Tablero de Comando para los biocombustibles
Por Humberto Campodónico
En los últimos años se vienen promocionando los biocombustibles como una alternativa energética para la Región, de un lado como sustitutos de los combustibles derivados del petróleo y, de otro, como una alternativa de exportación a los mercados de los países industrializados, sobre todo a EE. UU.
Pero, claro, los biocombustibles compiten con los combustibles fósiles. Veamos la comparación: según el FMI, con un precio del petróleo de US$ 80/barril, el galón de gasolina en EE. UU cuesta US$ 0.34/galón (FMI, Perspectivas Económicas Mundiales 2007). A ese precio, solo el etanol de caña de azúcar de Brasil, y también del Perú, es más barato. Todos los demás cultivos tienen costos mayores. En el caso del biodiesel (siempre con un precio de US$ 80/barril), dice el FMI que ninguno de los cultivos, ya sea la palma aceitera (caso peruano) o el aceite de soya, puede competir con el diesel petrolero.
Los biocombustibles plantean una serie de riesgos. Una de las críticas más serias es que se estarían usando tierras no para producir alimentos, sino para producir estas fuentes de energía alternativa. La otra crítica es que la cantidad de energía que se usa para producir los biocombustibles hace que el balance energético “neto” sea negativo. ¿Entonces?
Varios países han dictado ya una serie de dispositivos legales para reglamentar las mezclas obligatorias de biocombustibles en sus mercados internos. Entre ellos están Argentina, Brasil (país pionero, pues el uso del etanol comenzó hace más de 20 años), Colombia, Paraguay, Perú y Uruguay. En Bolivia, la mezcla ha sido postergada por el actual gobierno, que tiene una posición contraria a su uso.
Por ello, la CEPAL ha propuesto el enfoque “Tablero de Comando de la Gestión Pública”, que incluye los ejes institucional, energético, agrícola, económico, social, industrial y tecnológico. Como punto de partida se debe reconocer que la conducción del desarrollo del mercado de biocombustibles requiere de una autoridad central que tenga a su cargo la conducción de dicho Tablero.
Agregan que eso es indispensable para que haya un avance simultáneo en el crecimiento económico, la protección del patrimonio natural y la equidad social. También que esas políticas no deben adoptarse sin examinar previamente y de manera consistente los impactos que ese desarrollo podría implicar, tanto en el plano agrícola y en el uso de los recursos naturales, como en el plano social, especialmente en su efectivo aporte al combate a la pobreza y su impacto en los precios de los alimentos. Además, las políticas públicas sobre los biocombustibles no deberían descuidar los objetivos nacionales que tienen que ver no solo con la especialización productiva —por ejemplo, la agroexportación— sino con la mayor cobertura energética de la población y la protección del patrimonio natural.
La cuestión es que en el Perú pasa “cualquier cosa”: en el 2009, el precio del biodiesel importado fue más caro que el diesel petrolero, con lo cual se subsidió esa importación para cumplir con la meta de la mezcla del 2%. Y en el caso del etanol, a partir de este año la mezcla del 7.8% será obligatoria, pero no se sabe si la producción nacional será exportada o abastecerá el mercado interno (ver Cristal de Mira, 01/02/2010).
Lo que nos lleva al principio: el más interesado en importar biocombustibles es EE. UU. y se ha dedicado a promocionar esa política como “un negocio más”, sin tomar en cuenta todo el tejido intersectorial que, necesariamente, hace indispensable un “Tablero de Comando” para que no primen los intereses crematísticos de los exportadores e importadores. ¿No es cierto?
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