Lo que Juanes nos dejó
Por: Pedro Prada
Emociones, expresiones, recepciones del público y distorsiones de la prensa internacional en el concierto Paz sin fronteras, de La Habana.
Pasado el estado de parálisis, o de shock, en que el pueblo de Cuba y sobre todo su juventud, dejaron a quienes bregaron larga, ardua y ponzoñosamente por la cancelación primero, por el fracaso después, o por la manipulación política del Concierto Paz sin Fronteras, ha comenzado a proliferar una sarta de analistas de prensa que trazan parábolas indescriptibles entre dichos y hechos de la jornada.
Emociones, expresiones, recepciones del público y distorsiones de la prensa internacional en el concierto Paz sin fronteras, de La Habana.
Pasado el estado de parálisis, o de shock, en que el pueblo de Cuba y sobre todo su juventud, dejaron a quienes bregaron larga, ardua y ponzoñosamente por la cancelación primero, por el fracaso después, o por la manipulación política del Concierto Paz sin Fronteras, ha comenzado a proliferar una sarta de analistas de prensa que trazan parábolas indescriptibles entre dichos y hechos de la jornada.
Nunca quisimos politizar el concierto ni sus interpretaciones. No nos lo propusimos, ni lo hicimos, pero algunos decidieron desatar el pandemónium, sin percatarse que, como el bumerán, puede golpearlos. Podíamos habernos ahorrado este fatigoso ejercicio, pero como los medios transnacionales globalizados ya se orquestan para el control de daños por lo que quisieron fuera y no fue, y sus mentiras ya suenan a ofensa, al menos este periodista —testigo de la fiesta— siente la necesidad de hacer algunas precisiones.
Dicen que el tono lo marcó la inspirada Tañón cuando transmitió el beso de una hija a un padre al que no ve hace veinte años. Nadie hurgó en razones, pero los periodistas debieron recordar que la Administració n Bush estableció una grosera y selectiva caracterizació n de la familia cubana y decretó quiénes, cuándo, cómo y con qué frecuencia podían venir a la isla a visitar a los suyos. Debieron también recordar que ya desde antes, los cubanoamericanos, como los propios estadounidenses, tenían —y tienen— límites anticonstitucionale s a su libertad de movimiento, impuestos por el gobierno de Washington.
Afirman que el concierto comenzó signado por la expresión It´s time to change (es tiempo de cambiar). Por alguna razón, los artistas, todos latinos, eligieron pronunciar esas palabras en inglés y no en español. ¿Por qué? La audiencia que tenían ante ellos era toda hispanoparlante. ¿A quién se dirigían? Es obvio que lo hacían a otra audiencia. Por cierto, esas mismas palabras las enarboló el Presidente Obama para llegar a la Presidencia. Millones de estadounidenses creyeron en ellas, pero en Miami y en los círculos más ultraderechistas las abuchearon. En Cuba, la opción del cambio la enarboló y defendió con su vida el propio Fidel, desde mucho antes, legándola en su noción de Revolución.
Otras monsergas hemos escuchado con lo una sola familia cubana. Acá siempre hemos tenido claro quién dividió a la familia cubana: son los mismos que ordenaron la Operación Peter Pan, condenando a la orfandad a miles de niños; los que instigaron el terrorismo que separó -por la muerte- a padres de hijos y a abuelos de nietos; los que convirtieron la emigración en negocio para restar profesionales primero y corazones después, a cambio de dinero y otras prebendas, para transformar con un “ajuste” en cementerio al Estrecho de la Florida; son aquellos que llegaron a redefinir el concepto de familia cubana. Si pueblo, gobierno y hasta iglesias defienden la unidad de la familia cubana, ¿a quién va dirigido realmente ese mensaje que tanto agradecimos a los artistas?
No faltaron quienes en la dedicatoria de una canción de Juanes a un compatriota suyo y a otros ciudadanos del mundo injustamente presos dondequiera que estén, quisieron trazar alegorías, suprimiendo, de forma aviesa y alevosa el calificativo “injustamente”. Así, mientras los nuevos intérpretes del colombiano creyeron ver amparo para los mercenarios del patio, justamente detenidos, juzgados y condenados por delitos claramente tipificados y demostrados, los cubanos en la Plaza elevamos nuestro pensamiento, sueños, emociones y hasta ruegos hacia cinco jóvenes cubanos que defendían del terrorismo a los pueblos de Cuba y Estados Unidos, y que desde hace once años guardan cruel, larga e injusta prisión en cárceles de ese país, privados, incluso, de los más elementales derechos, como el de ver a sus familiares.
Ni tampoco se ha carecido de traductores de canciones, que se apropiaron del estribillo de la canción de Miguel Bosé que dice Dame una isla en medio del mar. Llámala libertad. ¡Qué fastidio! Cómo se puede ser tan ramplón e ignorar que no precisamente por las razones que enarbolan, este país ha sido conocido en el mundo con el glorioso epíteto de la Isla de la Libertad.
¿No habrán oído las canciones del “oficialista” Silvio Rodríguez y del “contestatario” Carlos Varela; conocerán las novelas “críticas” de Padura y los versos “independientes” de Lady Fernández; habrán visto el cine “punzante” de Titón y Fernando Pérez; sabrán de los trazos “libres” de Kcho cruzando bordes en sus botes? ¿Entenderán los afanes de religiosos, ateos, heteros y homosexuales, mujeres y hombres, blancos, negros y mestizos por construir espacios mejores, más amplios y más críticos de convivencia libre, que superen el marco estrecho de leyes y políticas, y se establezcan como cultura de vida, que es algo más revolucionario, profundo y duradero que las formalidades? Esclavos del dinero y de sus editores, qué sabrán esos periodistas de la verdadera libertad humana.
Y entonces, como si todo esto fuera poco, y cuando la millonaria multitud habanera redimió de la aplanadora miamense a los discos de Juanes, se nos apean además con un cuento truculento de conspiración y espionaje contra los artistas, y ¡oh, revelación!, dan a conocer una supuesta grabación secreta de acoso y protesta para demostrar que los músicos fueron acosados, que por eso gritaron ¡Viva Cuba! y, dicen también, que ¡Viva Cuba libre!.
No les consta nuestra terca voluntad de ser libres al cabo de cincuenta años de guerra contra el mayor de los imperios. No han visto las vallas y muros de La Habana donde los grafitis proclaman la misma e indeclinable voluntad. No han escuchado los actos populares terminados a puro grito de guerra de nuestros mambises; no se han percatado siquiera que Rául Castro, que ha sido desde su cuna un hombre de Patria o Muerte, suele concluir además sus discursos con el grito primigenio de todos nuestros patriotas. Ni siquiera han podido disfrutar de los animados de Elpidio Valdés, que nos enseñaron desde niños a saber y defender que Cuba es y tiene que ser libre. ¡Qué bochorno de periodistas y prensa!
http://www.cubadeba te.cu
Dicen que el tono lo marcó la inspirada Tañón cuando transmitió el beso de una hija a un padre al que no ve hace veinte años. Nadie hurgó en razones, pero los periodistas debieron recordar que la Administració n Bush estableció una grosera y selectiva caracterizació n de la familia cubana y decretó quiénes, cuándo, cómo y con qué frecuencia podían venir a la isla a visitar a los suyos. Debieron también recordar que ya desde antes, los cubanoamericanos, como los propios estadounidenses, tenían —y tienen— límites anticonstitucionale s a su libertad de movimiento, impuestos por el gobierno de Washington.
Afirman que el concierto comenzó signado por la expresión It´s time to change (es tiempo de cambiar). Por alguna razón, los artistas, todos latinos, eligieron pronunciar esas palabras en inglés y no en español. ¿Por qué? La audiencia que tenían ante ellos era toda hispanoparlante. ¿A quién se dirigían? Es obvio que lo hacían a otra audiencia. Por cierto, esas mismas palabras las enarboló el Presidente Obama para llegar a la Presidencia. Millones de estadounidenses creyeron en ellas, pero en Miami y en los círculos más ultraderechistas las abuchearon. En Cuba, la opción del cambio la enarboló y defendió con su vida el propio Fidel, desde mucho antes, legándola en su noción de Revolución.
Otras monsergas hemos escuchado con lo una sola familia cubana. Acá siempre hemos tenido claro quién dividió a la familia cubana: son los mismos que ordenaron la Operación Peter Pan, condenando a la orfandad a miles de niños; los que instigaron el terrorismo que separó -por la muerte- a padres de hijos y a abuelos de nietos; los que convirtieron la emigración en negocio para restar profesionales primero y corazones después, a cambio de dinero y otras prebendas, para transformar con un “ajuste” en cementerio al Estrecho de la Florida; son aquellos que llegaron a redefinir el concepto de familia cubana. Si pueblo, gobierno y hasta iglesias defienden la unidad de la familia cubana, ¿a quién va dirigido realmente ese mensaje que tanto agradecimos a los artistas?
No faltaron quienes en la dedicatoria de una canción de Juanes a un compatriota suyo y a otros ciudadanos del mundo injustamente presos dondequiera que estén, quisieron trazar alegorías, suprimiendo, de forma aviesa y alevosa el calificativo “injustamente”. Así, mientras los nuevos intérpretes del colombiano creyeron ver amparo para los mercenarios del patio, justamente detenidos, juzgados y condenados por delitos claramente tipificados y demostrados, los cubanos en la Plaza elevamos nuestro pensamiento, sueños, emociones y hasta ruegos hacia cinco jóvenes cubanos que defendían del terrorismo a los pueblos de Cuba y Estados Unidos, y que desde hace once años guardan cruel, larga e injusta prisión en cárceles de ese país, privados, incluso, de los más elementales derechos, como el de ver a sus familiares.
Ni tampoco se ha carecido de traductores de canciones, que se apropiaron del estribillo de la canción de Miguel Bosé que dice Dame una isla en medio del mar. Llámala libertad. ¡Qué fastidio! Cómo se puede ser tan ramplón e ignorar que no precisamente por las razones que enarbolan, este país ha sido conocido en el mundo con el glorioso epíteto de la Isla de la Libertad.
¿No habrán oído las canciones del “oficialista” Silvio Rodríguez y del “contestatario” Carlos Varela; conocerán las novelas “críticas” de Padura y los versos “independientes” de Lady Fernández; habrán visto el cine “punzante” de Titón y Fernando Pérez; sabrán de los trazos “libres” de Kcho cruzando bordes en sus botes? ¿Entenderán los afanes de religiosos, ateos, heteros y homosexuales, mujeres y hombres, blancos, negros y mestizos por construir espacios mejores, más amplios y más críticos de convivencia libre, que superen el marco estrecho de leyes y políticas, y se establezcan como cultura de vida, que es algo más revolucionario, profundo y duradero que las formalidades? Esclavos del dinero y de sus editores, qué sabrán esos periodistas de la verdadera libertad humana.
Y entonces, como si todo esto fuera poco, y cuando la millonaria multitud habanera redimió de la aplanadora miamense a los discos de Juanes, se nos apean además con un cuento truculento de conspiración y espionaje contra los artistas, y ¡oh, revelación!, dan a conocer una supuesta grabación secreta de acoso y protesta para demostrar que los músicos fueron acosados, que por eso gritaron ¡Viva Cuba! y, dicen también, que ¡Viva Cuba libre!.
No les consta nuestra terca voluntad de ser libres al cabo de cincuenta años de guerra contra el mayor de los imperios. No han visto las vallas y muros de La Habana donde los grafitis proclaman la misma e indeclinable voluntad. No han escuchado los actos populares terminados a puro grito de guerra de nuestros mambises; no se han percatado siquiera que Rául Castro, que ha sido desde su cuna un hombre de Patria o Muerte, suele concluir además sus discursos con el grito primigenio de todos nuestros patriotas. Ni siquiera han podido disfrutar de los animados de Elpidio Valdés, que nos enseñaron desde niños a saber y defender que Cuba es y tiene que ser libre. ¡Qué bochorno de periodistas y prensa!
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