El rearme de la región y el poder militar del Perú
Por: Oswaldo de Rivero
Embajador
Brasil se ha convertido oficialmente en el hegemón de Sudamérica con la gran alianza estratégica que ha anunciado Lula con Francia.
Este acuerdo incluye una estrecha cooperación tecnológica militar y el insólito acontecimiento estratégico de la compra de un casco de un submarino nuclear y su reactor para ser terminado en Brasil, a lo que se añaden otros submarinos de nueva generación, 36 aviones Rafale y la construcción de 100 más en el país sudamericano.
Por: Oswaldo de Rivero
Embajador
Brasil se ha convertido oficialmente en el hegemón de Sudamérica con la gran alianza estratégica que ha anunciado Lula con Francia.
Este acuerdo incluye una estrecha cooperación tecnológica militar y el insólito acontecimiento estratégico de la compra de un casco de un submarino nuclear y su reactor para ser terminado en Brasil, a lo que se añaden otros submarinos de nueva generación, 36 aviones Rafale y la construcción de 100 más en el país sudamericano.
La hegemonía de Brasil en esta parte del continente no es absoluta, se encuentra afectada por las bases aéreas estadounidenses en Colombia y la IV flota que pasea las barras y las estrellas por el Atlántico Sur, del que se dijo que era: “O maior lago do Brasil”.
Sin embargo, el rearme de Brasil muestra que por fin se ha dado cuenta de que para ser el hegemón tenía que ser, por lo menos, más poderoso que Chile, que lo supera todavía en poder militar, no con mayor número de unidades de combate y hombres, sino con la calidad y modernidad de su sistema de armas.
Nadie puede negar que hoy existe una carrera armamentista en Sudamérica. La comenzó Chile con las adquisiciones que lo convierten ahora, con Brasil, en la más moderna potencia militar regional. Siguió Venezuela con grandiosas adquisiciones en Rusia como una respuesta a las compras de Colombia y a su alianza militar con Estados Unidos que le otorga a esta una considerable renta estratégica militar.
Lo cierto es que esta carrera está configurando en países fronterizos del Perú la presencia de aviones de caza Rafale, F16, helicópteros Cougar, tanques Leopard
2, submarinos Scorpene, misiles navales Harpoon, aviones Awacs, drones, sistemas de radar avanzados y satélites para uso militar, como consecuencia del moderno rearme de Brasil y Chile. El Perú no va a competir con Brasil; al contrario, debe ser nuestro socio estratégico, pero no debemos aceptar resignados la hegemonía ahora militar de Chile.
Hasta fines de los 80, el Perú tenía superioridad aérea, submarina y blindada en Sudamérica. Hoy la hemos perdido; no es culpa de Chile, sino de nosotros. Y, ante esta decadencia estratégica, hay que dejar de consolarse con el sofisma del “núcleo básico de defensa”, que de disuasivo no tiene nada, frente a las armas de nueva generación de Chile. Pongamos de inmediato en marcha una política de Estado para devolver al Perú el poder militar que tenía, porque sin armas de nueva
generación, no tendremos capacidad para negociarle a Chile su hegemonía en el Pacífico así ganemos en La Haya.
Sin poder militar moderno nunca seremos verdaderos socios estratégicos de Brasil porque este tendrá a Chile. Pero lo más peligroso es que sin este poder militar moderno tampoco podremos evitar un conflicto armado con Chile, porque nada nos acerca más a ello que nuestra propia debilidad. Nada evitará mejor un conflicto, que nadie quiere, que recuperar el poder que teníamos; y que Pinochet respetaba, con rabia.
Sin embargo, el rearme de Brasil muestra que por fin se ha dado cuenta de que para ser el hegemón tenía que ser, por lo menos, más poderoso que Chile, que lo supera todavía en poder militar, no con mayor número de unidades de combate y hombres, sino con la calidad y modernidad de su sistema de armas.
Nadie puede negar que hoy existe una carrera armamentista en Sudamérica. La comenzó Chile con las adquisiciones que lo convierten ahora, con Brasil, en la más moderna potencia militar regional. Siguió Venezuela con grandiosas adquisiciones en Rusia como una respuesta a las compras de Colombia y a su alianza militar con Estados Unidos que le otorga a esta una considerable renta estratégica militar.
Lo cierto es que esta carrera está configurando en países fronterizos del Perú la presencia de aviones de caza Rafale, F16, helicópteros Cougar, tanques Leopard
2, submarinos Scorpene, misiles navales Harpoon, aviones Awacs, drones, sistemas de radar avanzados y satélites para uso militar, como consecuencia del moderno rearme de Brasil y Chile. El Perú no va a competir con Brasil; al contrario, debe ser nuestro socio estratégico, pero no debemos aceptar resignados la hegemonía ahora militar de Chile.
Hasta fines de los 80, el Perú tenía superioridad aérea, submarina y blindada en Sudamérica. Hoy la hemos perdido; no es culpa de Chile, sino de nosotros. Y, ante esta decadencia estratégica, hay que dejar de consolarse con el sofisma del “núcleo básico de defensa”, que de disuasivo no tiene nada, frente a las armas de nueva generación de Chile. Pongamos de inmediato en marcha una política de Estado para devolver al Perú el poder militar que tenía, porque sin armas de nueva
generación, no tendremos capacidad para negociarle a Chile su hegemonía en el Pacífico así ganemos en La Haya.
Sin poder militar moderno nunca seremos verdaderos socios estratégicos de Brasil porque este tendrá a Chile. Pero lo más peligroso es que sin este poder militar moderno tampoco podremos evitar un conflicto armado con Chile, porque nada nos acerca más a ello que nuestra propia debilidad. Nada evitará mejor un conflicto, que nadie quiere, que recuperar el poder que teníamos; y que Pinochet respetaba, con rabia.