El conflicto interno e internacional que se desarrolla en Siria ha estado marcado la semana pasada por un acontecimiento que varió el panorama. Basándose en no probadas acusaciones contra el régimen sirio de Bashar al-Assad de haber utilizado armas químicas, el gobierno de los EE. UU. anunció que iba a bombardear siria.
Ante la imposibilidad de probar fehacientemente las acusaciones, el presidente Barack Obama actuó solamente “respaldado” en las propias declaraciones de su gobierno y en la correspondiente propaganda antisiria de los medios de comunicación. Sin embargo, sabiendo que se basaba en hechos no comprobados, Obama al menos tuvo la prudencia de no precipitarse: aunque está facultado para autorizar a las fuerzas armadas a atacar a otro país, él prefirió consultar en el Congreso con senadores y representantes (diputados) para obtener el apoyo necesario. El sondeo de Obama reveló que los senadores podrían aprobar el ataque; pero con los representantes no había seguridad.
Situación militar
En el campo de batalla las cosas son desde el mes de mayo favorables para las fuerzas de Bashar al-Assad, que han tomado el control de varios lugares estratégicos y nudos de comunicaciones (Qusair), lo cual reduce los puntos fuertes de los rebeldes a partes de Alepo y del oriente de Siria. Hay combates en todo el país y continúa la infiltración de terroristas desde los territorios de Jordania y Turquía, pero no logran consolidarse como en Alepo y el oriente. Es más, desde el punto de vista estratégico las fuerzas del gobierno están a la ofensiva, algo que Occidente quiere cambiar con un generalizado bombardeo de misiles Tomahawk contra la fuerza armada siria, lo que aprovecharían los rebeldes para recuperar la iniciativa y, si es posible, liquidar la resistencia que pudiera ofrecer el ejército sirio.
Pero estas no son las únicas sombras que enfrenta Occidente. En un escenario ideal, los barcos de EE. UU. y sus aliados europeos impondrían un bloqueo naval y efectuarían desembarcos en el litoral sirio, pero no lo pueden hacer porque la armada rusa tiene el control de la costa siria, y su presencia en el Mediterráneo oriental asegura para los sirios la vital ruta hacia el mar Negro, por la que transitan barcos militares rusos trayendo toda clase de carga a Siria.
Incertidumbre para operaciones militares
Si bien es cierto que los barcos estadounidenses lanzadores de misiles se sitúan fuera del alcance de los cohetes antibuque sirios, nadie sabe con seguridad y exactutud cuáles y cómo son las defensas antiaéreas sirias, que tienen los cohetes antiaéreos Pantsyr y S-200, una amplia red de radares y miles de piezas de artillería antiaérea (ametralladoras y cañones antiaéreos). Otro aspecto por considerar es qué reacción tendrían Hezbolláh e Irán frente a un ataque contra Siria. Otras preguntas: ¿ya tiene Siria los temidos cohetes antiaéreos S-300?, ¿utiliza los equipos Avtobaza de detección e interferencia electrónica?, ¿cuántos cohetes tierra-tierra tiene Siria dirigidos contra Israel?, ¿ha recibido de Irán cohetes antiaéreos y equipos de detección e interferencia electrónica?1
El gambito ruso
Cuando Barack Obama amenaza con un intenso bombardeo a Siria, lo hace como corolario de una amplia campaña diplomática, propagandística y política en torno al presunto uso de armas químicas por parte de Siria. Así, el propósito declarado del ataque era dar una lección para que todo el mundo sepa que solamente los aliados de EE. UU. pueden usar con impunidad las armas químicas. Pero en realidad sabemos que Obama prefirió actuar con calma ante las incógnitas de las consecuencias militares del ataque, sin contar con una fuerte alza en el precio del petróleo y la oposición de la opinión pública2 de los EE. UU.
En este ambiente tenso e incierto, John Kerry, Secretario de Estado del gobierno de EE. UU., dijo que su país otorgaba a Siria un plazo de siete días para que entregue su armamento químico. Por supuesto que formulaba esta exigencia con la seguridad de que Bashar al-Assad, conocido por su intransigencia, rechazaría el ultimátum, porque, además, había declarado que los sirios estaban preparados para resistir el ataque. Para sorpresa de todos, inmediatamente el gobierno de Vladimir Putin propuso poner las armas químicas de Siria bajo control internacional.
En ajedrez el gambito es un movimiento en el que un jugador intencionalmente sacrifica una pieza (peón) o la cambia por otra de menor valor (caballo o alfil por peón, etc.), con el fin de dar mayor movilidad a sus piezas, ganar tiempo o preparar alguna maniobra ofensiva. En el caso de Siria la pérdida consiste en deshacerse de las armas químicas, que aunque constituyen el elemento de disuasión frente a las bombas atómicas de Israel, no se utilizan en el conflicto interno ni van a decidir su final.
Sin embargo, como en el ajedrez, este sacrificio permite a Siria mantenerse a la ofensiva en su lucha contra los mercenarios y terroristas, no solo para derrotarlos totalmente a mediano plazo sino para llegar en mejores condiciones a una próxima conferencia internacional en Ginebra, en la cual los opositores sirios estarían en condiciones desventajosas, sin triunfos militares en el terreno y con pocas posibilidades de lograr éxito en las negociaciones.
Diplomática y políticamente, los EE. UU. pueden decir que la amenaza del empleo de la fuerza (violatoria del Derecho Internacional) hizo posible que Siria decida entregar su armamento químico, pero se ha quedado con las ganas3 de destruir la infraestructura militar siria y de facilitar una reacción y contraofensiva de los vapuleados terroristas y mercenarios que en Siria defienden los intereses de Occidente.
El gambito de Putin ha tenido el efecto de paralizar la amenaza militar de EE. UU. de una manera tan eficaz como una demostración de fuerza con flotas navales y aéreas. Al menos por el momento, la línea de acción militar (promovida por los EE. UU.) agotó sus posibilidades y es la hora de la diplomacia. Ahora los cancilleres John Kerry y Sergei Lavrov no hablaron de plazos y ultimátums, más bien han trabajado para poner en práctica el plan del desarme químico de Siria, mientras la fuerza armada siria continúa su implacable e incesante ataque contra los rebeldes.
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1 Por estas razones, los americanos anunciaron ataque con misiles Tomahawk, pero no con aviones, porque podrían derribarlos y se perdería la vida de pilotos.
2 Curiosamente, todos los estadounidenses saben que las acusaciones del gobierno de EE. UU. contra Siria son falsas o, por lo menos, carecen de fundamento. Sobre esa base, unos (minoría) apoyan el ataque, y otros (mayoría) lo rechazan.
3 De modo similar, quedaron decepcionados los fabricantes de misiles, que esperaban ganar mucho dinero reponiendo los 500 Tomahawk que se iban a utilizar contra Siria.
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