A más de un año de iniciado el conflicto interno en Siria, la situación ha empeorado. Se combate en la ciudad de Aleppo y en algunos suburbios de Damasco, capital del país. Ante el embate de una insurrección planificada, instigada y sostenida por Occidente, el régimen sirio podría caer; y el país, desintegrarse.
Las movilizaciones se iniciaron en Siria poco después que en Libia, y con el mismo modelo insurreccional: movilización de masas con la intervención de gente armada, hablamos por lo menos de fusiles, desde el primer día. En ambos países, al poco tiempo de iniciarse estas rebeliones mercenarias, los rebeldes ya estaban en condiciones de sostener combates de varias horas con las fuerzas del orden. En Siria, al terminar el primer mes los muertos llegaban a unos 1500, de ellos 400 policías y soldados. No eran manifestaciones de pacíficos ciudadanos; si no, ¿cómo se explican esas muertes de policías y militares?
Comparando
Lo que podemos observar en todo el mundo sobre movimientos insurreccionales, guerrilleros y terroristas o narcoterroristas es que empiezan a atacar en zonas rurales y en pequeños grupos. Esto se ha visto y se ve en Afganistán, América Latina y África. En resumen, estos movimientos van creciendo, quitando armas a policías y militares y acercándose a las ciudades poco a poco. La gradualidad se explica porque en sus inicios estos grupos cuentan con pocos recursos materiales y poco dinero, por lo cual no pueden comprar con facilidad armas en el mercado negro; entonces recurren a los ataques destinados a apoderarse de las armas.
Nada semejante se ha visto en Libia y en Siria, porque desde un primer momento los rebeldes estaban relativamente bien armados.
En Libia la geografía de espacios abiertos y la efectividad del ejército impidieron durante meses el triunfo de los rebeldes, hasta que finalmente la Unión Europea (con su brazo armado la OTAN) y los EE. UU. decidieron intervenir con incesantes bombardeos aéreos que anularon la capacidad ofensiva de la fuerza armada libia. En las semanas finales, intervinieron directamente en los combates fuerzas especiales de la OTAN y de Qatar.
En Siria esta intervención de la aviación de la Unión Europea no ha sido posible por la oposición de Rusia, que tiene la consecuencia de inhibir —al menos hasta el momento— la embestida occidental. La Unión Europea y los EE. UU. se sienten frenados por la presencia de barcos y submarinos rusos en todo el litoral sirio, y de radares y baterías antiaéreas a cargo de personal militar ruso, lo cual los obligaría, si quieren bombardear territorio sirio, a dirigir sus aviones no frontalmente, por el mar (como sucedió en Libia), sino usando el espacio aéreo de países vecinos (Jordania, Iraq, Turquía), alternativa muy peligrosa porque se daría una violenta respuesta siria, utilizando armas químicas (Siria ya ha advertido oficialmente que utilizará estas armas si la atacan fuerzas armadas de otro país vecino, o si este país facilita un ataque de la OTAN).
Ayuda extranjera a terroristas
Los países occidentales quieren estar completamente seguros del éxito de sus planes de dominación, por lo cual proporcionan ayuda de toda clase a los terroristas, rebeldes y mercenarios que combaten en Siria. El aporte occidental incluye: a) armas (fusiles, ametralladoras, bazucas, cohetes antiaéreos portátiles) y municiones en suministro inagotable; b) equipos de comunicación (radios, teléfonos satelitales); c) asesoría militar (instructores militares turcos y de otros países de la OTAN actúan en campamentos en Turquía y Jordania); d) efectivos militares (pequeños grupos de fuerzas especiales de Turquía, Qatar, Inglaterra y Francia); e) información de inteligencia (desde hace meses hay personal de inteligencia de la OTAN trabajando en Turquía y Jordania), obtenida en el terreno y por medios avanzados (interceptaciones radiales y telefónicas, observación satelital, etc.).
Objetivo político y estratégico
Los rebeldes de Siria en todo momento se han negado a conversaciones conducentes a una transición pacífica, a una transferencia del poder; han dicho con claridad que lo único que aceptan y buscan es el derrocamiento del gobierno de Bashar el-Assad, y que lucharán todo el tiempo que sea necesario. En realidad, estas insurrecciones se encuadran en el objetivo occidental de cambiar regímenes de siete países (Afganistán, Tunisia, Libia, Egipto, Sudán, Siria e Irán) en cinco años. Esto se conoce por información del general estadounidense Wesley Clark, quien relata que poco después de los atentados de las Torres Gemelas conversó con un militar del Pentágono, quien le dijo que ya había planes avanzados para atacar a Iraq. Clark se sorprendió porque lo que él sabía es que se iba a atacar Afganistán, pero no Iraq. Cuando el general preguntó si se había comprobado la existencia de armas nucleares o si algo grave estaba pasando en Iraq, su interlocutor respondió simplemente “No sé” (¡memorables palabras!).
Si bien es cierto que los occidentales no han podido cumplir el plazo de cinco años, sí han avanzado en el cambio de regímenes (Afganistán, Tunisia, Libia, Sudán y Egipto). En esta programación “faltan” Siria e Irán. Debe añadirse que en los casos de Sudán y Siria, se ha tenido previsto desmembrar estos países: ya dividieron Sudán en Sudán del Norte y Sudán del Sur; y en Siria el plan es formar cuatro pequeños estados (la región kurda, como ya ocurrió en Iraq, y otros tres miniestados).
Lo que buscan los occidentales con todos estos cambios —y lo están consiguiendo— es, en general, instalar regímenes títeres de Occidente y lograr el control de la riqueza petrolera y gasífera de esos países. Tratándose de Siria, hay varios objetivos: a) eliminar a Siria como el único estado árabe que resiste a Occidente e Israel; b) diluir y extinguir la demanda siria de devolución de los territorios del Golán, que Israel le arrebató en 1967; c) dejar a Hezbolá e Irán sin el único aliado que tienen en la zona; d) aislar casi totalmente a Irán, para que no pueda resistir el ataque que se prepara, que busca derrocar el régimen teocrático, dividir el país y destruir la infraestructura civil e industrial.
Por supuesto que la destrucción y desarticulación de Irán es el preámbulo de una agresión occidental a Rusia y China que, en realidad, son los objetivos finales de todas estas conmociones. Los rusos solo han podido actuar de manera limitada en la crisis siria; evitan una confrontación directa, pero saben que si caen Siria e Irán la guerra va a ser con ellos. Por algo la OTAN y los EE. UU. tienen más de 100 bases militares en países colindantes con Rusia. Aunque parezca mentira, los occidentales no temen la capacidad de respuesta nuclear rusa, y están decididos a atacar.
Objetivos conexos
Cuando Occidente ataca a estos países y cambia de régimen lo hace también con el propósito de destruir y causar sufrimiento. En el caso de Iraq, por ejemplo, es necesario recordar que desde diez años antes de la invasión de 2003, los EE. UU. e Inglaterra se dedicaron a destruir con su aviación toda la infraestructura de Iraq y causaron en ese decenio cerca de un millón de muertos y más de un millón de niños desnutridos. Finalmente, para demostrar a los musulmanes que nadie, ni Dios, podía salvarlos, atacaron varias poblaciones con material radiactivo (bombas y proyectiles con uranio empobrecido), cuya consecuencia es que hasta la fecha nacen niños con monstruosas deformaciones, especialmente en la ciudad de Falluja.
La amenaza que enfrenta Irán es mucho mayor, porque su avance científico y tecnológico ha causado siempre el desagrado de Occidente. Téngase en cuenta que el sha de Irán fue derrocado, entre otras causas, porque había realizado cuantiosas inversiones para producir un despegue industrial. Entonces vino el derrocamiento y luego la guerra con Iraq, de 1980 a 1988, para hacer retroceder lo que había dejado el shah de Irán y que continuaban desarrollando los ayatolas. Los occidentales desean que los países del Oriente Medio y del Asia Central sean, como el Perú, simples proveedores de materias primas. Si se salen del libreto y tienden a la industrialización, entran en la lista negra.
En el caso de Irán lo que preocupa a los occidentales es principalmente su desarrollo industrial —produce más acero que el Reino Unido, fabrica al año cerca de un millón de vehículos motorizados, etc.— y no, como parece, su desarrollo nuclear.
Ambiente urbano
Como hemos señalado, los insurrectos sirios —que incluyen rebeldes sirios, desertores de la fuerza armada siria, terroristas extranjeros, mercenarios extranjeros y militares profesionales de Turquía, la OTAN y Qatar— desde el primer momento emprendieron acciones armadas contundentes. Ahora esa capacidad ha aumentado con el continuo flujo de armas que reciben desde Turquía y Jordania. Como la estrategia occidental incluye no solo el derrocamiento del régimen de Assad sino la destrucción de infraestructura y ciudades, los insurgentes intencionalmente actúan en las ciudades, que se han convertido en campo de batalla.
Ha habido momentos que en determinados sectores de las ciudades de Homs, Damasco y Aleppo, la fuerza armada siria no ha podido entrar con sus tanques, porque sufren el ataque de modernas armas antitanques; por eso es frecuente ver fotografías de tanques sirios destruidos e incendiados. Los terroristas también tienen ametralladoras antiaéreas grandes, lo cual limita la acción de los helicópteros. En estas circunstancias, lo único que pueden hacer los militares sirios es intentar vencer esa resistencia mediante el empleo de fuego de artillería y bombardeos de la aviación, con el resultado de vecindarios enteros destruidos, que es uno de los objetivos de los occidentales que llevan a la práctica los rebeldes.
Justamente por ser extranjeros la mayoría de los jefes rebeldes, no les importa la destrucción de las casas ni el sufrimiento de la gente. Ellos no han tenido la paciencia de otros insurgentes que solo combaten sostenidamente en las ciudades en las fases finales de una rebelión.
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