Dahiaba Cusnir

Cada año organizaciones no gubernamentales estiman que miles de mujeres israelíes no pueden divorciarse porque maridos recalcitrantes lo obstaculizan y porque los tribunales religiosos los respaldan, y en el mes de marzo, en el que se recuerdan las desigualdades en lo relacionado a las mujeres, este es un asunto que vuelve a hacer ruido.

 

divorcio

 

Los tribunales religiosos tienen el monopolio del trámite marital y a menudo demoran el proceso de divorcio, cuando se trata de tomar medidas contra los maridos recalcitrantes. Con pocas instancias a donde recurrir, muchas mujeres esperan años, incluso décadas, para ser finalmente liberadas de matrimonios rotos.

Dentro del judaísmo, sólo el marido tiene la potestad de dar el divorcio. La ley religiosa es clara al respecto, y el consentimiento explícito del hombre es necesario para obtener el divorcio. En la gran mayoría de los casos, los hombres se niegan a conceder el divorcio a sus esposas para amargarles la vida impidiéndoles que vuelvan a casarse por el rabinato, quien otorga el único contrato matrimonial que se reconoce en el estado para los judíos.

En términos talmúdicos, una "aguná", que literalmente significa encadenada o anclada, hace referencia a una mujer cuyo marido ha desaparecido o cuya muerte no se puede confirmar, dejándola encadenada a él en matrimonio. Pero hoy en día, la palabra tiende a referirse a las mujeres cuyos maridos se niegan a concederles un "get" (orden de divorcio en hebreo).

"ATADAS"

En la actualidad, miles de mujeres judías se encuentran "atadas" a sus esposos. Se han separado, pero el marido se niega a concederles el divorcio, como exige la ley religiosa, y no pueden volver a casarse. En ocasiones el rabinato manda a prisión a los hombres más testarudos, pero estos no siempre conceden el divorcio.

La situación afecta de manera desproporcionada a las mujeres que a menudo tienen pocos recursos dentro del sistema. Sin embargo, es imposible obtener cifras exactas del número de mujeres que no pueden obtener el divorcio. No obstante, Yad LaIsha (Una Mano para la Mujer en hebreo), una organización que ayuda a las agunot, estima que hay alrededor de 2.400 nuevos casos cada año, mientras que el rabinato afirma que las cifras son más bajas, aunque su contabilidad es generalmente cuestionada por los activistas.

A pesar de décadas de llamamientos a la reforma por parte de legisladores, organizaciones sin fines de lucro e incluso algunas figuras religiosas, y cerca de una docena de organizaciones establecidas para luchar contra la situación actual, poco ha cambiado desde que el statu quo que rige la religión y el Estado entró en vigor hace 75 años.

CASARSE EN EL EXTRANJERO

A efectos legales, Israel reconoce las bodas realizadas en el extranjero, incluidas las uniones entre personas del mismo sexo. Pero si una pareja heterosexual judía se casa fuera del país y busca divorciarse en Israel, no tendrá más remedio que divorciarse a través de los tribunales rabínicos.

Según las estadísticas del Ministerio del Interior, el número de israelíes que se casaron en el extranjero creció un 16 por ciento en la última década, de 4.853 en 2010 a 5.650 en 2018 (se omitieron estadísticas más recientes ya que estaban sesgadas por la pandemia). La Oficina Central de Estadística dice que un 25 por ciento de los que se han casado fuera del país en los últimos 20 años han sido parejas formadas por dos ciudadanos judíos.

El matrimonio civil no existe en Israel. Cualquier pareja que quiera casarse debe hacerlo a través de sus propios cuerpos religiosos: los judíos a través del rabinato, los musulmanes a través de las cortes de la sharia y los cristianos a través de sus denominaciones. Si los miembros de la pareja provienen de dos religiones diferentes, o si alguna de ellas no tiene religión, no pueden casarse legalmente en el Estado de Israel. Y en las denominaciones del catolicismo que no creen en el divorcio, no se puede obtener un divorcio legal.

 

Con información de Sputnik