Ambiente de una fragmentación masiva
Por José Carlos García Fajardo (*)
Los medios de comunicación nos bombardean con imágenes de un rompecabezas o de un caleidoscopio que no nos permite pensar. Ese es el objetivo, matar el silencio y acelerar los procesos del conocimiento para no darnos tiempo a ponderar, comparar, razonar, escuchar y tomar decisiones libremente, o al menos, de manera responsable. Hace tiempo que la libertad está tan mediatizada por las costumbres inducidas que han logrado amortiguar la sensibilidad. Y esta es imprescindible para actuar como ser humano consciente y responsable.
Pero si alguien o algo o un metralleo incesante nos impiden tomar decisiones, nos aliviarán de la angustia de comprometernos al adormecer nuestra responsabilidad. Y el hombre moderno teme saberse responsable con la misma intensidad que aborrece el vacío.
Si logramos evadirnos de las invasiones mediáticas, de las campañas electorales, del marketing incesante, de la nueva ideología que preconiza que “no tener es pecado”, ya que lo sustentan en la falacia de que “cuanto más, mejor”, en lugar de que “cuanto mejor, más”, de la expansión de reactivados fundamentalismos religiosos que propugnan la obediencia ciega con la falacia de un “paraíso” a futuros, si logramos hacer silencio y ser nosotros mismos en nuestra contingencia radical, veremos que estas bombas de racimo para la destrucción masiva de la mente se encuentran en los fragmentos que señala John Berger a propósito de una carta del subcomandante Marcos, publicada en 1997.
El primer fragmento tiene la forma de un símbolo de dólar y es verde con la indecente leyenda “En este Dios confiamos”, porque la auténtica frase se refiere a “su” Dios, sin ninguna otra posibilidad de trascendencia. Ese fragmento comprende la concentración de la riqueza cada vez en menos manos, mientras la pobreza se expande de forma desesperada.
El siguiente fragmento representa el regreso a la barbarie que precedió a la Revolución Industrial, pero con la radical diferencia de que ahora no hay principios morales ni consideraciones éticas que presidan y controlen su progreso. Este nuevo orden es totalitario y fanático mientras anuncia que lo hace en nombre de la racionalización y la modernización del trabajo.
El tercer fragmento es la emigración forzosa a la que se ven empujados millones de seres y de familias que se sienten tratados como avalancha humana, a pesar de la necesidad que sus aportaciones tienen en las sociedades enriquecidas e industrializadas.
El cuarto fragmento es de forma rectangular como un espejo. Consiste en la interdependencia de bancos y sistemas financieros con los inmensos capitales producidos por el crimen organizado y las evasiones de fortunas que evaden al fisco a paraísos fiscales que mantienen estos mismos países dispensadores de patentes de democracia, de civilización y de divinidades a su servicio.
La pieza siguiente es la represión física de la globalización y del nuevo orden mundial. Los Estados nacionales han perdido su independencia, su iniciativa y su soberanía, aunque se llenen la boca de patria, bandera, espíritu nacional y “sagradas fronteras edificadas con la sangre de nuestros mártires”. Los dirigentes políticos, bajo este nuevo orden imperante, se limitan a administrar lo que les ordenan para mantener la necesaria seguridad que precisan los intereses de las grandes empresas, y sobre todo, para controlar, marcar y vigilar a los excluidos y a los precarios. Porque todavía no pueden eliminarlos en cámaras de gas porque ni producen ni invierten, sólo son cargas para el sistema.
El sexto fragmento, dice Marcos, que tiene forma de un garabato y que está compuesto de fragmentos. Por un lado, el nuevo orden canta las excelencias de la globalización, las fronteras, las distancias mediante la revolución de las comunicaciones y del conocimiento que exigen la implantación de una única ley incuestionable, la del mercado. Que por supuesto está más allá y por encima de cualquier exigencia o norma ética. La ley del mercado no representa la voluntad de Dios sino que es el mismo Dios, “como quiera que lo imagines”. Por otro lado, se multiplican nuevos Estados y la proliferación de fronteras en la antigua URSS, en Yugoslavia y en lo que se avecina después del escándalo de Kosovo. Como escribe Marcos “un mundo de espejos rotos reflejando la inútil unidad del rompecabezas neoliberal”.
Pero existe una séptima pieza en forma de bolsa e integrada por todas las bolsas de resistencia contra el nuevo orden que surgen por todo el planeta. Surgen como hongos, como nueva savia, como cordilleras, volcanes, valles y tsunamis que parecen arrasar pero anuncian nuevos mundos. Aunque no tengan un programa sociopolítico común, ya que aguardan el alumbramiento de un lenguaje nuevo para dar nombre a las cosas. Son diversas, múltiples y complejas pero en su heterogeneidad puede encontrarse la respuesta en forma de esperanza y de interpelación. Lo que tienen en común es su opción por los más pobres, por los excluidos, por los explotados, por los que “sobran” en el proceso de construcción de esa sociedad inhumana sobre la que Marcos en esa carta escribe: “… es necesario hacer un mundo nuevo, un mundo donde quepan muchos mundos, donde quepan todos los mundos”.
(*) Profesor Emérito de la Universidad Complutense de Madrid (UCM)
Director del CCS
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