Por qué se cayeron los salarios
Por Humberto Campodónico
Hasta mediados de los años 70 la participación de los salarios en el ingreso nacional siempre estuvo por encima de 40%. El punto más alto de la participación salarial fue de 48% hacia 1967-68, siendo el promedio hacia 1950-75 de 44%. De su lado, la participación de las utilidades también se mantuvo estable, siendo en promedio de 22% para el periodo 1950-75, alcanzando su punto más alto hacia 1969, con el 29% del total del ingreso nacional.
De allí en adelante, la participación salarial tiene una tendencia decreciente marcada, sobre todo de 1984 a 1990, pasando de 37 a 28.6% del ingreso nacional. La razón es conocida: la hiperinflación del periodo arrasó, literalmente, con los salarios. Esta tendencia continuó en los 90 debido al “fujishock”, que puso la participación salarial en tan solo 25.4%. Nótese los salarios disminuyen su participación en 25 puntos del ingreso nacional, algo que no sucedió en ningún otro país de la Región.
Con las utilidades sucedió algo distinto, pues estas comenzaron un ascenso gradual desde 1979 cuando saltaron al 32%, llegando al 40% en 1990. Pero su participación también fue afectada por el “fujishock” que la hizo bajar hasta 30.7% en 1994. La contrapartida de los salarios y de las utilidades es la creciente participación de los independientes (que no aparecen en el gráfico), cuya participación también ha venido creciendo en todo el periodo. Como se sabe, en el rubro “independientes” están desde los profesionales hasta los informales, pasando por los empleados del hogar.
Desde 1994 hacia adelante, la metodología empleada para medir la distribución funcional del ingreso cambió, lo que hace que la serie se detenga en ese año. Sin embargo, con la nueva metodología del INEI, la tendencia de la disminución de la participación salarial siguió a la baja, incluso del 2002 al 2008, años de crecimiento, mientras que la participación de los salarios aumentó. Estas tendencias más recientes las hemos analizado en nuestros artículos sobre la “boca del cocodrilo”.
Dice Efraín Gonzales que “la economía peruana tuvo un ciclo de larga duración de aproximadamente 40 años, con una fase expansiva de 1950 a 1975 y otra recesiva a partir de 1976 hasta inicios de los años noventa”. Durante la fase creciente del ciclo, las participaciones fueron estables, “en cambio, en la fase decreciente del ciclo la pugna distributiva fue muy inestable, pero con una tendencia a la concentración por el lado de las ganancias” (Inversión privada, crecimiento y ajuste estructural en el Perú 1950-1995, IEP, Lima).
Así, lo que tenemos de 1976 a 1990 es una especie de “empate político”, en el que no se han revertido aún totalmente las reformas velasquistas, pero se aprecia una tendencia liberalizadora creciente. Este empate es roto por Fujimori quien, en 1990-91, aplica una política de reformas estructurales de corte neoliberal que –engarzadas con el ciclo económico de auge de la economía mundial– ponen al país nuevamente en una fase de crecimiento económico.
Una de las condiciones claves para el relanzamiento del crecimiento desde 1992 es el fuerte deterioro del nivel de los salarios —sobre todo por la hiperinflación, así como por la reforma pro empresarial de las leyes laborales en 1991-92—, lo que permite un fácil aumento de la rentabilidad empresarial. A esto se agregan las privatizaciones de los 90 y, como dice Rosemary Thorp, que –desde principios de los años 60– había una serie de grandes proyectos de exportación primaria que no se habían podido poner en valor debido al clima político imperante.
Esos serían, entonces, los factores que explicarían las razones del deterioro salarial y la sustantiva mejora de las utilidades empresariales en el ingreso nacional. Salvo mejor parecer.
www.cristaldemira.com
Con las utilidades sucedió algo distinto, pues estas comenzaron un ascenso gradual desde 1979 cuando saltaron al 32%, llegando al 40% en 1990. Pero su participación también fue afectada por el “fujishock” que la hizo bajar hasta 30.7% en 1994. La contrapartida de los salarios y de las utilidades es la creciente participación de los independientes (que no aparecen en el gráfico), cuya participación también ha venido creciendo en todo el periodo. Como se sabe, en el rubro “independientes” están desde los profesionales hasta los informales, pasando por los empleados del hogar.
Desde 1994 hacia adelante, la metodología empleada para medir la distribución funcional del ingreso cambió, lo que hace que la serie se detenga en ese año. Sin embargo, con la nueva metodología del INEI, la tendencia de la disminución de la participación salarial siguió a la baja, incluso del 2002 al 2008, años de crecimiento, mientras que la participación de los salarios aumentó. Estas tendencias más recientes las hemos analizado en nuestros artículos sobre la “boca del cocodrilo”.
Dice Efraín Gonzales que “la economía peruana tuvo un ciclo de larga duración de aproximadamente 40 años, con una fase expansiva de 1950 a 1975 y otra recesiva a partir de 1976 hasta inicios de los años noventa”. Durante la fase creciente del ciclo, las participaciones fueron estables, “en cambio, en la fase decreciente del ciclo la pugna distributiva fue muy inestable, pero con una tendencia a la concentración por el lado de las ganancias” (Inversión privada, crecimiento y ajuste estructural en el Perú 1950-1995, IEP, Lima).
Así, lo que tenemos de 1976 a 1990 es una especie de “empate político”, en el que no se han revertido aún totalmente las reformas velasquistas, pero se aprecia una tendencia liberalizadora creciente. Este empate es roto por Fujimori quien, en 1990-91, aplica una política de reformas estructurales de corte neoliberal que –engarzadas con el ciclo económico de auge de la economía mundial– ponen al país nuevamente en una fase de crecimiento económico.
Una de las condiciones claves para el relanzamiento del crecimiento desde 1992 es el fuerte deterioro del nivel de los salarios —sobre todo por la hiperinflación, así como por la reforma pro empresarial de las leyes laborales en 1991-92—, lo que permite un fácil aumento de la rentabilidad empresarial. A esto se agregan las privatizaciones de los 90 y, como dice Rosemary Thorp, que –desde principios de los años 60– había una serie de grandes proyectos de exportación primaria que no se habían podido poner en valor debido al clima político imperante.
Esos serían, entonces, los factores que explicarían las razones del deterioro salarial y la sustantiva mejora de las utilidades empresariales en el ingreso nacional. Salvo mejor parecer.
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