Amy Goodman
Otro asesinato en masa, otro tiroteo en el que muchas personas son acribilladas con las balas de un arma adquirida legalmente. Esta vez fue en Oak Creek, Wisconsin, en un templo sij, mientras los fieles se congregaban para su culto semanal. El Presidente Barack Obama declaró el lunes: “Creo que todos reconocemos que este tipo de acontecimientos terribles y trágicos están sucediendo con tanta frecuencia que es preciso que nos detengamos a reflexionar”. Palabras vacías en medio de la masacre. A pesar de que cada día mueren 32 personas por armas de fuego en Estados Unidos, el equivalente a cinco masacres como la de Wisconsin, tanto demócratas como republicanos se niegan a abordar una nueva ley que regule la venta y la posesión de armas. El problema no es el estancamiento político del tema, sino la falta de consenso.
El Secretario de Prensa de la presidencia, Jay Carney, sostuvo: “El Presidente Obama seguirá ordenando a su gobierno que tome medidas basadas en el sentido común, que protejan los derechos consagrados en la Segunda Enmienda, a los ciudadanos que respetan la ley, pero a su vez que hagan cada vez más difícil que determinadas personas, que no deberían tener armas en virtud de las leyes actuales, las obtengan”. Vale la pena mencionar que al realizar esta declaración, Jay Carney, que estaba respondiendo acerca de la intransigencia del Presidente con respecto a fortalecer las leyes de control y regulación de armas, utilizó la expresión “sentido común” cinco veces e invocó la ’Segunda Enmienda” ocho veces. Carney realizó estas declaraciones en la sala de prensa James S. Brady de la Casa Blanca, que lleva este nombre en homenaje a uno de sus predecesores, a quien John Hinckley le disparó en la cabeza en el intento de asesinato del Presidente Ronald Reagan en 1981. Brady sobrevivió y cofundó, junto a su esposa, la Campaña Brady para Prevenir la Violencia con Armas. Luego de cada una de estas masacres, la Campaña Brady ha llamado a que se fortalezca el control de armas.
Este último asesinato en masa muy probablemente se haya tratado de un crimen de odio, perpetrado por Wade Michael Page, un veterano del ejército de Estados Unidos de raza blanca que tenía 40 años de edad, estaba vinculado a grupos de supremacía blanca y era miembro de grupos de rock skinheads. Page se crío en Littleton, Colorado, la ciudad donde, en 1999, Eric Harris y Dylan Klebold conspiraron y llevaron a cabo su plan de asesinato en masa en la secundaria de Columbine. Page sirvió en el Ejército de Estados Unidos de 1992 a 1998, reparó sistemas de misiles y más adelante se especializó en el área de “operaciones psicológicas”, aunque no está claro en calidad de qué, primero en Fort Bliss, Texas y luego en Fort Bragg, Carolina del Norte.
Page fue dado de baja del Ejército de Estados Unidos sin honores, lo que es peor que ser dado de baja con honores, pero no tan grave como la baja por conducta deshonrosa. Los informes sugieren que tenía problemas de alcoholismo y fue arrestado varias veces por conducir ebrio. Recientemente había perdido su empleo como camionero por el mismo motivo, lo que quizá haya acelerado la pérdida de su casa por ejecución hipotecaria. Es probable que Page fuera una persona perturbada, y lo cierto es que no era ningún desconocido. Luego de la masacre, la agente especial del FBI Teresa Carlson, de Milwaukee, le dijo a la prensa: “Es posible que haya referencias a él en varios expedientes y eso está siendo analizado en este momento. Sin embargo, no tenemos motivos para creer, al menos por lo que sé ningún órgano de las fuerzas policiales tenía motivos para creer, que estaba planeando o conspirando algo ni que era capaz de una violencia tan extrema”.
Wade Page era un miembro destacado de la escena musical neonazi. El Centro Legal del Sur contra la Pobreza, que releva grupos de odio de derecha, lo conocía, e incluso fue entrevistado por el profesor adjunto de criminología de la Universidad de Nebraska en Omaha, Pete Simi, entre 2001 y 2003. A pesar de sus arrestos, a pesar de su historial como miembro de grupos de odio, Page pudo ingresar a una armería y comprar libremente y de manera legal una pistola automática de 9mm, según cuenta el dueño de la tienda. El problema aquí es el hecho de que esto sea legal.
Como si ambos hechos estuvieran coordinados, dos días después de la masacre perpetrada por Page en Wisconsin, Jared Loughner compareció ante un tribunal y se declaró culpable de asesinato por haber llevado a cabo el tiroteo de 2011 en Tucson, Arizona, que dejó un saldo de seis personas muertas y muchas más heridas, entre ellas la ex congresista Gabrielle Giffords. A Loughner se le había diagnosticado esquizofrenia y pasará el resto de su vida en prisión. Patricia Maisch es una de las sobrevivientes del tiroteo. Cuando Loughner fue reducido aquel día de enero de 2011, Maisch tomó el cartucho de gran capacidad que Loughner estaba utilizando para recargar su arma. Maisch y otros dos sobrevivientes del tiroteo lanzaron una campaña junto con el grupo Alcaldes Contra las Armas Ilegales para exigirles al Presidente Obama y al gobernador Romney que diseñen un plan para abordar el problema de las armas en el país.
Al día siguiente de la masacre de Wisconsin hablé con Gurcharan Grewal, presidente de la Sociedad Religiosa Sij de Wisconsin.
Me dijo: “El problema, en definitiva, tiene que ver con el control de la venta de armas. No sé cuándo vamos a tomar esto en serio, no sé cuántas más vidas tendrán que perderse para que se tomen medidas”.
Ni Obama ni Romney consideran que una mayor regulación del comercio y la posesión de armas sea la respuesta. Será necesario un movimiento para hacerlo posible.
Denis Moynihan colaboró en la producción periodística de esta columna.
© 2012 Amy Goodman
Texto en inglés traducido por Mercedes Camps. Edición: María Eva Blotta y Democracy Now! en español, Esta dirección de correo electrónico está siendo protegida contra los robots de spam. Necesita tener JavaScript habilitado para poder verlo.