Reglas de juego

Por Ana Muñoz*

Guerras, desigualdades extremas, crisis económica, torturas, cárceles secretas… realidades que nos hace preguntarnos por las instituciones y organismos internacionales que tratan de regir nuestros caminos para vivir en un mundo mejor. Tras el desastre de la I Guerra Mundial, los dirigentes de los países vencedores crearon la Sociedad de Naciones, un instrumento que debía servir para la concordia de los pueblos. Sin embargo, no lo consiguió. En septiembre de 1939 estallaba la II Guerra Mundial. Millones de muertos en todo el planeta y una Europa devastada fue el resultado. Ante tal barbarie, los líderes del momento crean las Naciones Unidas. Un espacio de encuentro donde los Estados podrían discutir antes de llegar al campo de batalla.


Los Acuerdos de Bretton Woods, por su parte, crearon el orden económico internacional que hoy conocemos: Banco Mundial, Fondo Monetario Internacional y el dólar como moneda internacional. La idea era evitar una crisis como la que se vivió tras la Primera Guerra Mundial, cuando los soldados volvieron a incorporarse al mercado laboral y ayudar a la reconstrucción de la economía global. Hasta hoy, basada en el mercado, la oferta y la demanda.

La OTAN, las Convenciones de Ginebra, la Declaración Universal de los Derechos Humanos… Organismos y derecho internacionales que deberían ser las reglas de juego. Sin embargo, ha existido Vietnam, Corea, Iraq, Afganistán… Pero también, crisis en 1973, en 1992… y la actual. Y miles de millones de personas que pasan hambre, que no tienen acceso a medicamentos, al agua potable. Existe tortura, explotación infantil, el cambio climático…

Cada día se hace más necesario un cambio en los organismos internacionales, en las leyes, en los modelos económicos… Cuando uno quiere jugar al fútbol aprende sus normas: el fuera de juego, qué significa una tarjeta roja, cómo ha de vestirse y comportarse. Y el jugador sabe a qué atenerse. Sin embargo, eso no ocurre en las relaciones internacionales actuales, los intereses personales y de cada momento hacen que las reglas estén en constante cambio.
Son muchas las voces; el escritor Eduardo Galeano, el economista Jeremy Rifkin, Susan George, vicepresidenta de Attac, Federico Mayor Zaragoza o José Saramago, Nobel en literatura, que hablan de la necesidad de crear otro orden internacional que se base en relaciones de igualdad y que busquen el bien común del planeta. El expresidente de la URSS, Gorvachov habla de la necesidad de una nueva perestroika que tenga en cuenta el desarrollo sostenible y las diferentes voces de la sociedad civil.

La ONU necesita ser reformada, su Consejo de Seguridad ya no responde a la realidad del mundo en el que vivimos, el sistema capitalista ha entrado en un proceso de decadencia que nadie sabe cuándo acabará… Algunos economistas hablan de la necesidad de nuevas fórmulas que no se basen en obtener los máximos beneficios, si no los más adecuados. Hay que dejar de “sangrar” a las poblaciones más débiles y dejar la hipocresía. Sólo con las ayudas que reciben los agricultores del Norte se podría acabar con el hambre en el mundo.

Ya en 1979, Mayor Zaragoza, hablaba de que el nuevo orden económico implicaba el desarme y que la solidaridad mundial era un requisito fundamental en un nuevo orden internacional. Sus palabras están hoy más vigentes que nunca. “Se debe lograr el cambio en el que todos los pueblos de la tierra tengan un espacio. Se debe lograr el cambio para que las causas de la miseria, la explotación y exclusión social, que son el caldo de cultivo de la violencia, se terminen y se comience a vislumbrar el mundo de la paz”.

* Periodista
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