Benedicto XVI atrae a las masas en París

Pide a los jóvenes dar importancia a la Confirmación

Durante las últimas décadas, en Francia se había visto un creciente materialismo y difusión de ideas anticlericales, hecho que contrasta con la cantidad de gente que convocó la presencia del Papa Benedicto XVI en los exteriores de la catedral de Notre-Dame, donde presidió las vísperas con los sacerdotes, religiosos, religiosas, seminaristas y diáconos franceses, tras una recargada agenda.


Judíos y cristianos

El pontífice recibió ayer en la nunciatura apostólica de París a los representantes de la comunidad judía francesa y reafirmó que “cristianos y judíos tienen una fraternidad que fortificar y vivir" y que "los vínculos de fraternidad constituyen una invitación constante a conocerse mejor y a respetarse". Citó a Pío XI: "Espiritualmente somos semitas", por eso se opone a toda forma de antisemitismo del que no hay justificación teológica aceptable; y a Pío XII, que en una "hora de tinieblas" comprendió que ser antisemitas significa también ser anticristianos. “Siento el deber de rendir un profundo homenaje a todo los que murieron injustamente y a los que hicieron todo lo posible para que los nombres de las víctimas permaneciesen siempre en el recuerdo. ¡Dios no olvida!".


Búsqueda de Dios en las raíces de la cultura europea

Poco después se trasladó al College des Bernardins donde le esperaban 700 representantes del mundo de la cultura francesa, responsables de la UNESCO, de la Unión Europea y algunos miembros de la comunidad musulmana francesa.

La institución fue fundada en 1247 por Étienne de Lexington, abad cisterciense de Claraval, para la formación teológica para los monjes cistercienses. Confiscado durante la Revolución, el edificio se vendió y pasó a través de los siglos por diversas peripecias, hasta que lo adquirió la archidiócesis de París. Después de cinco años de restauración, el edificio, auténtica joya de la arquitectura medieval, se abrió al público el pasado 4 de setiembre. Es sede de iniciativas artísticas, conferencias y reuniones.

El discurso del Papa estuvo dedicado al origen de la teología occidental y de las raíces de la cultura europea. "En la gran fractura cultural provocada por las migraciones de los pueblos y el nuevo orden de los Estados que se estaban formando, los monasterios eran los lugares en los que sobrevivían los tesoros de la vieja cultura y en los que, a partir de ellos, se iba formando poco a poco una nueva cultura", manifestó.

La intención de los monjes no era "crear una cultura y ni siquiera conservar una cultura del pasado. Su motivación era mucho más elemental. Su objetivo era buscar a Dios. En la confusión de un tiempo en que nada parecía quedar en pie, los monjes querían dedicarse a lo esencial; detrás de lo provisional buscaban lo definitivo", sostuvo.

La lengua y la Palabra

Para hacerlo seguían las "señales de pista" con las que Dios indicaba el recorrido. "El camino era su Palabra que, en los libros de las Sagradas Escrituras, estaba abierta ante los hombres. La búsqueda de Dios requiere, por intrínseca exigencia, una cultura de la palabra. En el monaquismo occidental, escatología y gramática están interiormente vinculadas una con la otra. Así, precisamente por la búsqueda de Dios, resultan importantes las ciencias profanas que nos señalan el camino hacia la lengua", sentenció.

"Como en la escuela rabínica, también entre los monjes, el mismo leer del individuo es simultáneamente un acto corporal. La Palabra de Dios nos introduce en el coloquio con Dios" y especialmente en el Libro de los Salmos nos ofrece las palabras con que podemos dirigirnos a Él, presentarle nuestra vida con sus altibajos en coloquio ante Él, transformando así la misma vida en un movimiento hacia Él".

El canto

Sobre la importancia del canto en la vida monástica, Benedicto XVI habló de cómo San Bernardo de Claraval "califica la confusión de un canto mal hecho como un precipitarse en la "zona de la desemejanza", que es el término con que San Agustín describe. Para San Bernardo "la cultura del canto es también cultura del ser y los monjes con su plegaria y su canto han de estar a la altura de la Palabra que se les ha confiado, a su exigencia de verdadera belleza", expresó.

"La misma Palabra de Dios, de hecho, nunca está presente ya en la simple literalidad del texto. Para alcanzarla se requiere un trascender y un proceso de comprensión, que se deja guiar por el movimiento interior del conjunto y por ello debe convertirse también en un proceso vital. Siempre y sólo en la unidad dinámica del conjunto los muchos libros forman "un" Libro, la Palabra de Dios y la acción de Dios en el mundo se revelan en la palabra y en la historia humana”, indicó.

Ora y labora

Observó después que junto al "ora" de la vida monástica, existía también el "labora" y que el "Dios cristiano es también el Creador. Dios trabaja; continúa trabajando en y sobre la historia de los hombres. En Cristo entra como Persona en el trabajo fatigoso de la historia. Dios trabaja y el hombre tiene capacidad y puede participar en la obra de Dios en la creación del mundo. Del monaquismo forma parte una cultura del trabajo, sin la cual el desarrollo de Europa, su ethos y su formación del mundo son impensables".

En Notre-Dame: no tener miedo


Exhortó a los sacerdotes a no tener miedo “de dedicar mucho tiempo a la lectura, a la meditación de la Escritura y al rezo del Oficio divino. Casi sin saberlo, la Palabra leída y meditada en la Iglesia actúa sobre vosotros y os transforma”, subrayó.

A los religiosos, religiosas y todas las personas consagradas, Benedicto XVI les recordó que su “única riqueza, —la única, verdaderamente, que traspasará los siglos y el dintel de la muerte— es la Palabra del Señor. Vuestra obediencia es, etimológicamente, una escucha, ya que el vocablo “obedecer” viene del latín obaudire, que significa tender el oído hacia algo o alguien. Obedeciendo, volvéis vuestra alma hacia Aquel que es el Camino, la Verdad y la Vida. La pureza de la divina Palabra es el modelo de vuestra propia castidad; garantía de fecundidad espiritual”, aseveró.

Los jóvenes y el sacramento de la Confirmación

A la salida de Notre-Dame, una multitud, entre ellos muchos jóvenes, que abarrotaron la plaza, lo aclamaron, a quienes invitó a "meditar en la grandeza del sacramento de la Confirmación, que os introduce en una vida de fe adulta. Es urgente comprender cada vez mejor este sacramento para comprobar la calidad y la hondura de vuestra fe y para robustecerla. El Espíritu Santo os acerca al misterio de Dios y os hace comprender quién es Dios. Os invita a ver en el prójimo al hermano, para vivir en comunión con él, humana y espiritualmente, para vivir, por tanto, como Iglesia. Al revelaros quién es Cristo muerto y resucitado por nosotros, nos impulsa a dar testimonio de Él", exhortó.

"Es urgente hablar de Cristo a vuestras familias y amigos, en vuestros lugares de estudio, de trabajo o de ocio. No tengáis miedo. Tened "la valentía de vivir el Evangelio y la audacia de proclamarlo. Llevad la Buena Noticia a los jóvenes de vuestra edad y también a los otros. Ellos conocen las turbulencias de la afectividad, la preocupación y la incertidumbre del trabajo y los estudios. Afrontan sufrimientos y tienen experiencia de alegrías únicas. Dad testimonio de Dios, porque, en cuanto jóvenes, formáis parte plenamente de la comunidad católica. Quiero deciros que la Iglesia confía en vosotros", remarcó.

El misterio de la Cruz

"Muchos de vosotros lleváis colgada del cuello una cadena con una cruz. También yo llevo una. No es un adorno ni una joya. Es el precioso símbolo de nuestra fe, el signo visible y material de la vinculación a Cristo".

"Para los cristianos, la Cruz simboliza la sabiduría de Dios y su amor infinito revelado en el don redentor de Cristo muerto y resucitado para la vida del mundo, en particular, para la vida de cada uno. La Cruz no es sólo el signo de vuestra vida en Dios y de vuestra salvación, sino también el testigo mudo de los padecimientos de los hombres y, al mismo tiempo, la expresión única y preciosa de todas sus esperanzas".