Aleksandr Dunáev
El efecto combinado del encarecimiento del petróleo y altos impuestos empuja hacia arriba los precios de carburantes en Italia y aumenta en casi 400 euros los gastos anuales de las familias.
En octubre de 2020 un litro de gasolina en Italia costaba menos de 1,4 euros, ahora el precio roza los 1,7 euros, mientras el de diésel pasó de 1,25 a 1,59, un aumento que les está pasando factura a los hogares italianos. Según la asociación Codacons, que protege los derechos de los consumidores, en términos anuales ahora una familia media debe pagar unos 357 euros más que hace un año.
Sin embargo, el encarecimiento no se limita sólo a los precios de combustibles en las gasolineras. En Italia el 85 por ciento de las mercancías se transporta con vehículos, con lo cual el italiano medio también deja cada vez más dinero en las cajas de los supermercados.
EFECTOS SOBRE LOS CONSUMIDORES
Como consecuencia, según las estimaciones del Instituto Nacional de Estadística, en septiembre de 2021 más de la mitad del aumento de la inflación, que se aceleró hasta el 2,6 por ciento en términos anuales, una cifra que no se veía desde octubre de 2012, se debe al encarecimiento de carburantes.
"Si suben los precios del combustible, se reduce el poder de compra de los italianos que tienen menos recursos para el consumo; al mismo tiempo, aumentan los costes para las empresas", con lo cual el encarecimiento de carburantes "está destinado a contagiar toda la economía", explica en una nota la Confederación Nacional de Cultivadores Directos.
NO SOLO PETRÓLEO
Los precios de gasolina y diésel crecen en toda Europa, en primer lugar, por el aumento del precio del petróleo, determinado, a su vez, por la recuperación de la economía mundial tras la crisis pandémica. En particular, en Europa los futuros del crudo Brent, que a finales de 2020 costaban poco menos de 50 dólares por barril, ahora alcanzan los 84 dólares.
Sin embargo, los vaivenes del crudo no bastan para explicar, porque en Austria y Eslovenia, que confinan con Italia, la gasolina cuesta un 25 por ciento menos, mientras los franceses ahorran unos 7 céntimos por litro respecto a los italianos.
Estas diferencias se deben a los distintos regímenes fiscales que se aplican a los carburantes. Según destaca la asociación Unión de Energías para la Movilidad, citada por el diario Il Resto del Carlino, paradójicamente "si no se cuentan los impuestos, los precios italianos (de carburantes) son los más bajos de Europa", ya que "la gasolina y el diésel cuestan unos 4-5 céntimos menos respecto a la media europea".
DIECIOCHO TASAS
Pero después llegan los impuestos. El más importante es el de valor añadido (IVA), que representa el 22 por ciento del precio final. Le siguen el impuesto sobre la fabricación de carburantes y otras tasas, una más exótica que la otra, que, en su conjunto, alcanzan 72 céntimos por litro, a saber, el 42 por ciento del precio actual.
Varias están destinadas a cubrir los gastos de reconstrucción después de catástrofes naturales que ocurrieron hace decenas de años, como la inundación de Florencia en 1966 o el terremoto de Irpinia de 1980. Otros se deben a causas geopolíticas, como los 10,6 céntimos que los italianos siguen pagando por la misión de la ONU en la guerra del Líbano de 1982 o la tasa que cubre los gastos de la crisis de Suez en 1956.
Todas estas tasas componen casi dos tercios del precio final, convirtiendo a Italia en el tercer país de la UE con los carburantes más caros, detrás de Países Bajos y Suecia. Un liderazgo muy dudoso para el consumidor que este otoño e invierno se prepara para apretarse el cinturón, ya que, además del encarecimiento de gasolina y diésel, también suben las facturas de la luz y del gas.
La única distracción que le queda al italiano medio, mientras mira como corren las cifras en la pantalla del surtidor, es reflexionar en el gran misterio de los precios de carburantes con sus 18 tasas, algunas de las cuales fueron introducidas cuando ni siquiera había nacido.
Con información de Sputnik