Humberto Campodónico

Se ha hablado mucho esta semana acerca de las declaraciones del Presidente Humala de exportar gas a Chile “cuando estén satisfechas las necesidades del mercado interno”. Luego, diversos analistas y expertos opinaron sobre si se debe exportar gas o electricidad, si se paga o no “buen precio”. Y así.

Lo primero, nos guste o no (y no nos gusta) es que la Constitución y la Ley de Hidrocarburos (Ley 26221) del 2003 señalan que las moléculas de los hidrocarburos le pertenecen a la Contratista, que hace con ellas lo que su Directorio decida. Así, en el 2005 decidieron que el Lote 88 —cuyas reservas estaban destinadas exclusivamente para el mercado interno— sirvan de garantía para las exportaciones del Lote 56, política ampliamente cuestionada, pero que se mantiene hasta hoy.

Hay que agregar que los gobiernos peruanos aprobaron leyes y decretos supremos para tales fines. ¿Por qué? Porque no se considera que el Estado debe tener un rol rector en el abastecimiento y la seguridad energética, pues este es “un negocio más” y los privados tomarán las decisiones que más convienen para sus intereses los que, por alguna mano invisible, coincidirán con las del país. ¿Es que se puede ser tan ingenuo?

El contrato firmado en el 2007 por Repsol con la Comisión Federal de Electricidad (CFE) de México para exportar gas del Lote 56 es la expresión más “pura” de esta “idea”. Repsol venderá 4.2 TCF de Gas Natural Licuado (GNL) por 15 años al 91% del precio del Henry Hub (HH) de EE.UU.

¿Intervino en ese contrato el Estado peruano? No. Y tampoco intervino en el contrato entre Peru-LNG y Repsol, mediante el cual la primera (que licuefacta el gas en Pampa Melchorita) otorgó a la segunda la exclusividad en la comercialización del GNL.

¿Cuál es el problema acá? Que el precio en el HH ha tenido un bajonazo desde el 2009, a tal punto que el precio al cual México compra el gas es inferior al del mercado peruano. Esto porque las innovaciones tecnológicas ahora permiten extraer gas esquisto (“shale gas”, en inglés) en EE.UU. en grandes cantidades: estas ventas ya superan a las del gas natural convencional en ese país.

La pregunta es, entonces, ¿cómo así Repsol no tomó las garantías contractuales correspondientes para protegerse de una baja de precios, algo común en  los hidrocarburos? ¿Cómo así comprometerse a un precio indesligable del HH para los próximos 15 años? ¿Se podía hacer algo distinto?

Sí. En Europa (y España con Argelia), la negociación de GNL tiene larga data. No solo eso. La Agencia Internacional de Energía de la OCDE estableció una regla según la cual el valor del gas entregado al consumidor final debía aproximarse al precio del petróleo en el mercado (1). Esto para garantizar que el importador no pague más que el precio del petróleo (sustituto del gas natural) y que el exportador tampoco se aleje de ese precio (ni hacia arriba ni hacia abajo). Alrededor de ese parámetro, las partes negocian.

Si esto es así —y lo es—, ¿cómo entender que no se tome en cuenta el precio de equilibrio? Solo se entiende si una de las partes quiere cerrar el negocio a cualquier precio y asegurarse un mercado (con un gas que no es suyo). Y quizá por eso también se comenzó a reexportar el gas que iba a Manzanillo redirigiéndolo a Europa y Japón (donde el precio es mayor), lo que fue descubierto por Perupetro el año pasado y está actualmente en litigio en el CIADI del Banco Mundial.

La cuestión es que los precios de exportación a México siguen siendo el 91% del HH, cuya cotización es US$ 3.66/MMBTU. Pero como a México todavía le falta gas, la CFE acaba de firmar un contrato con Trafigura en que “las cotizaciones por los cargamentos adjudicados quedaron por debajo del factor máximo aceptable para CFE, por lo que representan, a precios de hoy, un promedio de US$15.84/MMBTU por cargamento” (Boletín de Prensa 051, Secretaría de Energía de México, 13/05/2013).

Así, México va a pagar dos precios: uno, alto, a Trafigura y otro, bajito, a Repsol por nuestro gas. Agreguemos que la producción del Lote 56 —que se exporta a precios de remate— supera a la del Lote 88, tanto en el 2012 como en el 2013. ¿Lobo qué estás haciendo?

En el Perú, el contratista es el dueño de la molécula. Y los gobiernos son mirones de palo —porque quieren— que nada tienen que hacer en la política energética y/o la exportación. Lo que es inaceptable.


(1) Energía: Economía y Políticas, Jacques Percebois y Jean-Pierre Hansen, De Boeck Editores, 2011 (p. 262).


Fuente

www.cristaldemira.com, 30-09-2013


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