Nueve años después de los atentados del 11 de setiembre de 2001 en los EE. UU. siguen surgiendo serias dudas de diversos profesionales que cuestionan la versión oficial proporcionada por el gobierno estadounidense, el cual asegura que se trató de un atentado terrorista perpetrado por Osama Bin Laden y al-Qaeda.
Diversos físicos ya habían planteado por ejemplo, que era imposible que haya impactado un avión contra el Pentágono, pues no hubo ningún rastro de avión en la zona. Otros señalan que las dos torres no se derrumbaron a causa de los aviones que se estrellaron, sino que cayeron por explosiones controladas. Además, no hay explicación para la caída de un tercer edificio, el WTC7, que no fue atacado (ver Arquitectos demandan investigar los atentados del 11 de setiembre y Torres Gemelas y 11 de setiembre: Nueva y clara explicación).
Si hubo un tercer avión que fue desviado por los pasajeros y no logró atacar su objeitvo, ¿era este objetivo el WTC7? ¿Quién colocó las cargas explosivas controladas que derrumbaron al WTC7, que estallaron con escasa diferencia de tiempo frente a los otros dos edificios? Aparentemente no habían previsto la sublevación de los pasajeros de este avión... pero el edificio se derrumbó solo...
Estos atentados sirvieron para aterrorizar a los estadounidenses y al mundo y justificar la invasión de Afganistán en 2001 y después de Irak en 2003.
Tenemos también que Bin Laden fue creado por la CIA, fue agente y posiblemente lo siga siendo, como dicen varios, pues hasta ahora no lo capturan, porque sirve a la necesidad de mantener latente la amenaza de terror en la población una y otra vez. Todos sabemos que los gobernantes utilizan al terrorismo para ejecutar medidas totalitarias. Por otro lado al-Qaeda ahora es una organización desarticulada, de la cual en la práctica sólo queda el nombre. De cuando en cuando diversas organizaciones se atribuyen amenazas y atentados en su nombre.
Otras sombras de serias dudas recaen sobre el gobierno de George W. Bush. Fue cuestionado por dejar salir a los familiares de Bin Laden, que son prominentes empresarios petroleros y socios de Bush, cuando tras los atentados quedó terminantemente prohibido salir de ese país.
También es sospechosa la reacción de Bush cuando le informaron que acababan de atacar a las torres gemelas: continuó distrayéndose con unos niños en una escuela (ver vídeo aquí). ¿Acaso sabía que los ataques se iban a perpetrar y por eso no mostró el más mínimo rasgo de sorpresa, por lo menos, ni la acción inmediata que correspondería a un jefe de estado? Estas son las principales dudas en torno a los atentados, aunque la lista es larga.
Afganistán y geopolítica
Desde tiempos de Mc Mahon (e incluso antes), el cual sostenía que quien controla el Asia Central controla al mundo, esta región fue muy apetecida por las potencias expansionistas, por eso Hitler pretendió dominarla invadiendo primero a Rusia.
Afganistán se encuentra en una posición crítica en la geopolítica del Asia Central, donde es importante en especial para Rusia, China, India e Irán. Es una zona crucial para el tránsito de productores a compradores de petróleo y gas natural. Los EE. UU. tienen interés en mantener bases y tropas en Afganistán también para tener acceso a las reservas de uranio del Asia Central, además, dado el caso, serían un punto de ataque contra Rusia y China.
Una razón importante para la invasión de Afganistán es también controlar el paso del gas y neutralizar a Rusia, China e Irán, país que así no puede exportar su gas a India.
Por otro lado otros analistas indican el interés de los EE. UU. en propiciar la producción y tráfico de drogas, opio, en Afganistán. (1)
Energía para el futuro
Las invasiones a Afganistán e Irak habrían también sido parte de plan de apropiarse de países con las reservas más importantes de energía para el futuro: petróleo y litio, elemento esencial para los autos eléctricos.
Pero si Arabia Saudita y Kuwait tienen grandes reservas de petróleo, ¿por qué no atacaron a esos países? Porque allí hay gobiernos títeres de los EE. UU., por lo cual no hace falta invadirlos. Rusia también tiene grandes reservas de petróleo, pero es muy fuerte para invadirla. Por eso otras tres presas apetecibles contra las cuales los EE. UU. despliegan su campaña son Irán (por su petróleo), Venezuela (petróleo y gas) y Bolivia (que junto con Afganistán posee las reservas más importantes de litio).
Armas
Por otro lado, las invasiones de Irak y Afganistán no sólo han servido a los EE. UU. para probar muchos tipos de armas, incluso químicas (que hasta cánceres están causando), sino para incrementar las ganancias de sus industrias de armamento, cuyos dueños constituyen un poder real en ese país.
Afganistán, el litio
A decir verdad, resulta difícil pensar que al-Qaeda sea capaz de perpetrar estudiados y precisos atentados contra una potencia como los EE. UU., que puede enviar artefactos más allá del sistema solar y cuenta con el mejor servicio de inteligencia del mundo, aun con la ayuda de extremistas islámicos que pudieron estudiar en Europa. Pero el pretexto de que Bin Laden se escondió en Afganistán fue perfecto
Este año el gobierno estadounidense reveló el descubrimiento de un gran yacimiento de litio en Afganistán (ver Descubren inmenso yacimiento de litio en Afganistán). ¿Recién lo descubren? No es creíble. Lo más probable es que ahora lo revelen porque creen tener ya a ese país bajo control. Además, hace décadas existe tecnología, por ejemplo, para detectar la composición química de estrellas lejanas, ¿acaso no es más fácil explorar en la misma Tierra?
Si todo esto huele a conspiración, es probable que el poder oscuro en los EE. UU. haya planificado invadir Afganistán para apoderarse después de estos yacimientos a través de un gobierno títere.
Irak
La mayoría concuerda en que Irak fue atacado por el petróleo. Que Saddam Hussein no tuvo armas de destrucción masiva (que fue el pretexto para invadir) ahora lo admite hasta el mismo Tony Blair, socio de Bush en sus invasiones.
Recientes indicios apuntan a que uno de los científicos más importantes del grupo que inspeccionó Irak antes de la invasión de 2003, David Kelly, fue asesinado por cuestionar la existencia de armas de destrucción masiva en Irak, por lo cual la investigación se reabre (ver Habrían asesinado a científico para ocultar la verdad sobre invasión a Irak).
Visto este panorama, sólo se puede concluir en que lo más probable es que Irán sea el próximo país invadido. ¿Y por qué no Venezuela y Bolivia? Pues poseen lo que los EE. UU. desean, pero no se someten a los dictados de esta potencia.
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(1) El periodista estadounidense F. William Engdahl tiene un interesante artículo sobre el opio en Afganistán:
Geopolítica tras la falsa guerra de Estados Unidos en Afganistán
por F. William Engdahl*
Uno de los aspectos más notorios del programa presidencial de Obama es que, en Estados Unidos, pocos han cuestionado, en los medios de difusión o por otras vías, la razón del compromiso del Pentágono con la ocupación militar de Afganistán. Existen para ello dos razones fundamentales, y ninguna de ellas puede ser revelada abiertamente a la opinión pública.
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21 DE DICIEMBRE DE 2009
Los engañosos debates oficiales sobre la cantidad de soldados que se necesita para «ganar» la guerra en Afganistán, si basta con 30 000 hombres más o si se requieran por lo menos 200 000, no son más que la cortina de humo que está sirviendo para esconder el verdadero objetivo de la presencia militar de Estados Unidos en ese estratégico país de Asia central.
Durante su campaña presidencial del año 2008, el candidato Obama afirmó incluso que es en Afganistán, no en Irak, donde Estados Unidos está obligado a hacer la guerra. ¿Por qué? Porque, según Obama, es en Afganistán donde se ha atrincherado Al Qaeda, que constituye a su vez la «verdadera» amenaza para la seguridad nacional.
Las razones de la implicación estadounidense en Afganistánson en realidad muy diferentes.
El ejército estadounidense ocupa Afganistán por 2 razones: principalmente para restablecer y controlar la principal fuente mundial de opio de los mercados internacionales de heroína y utilizar la droga como arma contra sus adversarios en el terreno de la geopolítica, especialmente contra Rusia. El control del mercado de la droga afgana es capital para garantizar la liquidez de la mafia financiera en bancarrota de Wall Street.
Geopolítica del opio afgano
Según un informe oficial de la ONU, la producción de opio afgano aumentó de forma espectacular después del derrocamiento del régimen talibán, en 2001. Los datos del Buró de Drogas y Crímenes de las Naciones Unidas demuestran que en cada una de las cuatro últimas estaciones de crecimiento (desde 2004 y hasta 2007) hubo más cultivos de adormidera que en todo un año bajo el régimen talibán. En este momento hay en Afganistán más tierra dedicada a la producción de opio que al cultivo de la coca en toda América Latina. En 2007, el 93% de los opiáceos del mercado mundial venían deAfganistán.
No son simples coincidencias. Se ha demostrado que Washington seleccionó cuidadosamente al muy controvertido Hamid Karzai, señor de la guerra de origen pashtún con una larga hoja de servicios en la CIA, especialmente traído de su exilio en Estados Unidos, a quien se le fabricó todo una leyenda hollywodense sobre su «valiente autoridad sobre su pueblo». Según fuentes afganas, Hamid Karzai es actualmente el «Padrino» del opio afgano. No por casualidad Karzai ha sido, y sigue siendo hoy en día, el preferido de Washington en Kabul. A pesar de ello, y también a pesar de la masiva compra de votos, del fraude y de la intimidación, los días de Karzai como presidente pudieran estar contados.
En momentos en que el mundo casi ni se acuerda ya del misterioso Osama Ben Laden ni de Al Qaeda –su supuesta organización terrorista–, o se pregunta incluso si tan siquiera existen, la segunda razón de la larga presencia de las fuerzas armadas de Estados Unidos en Afganistán parece más bien un pretexto para crear una fuerza militar de choque estadounidense permanente con una serie de bases aéreas permanentes en Afganistán.
El objetivo de dichas bases no es acabar con los grupos de Al Qaeda que puedan quedar aún en las cuevas de Tora Bora ni acabar con un mítico «talibán» que, según informes de testigos oculares, se compone actualmente en su mayoría de pobladores afganos comunes y corrientes que nuevamente luchan por expulsar de su tierra una fuerza ocupante, como hicieron en los años 1980 frente a los soviéticos.
Para Estados Unidos, la razón de ser sus bases afganas es mantener en la mirilla y tener la posibilidad de golpear a las dos naciones que, juntas, constituyen hoy en día la única amenaza seria para el poderío supremo de Washington o, como lo llama el Pentágono, America’s Full Spectrum Dominance (el predominio estadounidense en todos los aspectos).
La pérdida del «Mandato Celestial»
El problema de las élites* que detentan el poder en Wall Street y en Washington reside en el hecho que se encuentran hoy empantanados en la más profunda crisis financiera de toda su historia. Esa crisis es un hecho irrefutable para el mundo entero y el mundo está actuando en aras de salvarse a sí mismo. Las élites estadounidenses han perdido así lo que en la historia de la China imperial se conoce como el Mandato Celestial.
Se trata del mandato que se concedido a un soberano o a una élite reinante a condición de que dirija a su pueblo con justicia y equidad. Cuando el que gobierna lo hace de forma tiránica y como un déspota, oprimiendo al pueblo y abusando de él, se expone con ello a la pérdida del Mandato Celestial.
Si las poderosas élites de las firmas y las empresas privadas que han controlado las políticas fundamentales, financiera y exterior, durante la mayoría del tiempo, por lo menos durante el siglo pasado, tuvieron alguna vez en sus manos el mandato celestial, hoy resulta evidente que lo han perdido.
La evolución interna hacia la creación de un Estado policiaco injusto, con ciudadanos que se ven privados de sus derechos constitucionales, el ejercicio arbitrario del poder por personas que nunca obtuvieron un mandato electoral –como el ex secretario estadounidense del Tesoro Henry Paulson y el actual ocupante de ese mismo cargo Tim Geithner– y que roban miles de millones de dólares del contribuyente, sin consentimiento de éste, para sacar de la bancarrota a los principales bancos de Wall Street, bancos que se creían «demasiado grandes para hundirse», son hechos que demuestran al mundo que esas élites han perdido el «Mandato Celestial».
Ante tal situación, las élites que ejercen el poder se desesperan cada vez más por mantener su control sobre un imperio mundial de carácter parasitario que su máquina mediática falsamente llama «globalización». Y para lograr mantener su dominación resulta vital que Estados Unidos logre destruir toda forma naciente de cooperación, en el plano económico, energético o militar, entre las dos grandes potencias de Eurasia que, en teoría, pudieran representar una amenaza para el futuro control de la única superpotencia. Esas dos potencias son China y Rusia, cuya asociación Washington trata de evitar a toda costa.
Ambas potencias euroasiáticas completan el panorama con elementos esenciales. China es la economía más fuerte del mundo, con mano de obra joven y dinámica y una clase media educada. Rusia, cuya economía no se ha recuperado aún del destructivo final de la era soviética y del descarado saqueo que caracterizó la era de Yeltsin, sigue presentando sin embargo cartas esenciales para una asociación. La fuerza nuclear de Rusia y sus fuerzas armadas, aún siendo en gran parte remanentes de la guerra fría, representan en el mundo actual la única amenaza de consideración para la dominación militar estadounidense.
Las élites del ejército ruso en ningún momento han renunciado a ese potencial.
Rusia posee también el mayor tesoro del mundo en gas natural así como inmensas reservas petrolíferas, indispensables para China. Estas dos potencias convergen cada vez más a través de una nueva organización que crearon en 2001, conocida como la Organización de Cooperación de Shanghai (OCS). Además de China y Rusia, los países más extensos del Asia central –Kazajstán, Kirguiztán, Tayikistán y Uzbekistán– también forman parte de la OCS.
El objetivo que alega Washington para justificar la guerra de Estados Unidos, a la vez contra los talibanes y Al Qaeda, consiste en realidad en instalar su fuerza militar directamente en Asia central, en medio del espacio geográfico de la naciente OCS. Irán no es más que un pretexto. El blanco principal son Rusia y China.
Por supuesto, Washington afirma oficialmente que estableció su presencia militar en Afganistán desde el año 2002 para proteger la «frágil» democracia afgana. Sorprendente argumento cuando se analiza la realidad de la presencia militar estadounidense en ese país.
En diciembre de 2004, durante una visita a Kabul, el secretario de Defensa Donald Rumsfeld dio los toques finales a sus proyectos de construcción de 9 nuevas bases militares estadounidenses en Afganistán, en las provincias de Helmand, Herat, Nimruz, Balh, Khost y Paktia.
Esas 9 bases estadounidenses de nueva creación se agregan a las 3 bases militares principales ya instaladas inmediatamente después de la ocupación de Afganistán, durante el invierno de 2002, supuestamente con el fin de aislar y eliminar la amenaza terrorista de Osama Ben Laden.
Estados Unidos construyó sus 3 primeras bases militares en los aeródromos de Bagram, al norte de Kabul, su principal centro logístico militar; de Kandahar, en el sur de Afganistán; y de Shindand, en la occidental provincia de Herat. Shindand, la mayor base militar estadounidense en Afganistán, se encuentra a sólo 100 kilómetros de la frontera iraní, y a distancia de ataque si se trata de Rusia y China.
Afganistán ha estado históricamente en el centro de la gran pugna anglo-rusa, la lucha por el control del Asia central en el siglo 19 y a principios del siglo 20. La estrategia británica consistió entonces en impedir a toda costa que Rusia controlara Afganistán, lo cual hubiese representado una amenaza para la perla de la corona británica: la India.
Los estrategas del Pentágono también ven en Afganistán una posición altamente estratégica. Ese país constituye un trampolín que permitiría al poderío militar estadounidense amenazar directamente a Rusia y China, así como a Irán y a los demás países ricos productores de petróleo del Medio Oriente. En más de un siglo de guerras, las cosas no han cambiado mucho.
La situación geográfica de Afganistán como punto de confluencia entre el sur de Asia, Asia central y el Medio Oriente, es de vital importancia. Afganistán se encuentra además precisamente en el itinerario previsto para la construcción del oleoducto que debe llevar el petróleo de las zonas petrolíferas del mar Caspio hasta el océano Índico, donde la petrolera Unocal, así como Enron y la Halliburton de Cheney, estuvieron negociando los derechos exclusivos del gasoducto para conducir el gas natural de Turkmenistán a través de Afganistány Pakistán hacia la enorme central eléctrica de gas natural de la Enron en Dabhol, cerca de Mumbai (Bombay). Ante de convertirse en presidente afgano títere de Estados Unidos, Karzai había sido cabildero de Unocal.
Al Qaeda no existe como amenaza
La verdad sobre todo este engaño alrededor del verdadero objetivo en Afganistán aparece claramente cuando se analiza más atentamente la supuesta amenaza de «Al Qaeda» en ese país. Según el autor Erik Margolis, antes de los atentados del 11 de septiembre de 2001, la inteligencia estadounidense proporcionaba asistencia y apoyo tanto a los talibanes como al propio Al Qaeda. Margolis señala que «la CIA proyectaba utilizar [la organización] Al Qaeda de Osama Ben Laden para incitar a los uigures musulmanes a rebelarse contra la dominación china y a los talibanes contra los aliados de Rusia en Asia central.»
Es evidente que Estados Unidos encontró otras vías para manipular a los uigures musulmanes contra Pekín en julio pasado, a través del apoyo estadounidense al Congreso Mundial Uigur. Pero la «amenaza» de Al Qaeda sigue siendo el principal argumento de Obama para justificar la intensificación de la guerra en Afganistán.
Sin embargo, el consejero de seguridad nacional de presidente Obama y ex general de Marines James Jones hizo una declaración, oportunamente enterrada por los amables medios de prensa estadounidenses, sobre la evaluación del peligro que actualmente representa Al Qaeda en Afganistán. Jones declaró al Congreso: «La presencia de Al Qaeda es muy reducida. La evaluación máxima es inferior a 100 ejecutores en el país, ninguna base, ninguna capacidad de lanzar ataques contra nosotros o nuestros aliados.»
Lo cual significa que Al Qaeda no existe en Afganistán. ¡Diablos! Incluso en el vecino Pakistán, lo que queda de Al Qaeda es ya prácticamente imperceptible. El Wall Street Journalseñala: «Perseguidos por los aviones sin piloto estadounidenses, con problemas de dinero y con más dificultades para atraer a los jóvenes árabes a las oscuras montañas de Pakistán, Al Qaeda ve reducirse su papel allí y enAfganistán, según los informes de la Inteligencia y de los responsables pakistaníes y estadounidenses. Para los jóvenes árabes que son los principales reclutas de Al Qaeda “no resulta romántico pasar frío y hambre y tener que esconderse”, declaró un alto responsable estadounidense en el sur de Asia.»
Si entendemos bien las consecuencias lógicas de esa declaración no queda más remedio que llegar a la conclusión de que la razón por la cual los jóvenes alemanes y de otros países de la OTAN están muriendo en las montañas afganas no tienen nada que ver con «ganar la guerra contra el terrorismo». Muy oportunamente la mayoría de los medios de prensa prefieren olvidar el hecho que Al Qaeda, en la medida en que esa organización existió alguna vez, fue creada por la CIA en los años 1980.
Se dedicaba entonces a reclutar musulmanes radicales provenientes de todo el mundo islámico y a entrenarlos para la guerra contra las tropas rusas en Afganistán en el marco de una estrategia elaborada por Bill Casey, jefe de la CIA bajo la administración Reagan, entre otras, con el objetivo de crear un «nuevo Vietnam» para la Unión Soviética, lo cual debía conducir a la humillante derrota del Ejército Rojo y el derrumbe final de la Unión Soviética.
James Jones, jefe del National Security Council, reconoce ahora que no hay prácticamente nadie de Al Qaeda en Afganistán. Quizás sea un buen momento para que nuestros dirigentes políticos proporcionen una explicación más honesta sobre la verdadera razón del envío de más jóvenes a Afganistán, a morir protegiendo las cosechas de opio.
F. William Engdahl es periodista estadounidense. Ha publicado numerosos libros dedicados a los problemas energéticos y cuestiones de geopolítica. Sus obras de más reciente publicación en francés son Pétrole, une guerre d’un siècle: L’ordre mondial anglo-américain (Jean-Cyrille Godefroy éd., 2007) y OGM: semences de destruction: L’arme de la faim(Jean-Cyrille Godefroy éd., 2008). http://www.voltairenet.org/article163365.html