Un hombre cuyo nombre no se reveló por razones judiciales, tan sólo conocido como el “Fritzl británico” (quien encerró y abusó de su hija por 24 años y engendró siete hijos), violó a sus dos hijas por tres décadas, en las cuales engendró siete hijos.
El “monstruo británico”, de 56 años, mantuvo como esclavas sexuales a sus hijas, a quienes violó desde que tenían 8 y 10 años y engendró nueve hijos, según revelaron las autoridades judiciales a la prensa británica, al hacer público crimen más grave que han visto en las últimas décadas.
El criminal fue condenado hoy por la corte de Sheffield Crown a 25 cadenas perpetuas y 19 años de servicios por sus espantosos delitos contra sus hijas.
La madre fugó
La desdicha de las dos niñas mereció el abandono de su madre, quien, lejos de denunciar al monstruo, huyó del depravado, quien es descrito como un hombre alto, corpulento y violento, que manejaba a toda su familia con terror y castigos.
Las mujeres desde su niñez sufrieron, junto con un hermano, los golpes de su padre, quien los agredía con manos, pies y correas. Cada vez que sentían el motor de auto del depravado todos corrían temblando a sus cuartos.
De los nueve niños nacidos, dos murieron al nacer, pero en total los embarazos fueron 19, 10 de ellos terminaron en abortos. Para evitar ser delatado, el monstruo las amenazaba constantemente con matarlas y también a los niños si decían una palabra a alguien.
La hija mayor tuvo siete embarazos y dos hijos sobrevivientes; la menor tuvo 12 embarazos y cinco hijos sobrevivientes.
Fallaron los servicios sociales
Pese a que los servicios sociales y médicos estuvieron en contacto con estas niñas y los hijos engendrados por el monstruo, resultaron incapaces de descubrir el infierno que padecían las hijas del depravado.
En 1976 y 1979 los servicios contactaron a la familia, pero no hubo acción. Posteriormente, el 2004 tampoco lograron hacer nada.
En 1988 se generaron sospechas en la escuela a causa de los hematomas que presentaban las hermanas, pero tampoco hubo investigación adicional.
En 1997 el hermano de las víctimas, quien huyó del hogar a los 15 años, denunció a la policía el incesto de su padre contra sus hermanas, pero, estando éstas amenazadas, rehusaron cooperar con la policía, la cual se contentó con ello, sin profundizar ninguna investigación adicional.
Hace 10 años, las mujeres llamaron al teléfono de ayuda infantil y pidieron garantías para conservar a sus niños, pero colgaron al no brindárseles ninguna garantía.
Las hermanas y sus hijos también acudieron a muchas citas médicas. Al levantarse las sospechas, fueron interrogadas, pero negaron el incesto de su padre, tras lo cual no se realizó ninguna investigación adicional.
Los hijos nacidos de incestos presentan anomalías genéticas y de haberse profundizado las investigaciones podría haberse determinado la paternidad del monstruo.
Recién en junio de este año se animaron a denunciar a su padre, después de haber establecido relaciones de pareja, que las animaron a denunciar los hechos.
Daño genético
Cuando las ecografías de los fetos mostraban anormalidades, éstos eran abortados. Según las autoridades, todos los niños presentarían alteraciones genéticas debidas a la mezcla del ADN de las relaciones incestuosas.
Pese a conocer los embarazos con anomalías, el monstruo persistía una y otra vez en embarazar a sus hijas.
Las mujeres señalaron que en varias oportunidades, con la finalidad de evitar seguir siendo violadas, daban a su padre grandes cantidades de whisky pensando que moriría.
La corte pudo evidenciar que las mujeres presentan cicatrices causadas por los años de maltrato del depravado, quien tenía la costumbre de agarrarlas del cuello y colocar su cara en el fuego de la cocina a gas cuando sospechaba que habían cometido alguna falta.
El monstruo, para evitar levantar sospechas, mantenía a su familia aislada, casi sin contacto con vecinos ni familiares. Además, se mudaba de vivienda cada seis meses. En 1998 el monstruo puñeteó y pateó a su hija menor por haberse reunido con el hijo de un vecino.
Cuando violaba a su hija mayor le colocaba un puñal en el cuello y le decía: “Esto no va a terminar nunca, tienes que hacer lo que te digo”.
Cada vez que el monstruo violaba a una de sus hijas mandaba a la otra a cuidar los niños. A una de ellas la violaba tres veces por semana. Una vez la hija mayor pagó a su padre 100 libras esterlinas mensuales de la ayuda social que recibía para sus hijos, para que no la viole, pero esto duró poco.
Cuando fue arrestado, el criminal negó los hechos, pero tras las pruebas de ADN se vio obligado a admitir las violaciones. No obstante, no muestra arrepentimiento y se negó a escuchar la sentencia.
Después de este proceso, las autoridades han iniciado un estudio independiente para investigar los contactos de las agencias de servicios sociales con esta familia y analizar los cambios necesarios.
Al parecer, los casos de Natasha Kampusch y Elizabeth Fritzl también estaríam animando a otras víctimas a narrar sus tragedias, como se ha visto este año en Europa y Argentina.