Indignado por monumento a delincuente chileno en la Escuela Naval

Ministro de Defensa condecora al vicepresidente de la Republica y al Jefe del Comando Conjunto de las FF. AA. (y también a Eduardo Dancourt)
Ministro de Defensa acompañado del Primer Vice Presidente de la República, Jefe del CCFFAA y el Comandante General de la Marina en la ceremonia de condecoración

Por Rigoberto Soto A.

 

Nadie le puede sustraer a Grau su sacrificio en los albores de la invasión chilena ni los méritos de ser el único comandante que tenía en sus manos una de las embarcaciones, por no decir la única, más poderosas entre todas las que conformaban la reducida flota peruana para hacer frente al enemigo. Fue un momento doloroso el de Mejillones, un dardo que nos alcanzó el corazón. Los peruanos comenzamos a sufrir con esta pérdida. Dejó sus restos en esas aguas hasta que llegaran los débiles cruceros a recoger sus restos.


Al Comandante General de la Marina de Guerra, Eduardo Dancourt, le importó un bledo la ira que en 1879 generó en los peruanos la pérdida de ese insigne marino y la ira que, en el año 2008, todavía gurdamos aún en este instante, y aceptó con genuflexión intolerable que se develara en la Escuela Naval un busto a un enemigo "para tonificar la amistad con Chile". El Comandante General de la Marina de Guerra de los peruanos se quedó callado la boca; guardó silencio cuando iban a entronizar a Prat en la Escuela Naval. Su infantil argumento de que ello era una orden del "comandante supremo de las fuerzas armadas" no le agrega ni valentía ni honor sino comodidad. Dancourt pudo decir "¡No! Aquí no meten a chileno alguno!" y con ello salía de la Marina de Guerra por el arco del triunfo; lo destinaban al retiro prematuro y podía marchar con la frente en alto y mirando por encima de los hombros a traidores y otros miserables. ¿Qué recibió Eduardo Dancourt a cambio de su silencio? ¡Chapitas!

Esta bacanal de intercambio de piezas metálicas y de plásticos que se colocan en el pecho, en pleno gobierno aprista en el que Luis Giampietri es parte comprometida en su calidad de Primer Vicepresidente de la República, elegido por votación popular para defender a los peruanos de cualquier acechanza contra sus valores y miembro de la Marina de Guerra del Perú. Alguien se ha animado a decir "la excecrable decisión del gobierno aprista y sus autoridades subordinadas de turno" (R. Loret de Mola), seguramente refiriéndose a estas dos piezas que son autoridades y son subordinados de Alan García o quizá para decir que se trató de una imposición del incapaz García en la que ni Giampietri ni Dancourt pudieron decir "¡No, carajo!, ¡aquí no metes a un chileno y si quieres nos puedes botar!"

El silencio es la mala costumbre en la política peruana. El silencio no es otra cosa más que complicidad con un hecho excecrable como, en este caso, levantar monumento a un chileno en el Perú. El silencio es una vívida expresión gallinácea de sometimiento ante una decisión irreflexiva e irresponsable y totalmente contraria a la defensa que tenemos que hacer de nuestros valores, ante el "gobierno aprista y sus autoridades subordinadas de turno". No me vengan con eso de que "hay que respetar" cuando el único que se lo merece es Grau quien, irónicamente, ha sido mancillado por sus hijos.

A sus hijos les dimos preparación para que fueran émulos de su grandeza, los vestimos, los alimentamos, los calzamos, se les asignaron privilegios; pero son irrespetuosos de la memoria del padre común de la Patria. A nosotros los peruanos no nos interesa que fuera amigo de Prat. ¿Para qué escriben una justificación como esa? Casi todos los oficiales de la época, chilenos y peruanos, eran amigos y hasta pelearon juntos en Abtao contra los españoles. Cuando muere Prat era un asqueroso enemigo del Perú. Esto es lo relevante. ¡No callen! ¡Así de claro!

La última reacción noble que defendió los intereses peruanos la dio el ex Alcalde Andrade Carmona, como autoridad, cuando con terco patriotismo sacó de los Pantanos de Villa a los enemigos de siempre enrostrados en la firma Luchetti. En esa oportunidad el Alcalde fue "sentenciado" por los chilenos de Luchetti a que no volvería a ocupar ese puesto y ello se vio en un video donde los chilenos le exigen a Vladimiro Montesinos que se deshaga de Andrade Carmona; "no lo queremos ahí" dijo con toda concha uno de ellos en ese audio-video. Luchetti salió de los Pantanos de Villa y ya no tuvimos un Alcalde como Andrade Carmona, un Alcalde que jamás calló.