Por Aram Aharonian(*)
La autoproclamación del opositor Juan Guaidó como presidente encargado de Venezuela y su inmediato reconocimiento (por tuit) por el gobierno de Donald Trump y de otros países alineados con las políticas de Washington, constituye el inicio de una injerencia mayor, orientada a provocar una confrontación de gran escala entre venezolanos.
Al gobierno de Donald Trump le sirve como cortina de humo para invisibilizar el cierre de la administración que ya cumplió un mes y dejó sin salarios a más de 800 mil funcionarios (Trump chantajea al Congreso para que le otorgue el financiamiento para su muro con México), y también como excusa para apropiarse del petróleo venezolano.
En este contexto, Rusia y China, aún no jugaron. El gobierno ruso reiteró su respaldo a Maduro y rechazó la estrategia de Washington de generar una "dualidad de poder" en ese país. "Salta a la vista el propósito de aplicar el guión ya probado de derribo de gobiernos indeseados", planteó la cancillería rusa y advirtió que cualquier intervención militar extranjera sería "una vía directa hacia la anarquía y el baño de sangre".
La nota subrayó que en las "acciones descaradas de Washington", Rusia observa "una nueva demostración de desprecio total de las normas y principios del derecho internacional y un intento de arrogarse el papel de juez de los destinos de otros pueblos". "Salta a la vista el propósito de aplicar el guión ya probado de derribo de gobiernos indeseados", agregó.
Con la autoproclamación, dicen algunos analistas oficiales, quedó declarado el Golpe de Estado, pero la pregunta es cómo harán para materializarlo, es decir quitar por la fuerza a Nicolás Maduro, cuando no se vislumbra la construir una correlación de fuerzas suficiente, máxime cuando las Fuerzas Armadas siguen respaldando al gobierno legal.
La evolución del frente externo tampoco evolucionó, en un primer momento, como esperaba Washington. Si bien la Asamblea Nacional (en desacato) ha enviado a un representante del “nuevo gobierno” a la Organización de Estado Americanos, la derecha parece haber recuperado en parte la capacidad de movilización (y en eso se basa toda la información de las y trasnacionales de la información), tras el terror callejero de 2014 y 2017, que dejó un saldo de más de 200 muertos, y ahora sumó unos cuantos más.
En este entramado, los medios trasnacionales cartelizados imponen su imaginario colectivo adulterado. “Los actos son presentados comunicacionalmente como espontáneos, cuando se trata de acciones programadas, activadas por grupos armados -malandros con sueldo- para desatar acciones de incendio, asedio, intentar sumar a vecinos de las zonas populares, generar una sensación de acorralamiento al chavismo y poder a la derecha”, comenta Marco Teruggi.
La amenaza expresada por Trump, en el sentido de que la Casa Blanca considera todas las opciones en caso de que el gobierno de Nicolás Maduro responda con violencia a la autoproclamación de Guaidó, exhibe que éste se encuentra bajo la protección de Washington, lo cual lo descalifica como actor legítimo en el escenario de Venezuela y lo define como instrumento de una intervención declarada y abierta.
Los hilos de un gobierno transicional queda en manos de alguien que hasta el 5 de enero era desconocido, y asumió la presidencia de la Asamblea Nacional por la casualidad de rotación de partidos. ¿Desde dónde gobernará este presidente virtual? ¿Washington?
Y la ruptura de relaciones anunciada por Maduro era la respuesta lógica. Pero ¿qué pasará si los diplomáticos estadounidenses no se retiran en el lapso de 72 horas dado por el presidente?
La aventura injerencista estadounidense sin duda fue coordinada (o impuesta) a gobiernos totalmente alineados y dependientes de Washington, como los de Colombia, Brasil (dos vecinos que ya amagaron con enviar tropas a la frontera), y Argentina.
“ No queremos una América bolivariana como hace poco existía en Brasil con gobiernos anteriores (…) La izquierda no prevalecerá en esta región, lo que es muy bueno en mi opinión, no sólo para América del Sur, sino también para el mundo”, dijo el ultraderechista brasileño Jair Bolsonaro el mismo día en el Foro de Davos.
A estas actitudes cómplice se suman otras cuerdas, como las posturas de la Unión Europea y de México y Uruguay, y otro centenar de naciones. La cancillería mexicana, en una acción conjunta con Uruguay, exhortó a las partes en disputa y a la comunidad internacional a reducir las tensiones, a evitar una escalda de violencia que pudiera agravar la situación y a encontrar una solución pacífica y democrática frente al complejo panorama venezolano y a emprender un nuevo proceso de negociación incluyente y creíble, con pleno respeto al estado de derecho y los derechos humanos.
Es el petróleo
La decisión de Donald Trump de reconocer a Juan Guaidó como presidente interino del país le puede quitar los activos de Venezuela en ese país al gobierno legítimo de Maduro, y también que el pago por el petróleo que se pudiera exportar no sería cobrado por Pdvsa, señalan los economistas opositores Francisco Rodríguez y Luis Oliveros.
“Acabo de oír que Trump ha retirado el reconocimiento del régimen brutal que controla un petroestado. ¿Así que finalmente se dio cuenta de que los sauditas son los chicos malos?”, ironizó el Premio Nobel de Economía estadounidense Paul Krugman.
El control de Citgo, la empresa que la estatal petrolera Pdvsa tiene en EEUU, podría pasar a manos de Juan Guaidó, por lo que Petróleos de Venezuela tendría que buscar dónde colocar el crudo que procesa en las refinerías que posee en EEUU. Hoy, EEUU, es el mejor cliente que tiene Pdvsa.
Asimismo, el gobierno de Trump podría imponer nuevas sanciones, a través de una serie de medidas potenciales, entre ellas la restricción de las importaciones de petróleo venezolano o incluso una prohibición total.
Hermanos de sangre
Durante los últimos meses, más allá de las consultas formales, los servicios de inteligencia y seguridad de (la llamada diplomacia secreta) de EEUU, Israel, Brasil y Argentina, coordinaron las formas de fracturar el gobierno venezolano, a través de un movimiento concertado con el Grupo Lima. La meta, forzar una transición que estaba paralizada por la ausencia de un líder opositor que pudiera enfrentar al gobierno y erosionar su frente militar.
El plan fue encomendado por Trump a Mauricio Clavier (de origen cubano), miembro del Consejo de Seguridad de la Casa Blanca. Guaidó era el engranaje que faltaba: hijo de militares, con un discurso articulado, estudios en Washington y perteneciente a un partido (Voluntad Popular) que en 2014 y 2017 demostró tener capacidad para imponer terror callejero y conducir una ofensiva contra Maduro.
Hoy Maduro estudia cómo replicar ante un escenario doméstico que ofrece escasas variables: si detiene a Guaidó por autoproclamarse presidente interino, Trump puede mover sus tropas hacia Caracas. Y si lo deja en libertad, reconocerá que ya no controla todas las variables de gobierno y que su destino político está a tiro de una asonada militar, señalan analistas internacionales.
Mientras, el Grupo Lima, compuesta con los gobiernos alineados con Washington, prepara una nueva ofensiva diplomática para evitar una guerra civil potenciada por los intereses regionales de Estados Unidos, China y Rusia, añade.
Pero el plan estadounidense no se completó, por ahora. Macri reconoció a Guaidó como presidente interino, pero no rompió relaciones con Venezuela, aconsejado por la Cancillería, y por ende sigue reconociendo a Maduro. La estrategia consiste en mantener el statu quo (dos presidentes) y lograr hacia adelante que el frente militar se rompa y que acepte respaldar una transición encabezada por Guaidó y avalada por Trump, Bolsonaro y Macri.
Cortina de humo de Trump
El presidente americano tiene un formidable problema político interno y busca una cortina de humo para ocultar su grave crisis doméstica y, entonces, una guerra de baja intensidad en Venezuela, sería ideal para la lógica diplomática de Trump. Macri y Bolsonaro asumen estas intenciones y ya han reiterado que no respaldarán una solución militar encabezada por el Pentágono.
Lo que no ha logrado s que una facción castrense marche sobre el Palacio de Miraflores y termine con 20 años de bolivarianismo. Lo cierto es que difícilmente haya un solo presidente de América Latina que apoye un golpe contra Maduro liderado por marines americanos con órdenes expresas o secretas del Pentágono y la Casa Blanca.
Después de un mes, el cierre del gobierno (shutdown) de EEUU ha significado el estancamiento de financiamiento más largo en la historia moderna del país y ha dejado sin salarios a más de 800 mil funcionarios, y hay poca evidencia que sugiera que Donald Trump y los demócratas del Congreso se unirán para resolver la crisis en el corto plazo.
El magnate presidente reclama 5.700 millones de dólares del presupuesto nacional para construir el muro en la frontera sur con México –su promesa electoral de 2016- y para imponer sus deseos ha paralizado el país.
Lo que ¿vendrá?
El chavismo se encuentra ante la pregunta de cómo enfrentar esa avanzada nacional e internacional, que busca quebrar la Fuerza Armada Nacional Bolivariana, promover zonas de conflicto en la frontera para justificar acciones de fuerza -el factor Colombia resulta central-, colapsar la economía, y empujar a la población a enfrentamientos civiles.
Junto a eso existe la necesidad de no caer en las provocaciones de la derecha que, a diferencia del año 2017, ha comenzado a llevar el conflicto a los barrios populares desde el inicio de la escalada. Se espera un despliegue de violencia que irá tocando diferentes puntos del territorio, un asedio armado a pueblos, barriadas, presentado como pacífico, trabajado con gran poder de rumores a través de las redes sociales.
En cuanto a la Asamblea Nacional existe la pregunta de qué hacer. Ha sido declarada en ilegalidad por el Tribunal Supremo de Justicia, pero ¿cómo actuar ante la declaración del gobierno paralelo que es una declaración de guerra? Venezuela ha entrado en una fase que no parece tener punto de retorno. El plan anunciado por Guaidó, dirigido desde los Estados Unidos, solo puede materializarse a través de la violencia.
¿Podrá la derecha mantener un conflicto de estas características por un tiempo prolongado a nivel nacional? El 2017 ha demostrado que la violencia prolongada puede perder legitimidad y aislar al golpismo. Es el tercer asalto violento en cinco años y piensan poder imponerse con apoyo internacional. Es la búsqueda de un Pinochet que inclina a las fuerzas armadas al golpismo y la represión.
No hay que olvidar el desgaste producido por la grave crisis económica y social, que Maduro no ha podido solucionar o mitigar. Pero tampoco se puede subestimar a un pueblo chavista. A todo esto, ¿qué dirá el Santo Padre que vive en Roma?
25.01.2019
(*)Aram Aharonian: Periodista y comunicólogo uruguayo. Magíster en Integración. Fundador de Telesur. Preside la Fundación para la Integración Latinoamericana (FILA) y dirige el Centro Latinoamericano de Análisis Estratégico (CLAE, www.estrategia.la )