteger sus cultivos de las inundaciones". (Adaptarse al cambio climático, Informe 104, Oxfam-Intermón). En el Perú hay efectos negativos en la pesca, en la agricultura (plagas en el algodón), reducciones de la temperatura en el valle del Mantaro, deshielos de los glaciares y disminución a largo plazo de la disponibilidad de agua, entre otros (ver Informe de Oxfam, 2008).
Los costos de adaptación ya han sido estimados. Según el Banco Mundial se requerirán entre US$ 10,000 y US$ 40,000 millones anuales, adicionales (ojo) a los US$ 8,500 millones anuales para que "todo siga igual". Oxfam estima que los costos ascenderán a US$ 50,000 millones anuales como mínimo.
Aquí el primer problema es situar las responsabilidades. Para Joan Martínez Alier, economista "ambientalista" catalán, existe una nueva deuda, la deuda ecológica : los países industrializados son los causantes de las excesivas emisiones históricas y actuales de dióxido de carbono. Por tanto, son ellos quienes deben pagar. Los países en desarrollo no deben aceptar préstamos para la adaptación, pues asumirían una deuda de la cual no son responsables.
Ante la magnitud del problema han comenzado a aparecer propuestas de "nuevas formas de financiamiento" : impuestos a los billetes aéreos, impuesto al petróleo, impuesto Tobin a las transacciones financieras. El gobierno mexicano ha planteado un Fondo Mundial para el CC, donde todos los países deben contribuir de acuerdo con sus responsabilidades. También está sobre el tapete la gratuidad de la tecnología para combatir el CC (es cara y tendría que ser adquirida por los países pobres) y que las normas de propiedad intelectual de la OMC no se apliquen para los casos de CC.
Como se aprecia, los "nuevos problemas globales" del siglo XXI superan largamente a los de la deuda externa. En la conferencia organizada por Coopération Sud en París ("¿Qué régimen multilateral para después del 2012?") se hizo énfasis en señalar que deben ser encarados desde un enfoque que unifique la temática del desarrollo con la del medio ambiente, pues ambas están íntimamente ligadas. Este importante desafío para salvar a nuestro planeta va a encontrar ahora nuevos escollos en la crisis financiera de EE. UU. y la recesión global. La herencia neoliberal nos va a costar muy caro.
Todos los artículos del autor pueden ser leídos en: www.cristaldemira.com
Sin embargo, los montos que hoy se destinan al combate contra el CC son mínimos : más o menos US$ 275 millones anuales provenientes de lo acordado en Kioto (Mecanismo de Desarrollo Limpio), mientras que las contribuciones bilaterales solo llegan a US$ 100 millones anuales. La desproporción es de 22 a 1.
El problema se agrava porque ese cálculo no incluye los costos de la adaptación al CC de los países más afectados, vale decir los países pobres. Ejemplos concretos de la "adaptación" —nuevo término de la jerga ambientalista— son : "en Sudáfrica, los agricultores se ven obligados a vender su ganado y plantar cultivos de maduración más rápida debido a que las lluvias son cada vez menos frecuentes y más erráticas. En Bangladesh, los campesinos están creando huertas flotantes para proteger sus cultivos de las inundaciones". (Adaptarse al cambio climático, Informe 104, Oxfam-Intermón). En el Perú hay efectos negativos en la pesca, en la agricultura (plagas en el algodón), reducciones de la temperatura en el valle del Mantaro, deshielos de los glaciares y disminución a largo plazo de la disponibilidad de agua, entre otros (ver Informe de Oxfam, 2008).
Los costos de adaptación ya han sido estimados. Según el Banco Mundial se requerirán entre US$ 10,000 y US$ 40,000 millones anuales, adicionales (ojo) a los US$ 8,500 millones anuales para que "todo siga igual". Oxfam estima que los costos ascenderán a US$ 50,000 millones anuales como mínimo.
Aquí el primer problema es situar las responsabilidades. Para Joan Martínez Alier, economista "ambientalista" catalán, existe una nueva deuda, la deuda ecológica : los países industrializados son los causantes de las excesivas emisiones históricas y actuales de dióxido de carbono. Por tanto, son ellos quienes deben pagar. Los países en desarrollo no deben aceptar préstamos para la adaptación, pues asumirían una deuda de la cual no son responsables.
Ante la magnitud del problema han comenzado a aparecer propuestas de "nuevas formas de financiamiento" : impuestos a los billetes aéreos, impuesto al petróleo, impuesto Tobin a las transacciones financieras. El gobierno mexicano ha planteado un Fondo Mundial para el CC, donde todos los países deben contribuir de acuerdo con sus responsabilidades. También está sobre el tapete la gratuidad de la tecnología para combatir el CC (es cara y tendría que ser adquirida por los países pobres) y que las normas de propiedad intelectual de la OMC no se apliquen para los casos de CC.
Como se aprecia, los "nuevos problemas globales" del siglo XXI superan largamente a los de la deuda externa. En la conferencia organizada por Coopération Sud en París ("¿Qué régimen multilateral para después del 2012?") se hizo énfasis en señalar que deben ser encarados desde un enfoque que unifique la temática del desarrollo con la del medio ambiente, pues ambas están íntimamente ligadas. Este importante desafío para salvar a nuestro planeta va a encontrar ahora nuevos escollos en la crisis financiera de EE. UU. y la recesión global. La herencia neoliberal nos va a costar muy caro.
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