Perú-Chile: Inversiones asimétricas y conflictos
Por Humberto Campodónico
Hace dos semanas, en un foro realizado en Santiago, el ministro de Comercio Exterior Martín Pérez dijo que “las inversiones peruanas en Chile sumaban ya US$ 2,500 millones”. Agregó que “estas se podrían duplicar en los próximos cinco años, con lo que llegarían a US$ 5,000 millones” (www.peru.com, 30/10/09).
Como las inversiones chilenas directas acumuladas en el Perú suman US$ 7,203 millones, es que claro las cifras de Pérez —y sus proyecciones— apuntan al siguiente objetivo: las inversiones de Perú en Chile se estarían acercando a las chilenas en Perú, lo que disminuiría la asimetría que existe actualmente.
Por lo tanto, la primera pregunta es: ¿de dónde obtuvo el ministro Pérez la cifra de US$ 2,500 millones? Hemos revisado las estadísticas chilenas sobre inversión extranjera y estas dicen lo siguiente. Primero, bajo el DL 600 (ver www.direcon.cl, estas inversiones implican un convenio entre la empresa y el Estado, que otorga estabilidad tributaria y otros incentivos y garantías) las inversiones peruanas en Chile, a diciembre del 2008, son US$ 23 millones.
El segundo régimen es el Capítulo XIV (no implica convenio con el Estado). Lamentablemente, solo existen cifras desagregadas para las inversiones de los países más importantes y no figura el Perú. Pero en este caso nos ayuda el propio Pérez (ejecutivo del Grupo Romero), quien declaró: “Los mayores inversionistas peruanos en Chile son el grupo Brescia, Dionisio Romero (que participa en el banco BCI), el grupo Wong (accionista de Cencosud), además de empresarios gastronómicos” (29/10/04, www.americaeconomia.com).
Vamos por partes: el grupo Brescia ha comprado al Grupo Lafarge la cementera Melón en US$ 565 millones. El Grupo Wong tiene invertidos US$ 200 millones (del dinero que recibió por Wong) en Cencosud. El Grupo Romero, a través de Inversiones BCP, tiene el 6.47% del banco BCI (Grupo Yarur), lo que representa más o menos US$ 200 millones (Memoria BCI 2008, www.bci.cl).
Esto da US$ 965 millones. Falta aquí la inversión en restaurantes, la que a todo dar podría sumar US$ 40 millones más (y eso).
Pero, ojo: la inversión del BCP y de Wong (US$ 400 millones) no es inversión directa (en activos físicos, como la de Ripley, Falabella, Primax y LAN, por ejemplo) sino de portafolio (acciones). Si sumáramos la inversión chilena de portafolio en el Perú, el total superaría ampliamente los US$ 7,200 millones.
La cuestión es que cuando las inversiones son fuertemente asimétricas la preocupación del país con mayores inversiones se orienta a protegerlas, como lo ha señalado muy claramente Alan Fairlie: en lugar de que las inversiones lleven a la convergencia (en abstracto) pueden llevar a conflictos.
Por eso en el capítulo de inversiones del TLC Perú-Chile se ha puesto lo que Chile quiere: si existiera conflicto entre el Estado y un inversionista, este se resolvería con arbitraje internacional (Capítulo XI). Eso rige para los dos países, claro, pero interesa más al que tiene mayores inversiones (ya no habría más casos Lucchetti).
Es en ese marco que se instala la doctrina Pinochet sobre el rol de las FF. AA., lo que nos da mayores luces sobre las razones de fondo que explicarían el caso del “espía peruano”. Lo que quiere decir que si las inversiones asimétricas se mantienen —como sigue sucediendo a pesar de lo que dice Martín Pérez— aumenta la posibilidad de conflicto. Que es lo que tenemos ahora.
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