La batalla del gas nos une a todos
Por Gustavo Espinoza M. (*)
A comienzo de los años 60 la lucha por la recuperación del petróleo se convirtió en una batalla decisiva.
A comienzo de los años 60 la lucha por la recuperación del petróleo se convirtió en una batalla decisiva.
Ella fue el eslabón de la cadena en la lucha antiimperialista de ese entonces y debía culminar con un objetivo definido: la nacionalización de los hidrocarburos y la expulsión de la empresa norteamericana, la International Petróleum Cómpany, que usufructuara de la riqueza del subsuelo de Talara con la complicidad de los regímenes oligárquicos tradicionales.
Con ese propósito, en su momento, se constituyó primero —por iniciativa del Partido Comunista— el Frente de Defensa del Petróleo, liderado por un militar patriota, el general Cesar A. Pando Egúsquiza, de honrosa trayectoria de lucha; y luego, el Frente de Liberación Nacional, destacada experiencia de Frente Unico en nuestro país.
Con esas banderas, en el Perú se procesó un combate arduo cuyo desenlace victorioso fue un hecho que aún se recuerda: el 9 de octubre de 1968, las tropas de la I Región Militar acantonadas en Piura, por disposición del gobierno de Juan Velasco Alvarado, asumieron el control de los yacimientos de La Brea y Pariñas y la empresa imperialista fue expulsada de nuestro suelo.
Se inició así un proceso de profundos cambios sociales de definido corte patriótico y nacionalista, que recibió el apoyo resuelto de los trabajadores y de las fuerzas verdaderamente progresistas y revolucionarias, a la cabeza de las cuales se situó la Central Obrera peruana —la CGTP— de ilustre memoria entre nuestro pueblo.
La confrontación con el Imperio no fue fácil. A las presiones soterradas y a las amenazas crecientes, se sumó la política de "sanciones" esgrimida por la Casa Blanca en el periodo.
La Enmienda Hickenlooper, referida a la cuota azucarera; la Enmienda Pelly y la Enmienda Holland fueron perfiladas contra nuestro país con el propósito de afectar el algodón y la harina de pescado, instrumentos claves —en ese entonces— de nuestra economía.
El proceso de Velasco, sin embargo, se vio frustrado en agosto de 1975 cuando —alentado y auspiciado por la Inteligencia de los Estados Unidos— Francisco Morales Bermúdez logró concertar esfuerzos y derrocar al gobierno revolucionario de la Fuerza Armada para luego retornar el Poder a las fuerzas políticas más reaccionarias que habían envilecido el escenario nacional.
Por su comportamiento en ese periodo de la historia, Jorge Basadre, la opinión más autorizada y solvente de la República, estigmatizó a Morales Bermúdez denominándolo "El felón"
Nadie podría sostener hoy que, mutatis mutandi, se podría hacer lo mismo en el caso del Gas, pero el tema se presta ciertamente para librar una batalla que hoy une a todos los peruanos.
Ella debe- culminar con el más patriótico éxito en aplicación estricta de criterios de soberanía y de protección y preservación de los recursos naturales, indispensables para el progreso y el desarrollo.
Organizar, promover y alentar la lucha en defensa del Gas Peruano constituye un deber esencial en las condiciones de hoy, y a esa tarea debemos abocarnos, con toda la fuerza disponible, haciendo frente a los monopolios y al Imperio.
El tema del gas se ha convertido ya en el centro del debate nacional. Destacados expertos en formulado objeciones a los contratos vigentes y han demandado la revisión de los mismos.
Organismos sindicales, instituciones sociales, partidos políticos y otras entidades, han comenzado a opinar en torno a la materia, haciendo conocer puntos de vista respetables que tomen muy en alto el interés nacional.
Pero, sobre todo, ha sido la realidad la que ha contribuido más a situar el análisis del caso en su verdadera dimensión.
Ocurre, en efecto, que el Perú tiene hoy enormes recursos gasíferos que entrega a consorcios multinacionales para la exportación, pero el gas no llega a las familias peruanas.
Ni los vehículos a gas, ni las cocinas de los hogares peruanos, pueden abastecerse hoy día por la ausencia de ese recurso básico.
Y cuando éste se exige como una clara demanda nacional, las autoridades simplemente se cruzan de brazos porque no disponen de reservas, ni pueden entregar para el efecto de la comercialización interna, el gas programado para la exportación.
Pero además ocurre un segundo fenómeno: el balón de gas que en Venezuela se vende a dos dólares, que en Colombia cuesta cuatro, y que en Chile se cotiza a seis; en nuestro país se expende a doce dólares, sin consideración alguna, y en innegable perjuicio a los peruanos.
¿Qué ha llevado a las autoridades de nuestro país a establecer acuerdos gasíferos tan perjudiciales para el común de nuestra gente?
En primer lugar, su concepción de la política. Para quienes gobiernan nuestro país —y eso es válido para la administración Toledo y la administración García— lo importante son las demandas del "mercado mundial", y no las necesidades propias de nuestro país.
Pero no se trata de un desmedido e incontrolado afán de servicio a la humanidad, el que los guía; sino simplemente un sentido de lucro, que asoma tras los convenios suscritos para la entrega de nuestro recurso energético.
Lo venden afuera, porque resulta rentable a los grandes consorcios adquirirlo aquí a precio bajo, para comercializarlo por todo lo alto en perjuicio de los pueblos.
En segundo lugar, les importa el beneficio que pudieran obtener en tan pingüe negocio, las grandes empresas —Repsol, a la cabeza de ellas— pueden vanagloriarse de alcanzar enormes utilidades con la explotación y exportación del gas peruano, en tanto que se acogen a las liberaciones tributarias en la medida de sus posibilidades.
En general ningún sector productivo peruano ha rendido más que la minería y sus recursos afines, el petróleo y el gas. Las mineras que operan en nuestro país se han llevado al exterior, inmensos recursos; pero se han hecho el gato bravo cuando se les ha querido imponer obligaciones tributarias.
Como en los años de la conquista, el oro y la plata se han convertido en un verdadero botín.
En tercer lugar, porque a los gobernantes de nuestro país les interesa el negocio propio, es decir, el suyo, y se benefician directamente cuando "negocian" contratos con las empresas imperialistas bajo la modalidad de "comisiones operativas" y otros.
En otras palabras, se enriquecen entregando al inversionista foráneo lo que le pertenece al país, es decir, a todos los peruanos.
En la batalla del gas hoy, como en la batalla del petróleo ayer no está en juego sólo la riqueza nacional; sino también la dignidad de los peruanos. Hay que hacer honor a ella.
(*) Del Colectivo de Dirección de Nuestra Bandera / www.nuestra-bandera.com
Con ese propósito, en su momento, se constituyó primero —por iniciativa del Partido Comunista— el Frente de Defensa del Petróleo, liderado por un militar patriota, el general Cesar A. Pando Egúsquiza, de honrosa trayectoria de lucha; y luego, el Frente de Liberación Nacional, destacada experiencia de Frente Unico en nuestro país.
Con esas banderas, en el Perú se procesó un combate arduo cuyo desenlace victorioso fue un hecho que aún se recuerda: el 9 de octubre de 1968, las tropas de la I Región Militar acantonadas en Piura, por disposición del gobierno de Juan Velasco Alvarado, asumieron el control de los yacimientos de La Brea y Pariñas y la empresa imperialista fue expulsada de nuestro suelo.
Se inició así un proceso de profundos cambios sociales de definido corte patriótico y nacionalista, que recibió el apoyo resuelto de los trabajadores y de las fuerzas verdaderamente progresistas y revolucionarias, a la cabeza de las cuales se situó la Central Obrera peruana —la CGTP— de ilustre memoria entre nuestro pueblo.
La confrontación con el Imperio no fue fácil. A las presiones soterradas y a las amenazas crecientes, se sumó la política de "sanciones" esgrimida por la Casa Blanca en el periodo.
La Enmienda Hickenlooper, referida a la cuota azucarera; la Enmienda Pelly y la Enmienda Holland fueron perfiladas contra nuestro país con el propósito de afectar el algodón y la harina de pescado, instrumentos claves —en ese entonces— de nuestra economía.
El proceso de Velasco, sin embargo, se vio frustrado en agosto de 1975 cuando —alentado y auspiciado por la Inteligencia de los Estados Unidos— Francisco Morales Bermúdez logró concertar esfuerzos y derrocar al gobierno revolucionario de la Fuerza Armada para luego retornar el Poder a las fuerzas políticas más reaccionarias que habían envilecido el escenario nacional.
Por su comportamiento en ese periodo de la historia, Jorge Basadre, la opinión más autorizada y solvente de la República, estigmatizó a Morales Bermúdez denominándolo "El felón"
Nadie podría sostener hoy que, mutatis mutandi, se podría hacer lo mismo en el caso del Gas, pero el tema se presta ciertamente para librar una batalla que hoy une a todos los peruanos.
Ella debe- culminar con el más patriótico éxito en aplicación estricta de criterios de soberanía y de protección y preservación de los recursos naturales, indispensables para el progreso y el desarrollo.
Organizar, promover y alentar la lucha en defensa del Gas Peruano constituye un deber esencial en las condiciones de hoy, y a esa tarea debemos abocarnos, con toda la fuerza disponible, haciendo frente a los monopolios y al Imperio.
El tema del gas se ha convertido ya en el centro del debate nacional. Destacados expertos en formulado objeciones a los contratos vigentes y han demandado la revisión de los mismos.
Organismos sindicales, instituciones sociales, partidos políticos y otras entidades, han comenzado a opinar en torno a la materia, haciendo conocer puntos de vista respetables que tomen muy en alto el interés nacional.
Pero, sobre todo, ha sido la realidad la que ha contribuido más a situar el análisis del caso en su verdadera dimensión.
Ocurre, en efecto, que el Perú tiene hoy enormes recursos gasíferos que entrega a consorcios multinacionales para la exportación, pero el gas no llega a las familias peruanas.
Ni los vehículos a gas, ni las cocinas de los hogares peruanos, pueden abastecerse hoy día por la ausencia de ese recurso básico.
Y cuando éste se exige como una clara demanda nacional, las autoridades simplemente se cruzan de brazos porque no disponen de reservas, ni pueden entregar para el efecto de la comercialización interna, el gas programado para la exportación.
Pero además ocurre un segundo fenómeno: el balón de gas que en Venezuela se vende a dos dólares, que en Colombia cuesta cuatro, y que en Chile se cotiza a seis; en nuestro país se expende a doce dólares, sin consideración alguna, y en innegable perjuicio a los peruanos.
¿Qué ha llevado a las autoridades de nuestro país a establecer acuerdos gasíferos tan perjudiciales para el común de nuestra gente?
En primer lugar, su concepción de la política. Para quienes gobiernan nuestro país —y eso es válido para la administración Toledo y la administración García— lo importante son las demandas del "mercado mundial", y no las necesidades propias de nuestro país.
Pero no se trata de un desmedido e incontrolado afán de servicio a la humanidad, el que los guía; sino simplemente un sentido de lucro, que asoma tras los convenios suscritos para la entrega de nuestro recurso energético.
Lo venden afuera, porque resulta rentable a los grandes consorcios adquirirlo aquí a precio bajo, para comercializarlo por todo lo alto en perjuicio de los pueblos.
En segundo lugar, les importa el beneficio que pudieran obtener en tan pingüe negocio, las grandes empresas —Repsol, a la cabeza de ellas— pueden vanagloriarse de alcanzar enormes utilidades con la explotación y exportación del gas peruano, en tanto que se acogen a las liberaciones tributarias en la medida de sus posibilidades.
En general ningún sector productivo peruano ha rendido más que la minería y sus recursos afines, el petróleo y el gas. Las mineras que operan en nuestro país se han llevado al exterior, inmensos recursos; pero se han hecho el gato bravo cuando se les ha querido imponer obligaciones tributarias.
Como en los años de la conquista, el oro y la plata se han convertido en un verdadero botín.
En tercer lugar, porque a los gobernantes de nuestro país les interesa el negocio propio, es decir, el suyo, y se benefician directamente cuando "negocian" contratos con las empresas imperialistas bajo la modalidad de "comisiones operativas" y otros.
En otras palabras, se enriquecen entregando al inversionista foráneo lo que le pertenece al país, es decir, a todos los peruanos.
En la batalla del gas hoy, como en la batalla del petróleo ayer no está en juego sólo la riqueza nacional; sino también la dignidad de los peruanos. Hay que hacer honor a ella.
(*) Del Colectivo de Dirección de Nuestra Bandera / www.nuestra-bandera.com