Si el planeta fuera un banco...
Por Humberto Campodónico
La crisis financiera de los EE. UU. —que desembocó en una crisis económica global— y la crisis del medio ambiente son los dos hechos mayores del año que termina. Cuando se aprecian las políticas con que ambas han sido enfrentadas, fácilmente se aprecian dos varas y dos medidas.
La crisis financiera tuvo una respuesta inmediata a través de los bancos centrales. En EE. UU. se destinaron US$ 700,000 millones, primero, y US$ 250,000 millones, después, para el rescate del sistema bancario. Buena parte fue destinada a “garantizar” las malas deudas de los bancos, dejando casi intacta su propiedad en manos de sus dueños. Además, se garantizó deuda bancaria por US$ 350,000 millones.
Con cantidades similares (en % del PBI) los países de la Unión Europea “rescataron” a sus bancos, destacando el Reino Unido, donde un reciente informe de la Oficina Nacional de Auditoría (NAO) pone la cifra en US$ 210,000 millones (Banks bailout to cost taxpayer £131bn, www.guardian.co.uk, 04/12/2009). En el Reino Unido, a diferencia de EE. UU., el gobierno controla buena parte de las acciones (el 84% en el Banco de Escocia).
Aparte vienen los Planes de Estímulo Fiscal. En total, según la OCDE, se han comprometido US$ 1.35 billones, con EE. UU. en el primer lugar con US$ 804,000 millones (ver Cristal de Mira, Sin el Estado no habría “brotes verdes”, 12/09/2009). Además están los “estabilizadores automáticos” (seguros de desempleo y donación de alimentos, entre otros), que suman decenas de miles de millones de dólares. Conclusión: sin la masiva ayuda del Estado habría habido colapso del capitalismo de Reagan y Thatcher de los años 80 en adelante (que desbancó a las “economías mixtas” del Estado de Bienestar). La tímida recuperación económica que se aprecia hoy es producto de ese enorme salvataje, primero financiero y, luego, fiscal.
No ha sucedido lo mismo con el calentamiento global provocado por los gases de efecto invernadero desde la Revolución Industrial (fines del Siglo 18), lo que es responsabilidad central de los países industrializados. No es el caso retomar en este artículo todo el debate, pues lo que interesa ahora es “el costo del salvataje del planeta”.
Eso no es fácil porque, primero, hay que establecer cuánto se necesita y qué países (y mecanismos) lo van a financiar; luego quién lo administra y, finalmente, cómo y dónde (en qué países y sectores) se va a gastar, así como el cronograma del gasto. La cuestión es que ha habido cuatro años de negociaciones y no ha habido ningún acuerdo para subrayar la “complejidad del asunto”. ¿Por qué? Porque no hubo voluntad política. Pero cuando se trata de los bancos y de la economía, los planes salen “al instante”, a pesar de que también son bastante complejos.
Dicho esto, el informe realizado en el 2006 por Nicholas Stern para el gobierno del Reino Unido dice que si no se hace nada habría una pérdida anual del 5% del PBI mundial (US$ 2.5 billones), mientras que lo mínimo necesario para el salvataje llega al 1% anual del PBI mundial (US$ 500,000 millones). ¿Cuál es el “compromiso” del “Acuerdo” de Copenhague? Del 2010 al 2012 se gastarían US$ 10,000 millones anuales, llegando a US$ 100,000 millones al 2020.
Como se aprecia, lo “acordado” (que tampoco es vinculante) es una gota de agua de lo que se requiere para el “salvataje” del planeta. Allí se ven las dos varas y las dos medidas para estas dos crisis globales. La frase de Hugo Chávez —“si el planeta fuera un banco, ya lo habrían salvado”— expresa con contundencia la realidad (no importa acá si tiene la legitimidad para decirla, dada la naturaleza petrolera de la economía venezolana) de los problemas globales del Siglo XXI. Así vamos.
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