Benedicto XVI  pide no caer en la idolatría de las apariencias


Hoy sábado, el Papa llegó al Institut de France, fundado en 1795 y que comprende cinco Academias: Académie Française; Académie des Inscriptions et Belles Lettres; Académie des Sciences; Académie des Beaux-arts; Académie des Sciences Morales et Politiques.


Del Institut de France forman parte representantes eminentes de todos los ámbitos del saber humano. En 1992 el entonces cardenal Joseph Ratzinger, prefecto de la Congregación para la Doctrina de la Fe, sucedió en la Academia de Ciencias morales y políticas, como miembro asociado, a Andrei Sakharov, premio Nóbel de la Paz, fallecido en 1989.

A su llegada, Benedicto XVI fue recibido por el canciller del Instituto, Gabriel de Broglie y por el secretario perpetuo de l' Académie Française, Hélène Carrère d'Encausse, que lo acompañaron a la sala de la Cúpula, donde se reúnen los miembros de las cinco Academias. El pontífice descubrió una placa conmemorativa de su visita y pronunció unas breves palabras.

 "Es para mí un gran honor ser recibido esta mañana bajo la Cúpula. No podía venir a París sin saludarles personalmente. Me agrada aprovechar esta feliz ocasión para subrayar los lazos profundos que me unen a la cultura francesa, hacia la que siento una gran admiración".

  "Rabelais dijo: “La ciencia sin la conciencia no es más que ruina del alma. Fue sin duda para contribuir a evitar el riesgo de una semejante dicotomía que, a finales de enero, y por vez primera en tres siglos y medio, dos Academias del Instituto, dos Academias Pontificias y el Instituto Católico de París organizaron un Coloquio interacadémico sobre la cambiante identidad de la persona. Esta iniciativa podría continuar para explorar conjuntamente los innumerables senderos de las ciencias humanas y experimentales".
Misa en la Explanada de los Inválidos


Huid del culto a los ídolos

Benedicto XVI celebró esta mañana a las 10.00 horas, la Santa Misa en la Explanada de los Inválidos, el conjunto monumental formado por el Hospital de los Inválidos, el Museo del Ejército y la Iglesia de San Luis de los Inválidos con el añejo Dôme (Cúpula), donde se encuentran las cenizas de Napoleón Bonaparte.

"La primera carta de San Pablo dirigida a los Corintios —dijo en su homilía ante más de 200.000 personas— nos hace descubrir hasta qué punto sigue siendo actual el consejo dado por el Apóstol. "No tengáis que ver con la idolatría", escribió a una comunidad muy afectada por el paganismo e indecisa entre la adhesión a la novedad del Evangelio y la observancia de las viejas prácticas heredadas de sus antepasados".
 
"Fuera del pueblo de Israel, que había recibido la revelación del Dios único,  el mundo antiguo era esclavo del culto a los ídolos. Los errores del paganismo, muy visibles en Corinto, debían ser denunciados porque eran una potente alienación y desviaban al hombre de su verdadero destino. Impedían reconocer que Cristo es el único Salvador, el único que indica al hombre el camino hacia Dios", señaló.

"Este llamamiento a huir de los ídolos sigue siendo válido también hoy. La palabra "ídolo" viene del griego y significa "imagen", pero también "vana apariencia". El ídolo es un señuelo, pues desvía a quien le sirve de la realidad para encadenarlo al reino de la apariencia".

Añadió: "¿No es ésta una tentación propia de nuestra época, la única sobre la que podemos actuar de forma eficaz? Es la tentación de idolatrar un pasado que ya no existe, olvidando sus carencias, o un futuro que aún no existe, creyendo que el ser humano hará llegar con sus propias fuerzas el reino de la felicidad eterna sobre la tierra. De igual modo, el dinero, el afán de tener, de poder e incluso de saber, ¿acaso no desvían al hombre de su verdadero fin?”.

Pero la condena radical de la idolatría —afirmó el Papa citando a San Juan Crisóstomo, cuya memoria litúrgica se celebra hoy— “no es en modo alguno una condena de la persona del idólatra. Nunca hemos de confundir en nuestros juicios el pecado, que es inaceptable, y el pecador, del que no podemos juzgar su estado de conciencia y que, en todo caso, siempre tiene la posibilidad de convertirse y ser perdonado”.

 Dios nunca pide al hombre que sacrifique su razón. La razón nunca está en contradicción real con la fe. El único Dios, Padre, Hijo y Espíritu Santo, ha creado la razón y nos da la fe, proponiendo a nuestra libertad que la reciba como un don precioso. “Lo que desencamina al hombre de esta perspectiva es el culto a los ídolos, y la razón misma puede fabricar ídolos", sentenció.