Por Xavier Caño Tamayo*
“El mundo necesita un Nuevo Acuerdo mundial sobre derechos humanos. No promesas. Compromisos, hechos. Medidas reales para desactivar la bomba de la violación sistemática de derechos humanos que se sufre. Invertir en derechos humanos con tanta determinación como se hace en economía”.
Es una severa advertencia de Amnistía Internacional en su informe de 2009 sobre derechos humanos. Y no es para menos.
En China no hay libertad de expresión ni otros derechos civiles. El gobierno controla los medios de comunicación, persigue a activistas que reclaman pacíficamente libertades y derechos, los abusos de la policía son constantes y quedan impunes. Y se condena a muerte y ejecuta más que en cualquier lugar del mundo.
En Kirguistán, un intelectual opositor al actual presidente, que pretendía fundar un periódico crítico, fue asesinado. En Guatemala, Amnistía Internacional denuncia ejecuciones extrajudiciales de jóvenes delincuentes en las que están implicados policías, pero el gobierno no ataja esos crímenes ni los investiga para llevar a sus responsables ante la justicia.
En Sri Lanka, el gobierno mantiene recluidos en campos a 120.000 ciudadanos tras el final de la guerra civil. En Colombia, numerosos defensores de derechos humanos son hostigados, acusados falsamente, amenazados y también asesinados. Como lo son líderes indígenas, sindicalistas y campesinos.
En España, niños y niñas abandonados o marginados que precisan atención especial sufren violaciones de sus derechos en centros de atención terapéutica del Estado, privados de libertad sin orden judicial soportan malos tratos y aislamiento en celdas.
Dieciséis organizaciones solidarias y defensoras de derechos humanos denuncian a los países más desarrollados por abandonar a su suerte a la franja de Gaza, además de encubrir el castigo colectivo que el gobierno de Israel impone a millón y medio de palestinos, bloqueando los accesos y salidas de Gaza, violando la ley humanitaria internacional. Además, el gobierno de Israel niega a los palestinos el derecho al agua, ejerciendo un control total del oro azul con restricciones y discriminaciones. Unos 200.000 palestinos de comunidades rurales no tienen acceso a agua corriente y el ejército israelí les impide recoger agua de lluvia.
El cierre de la cárcel de Guantánamo, una de las más ilegítimas del mundo, se retrasa sine die, a pesar de las promesas de acabar cuanto antes con esa vergüenza universal. En España, se condena a cárcel a dos periodistas por publicar una noticia de irregularidades en un partido, en claro atentado contra libertad de expresión y derecho a la información.
Unos 1.400 millones de personas (más de una cuarta parte de la población del planeta) sobreviven con menos de un dólar y cuarto al día, el umbral de la pobreza. Según la FAO, agencia de la ONU contra el hambre, 1.020 millones de personas sufren hoy esa lacra, la cifra más elevada desde 1970. Y 90 millones de personas más pueden hundirse en la pobreza por la crisis.
Unos 1.000 millones de personas viven en barrios precarios, cada minuto muere una mujer por complicaciones del embarazo (que en los países ricos no se dan), 1.300 millones no tienen acceso a asistencia médica, 2.500 millones no tienen acceso a servicios sanitarios mínimos y por ello mueren diariamente 20.000 niños y niñas en países empobrecidos.
La pobreza no es sólo falta de ingresos. La pobreza es privación de derechos humanos para una vida digna y adecuada. Pobreza es escasez de comida, paro, agua contaminada, carencia de vivienda digna. Pobreza es discriminación y aumento de la desigualdad, marginación, sufrir xenofobia y racismo, padecer violencia y represión. Que nunca te tengan en cuenta. Eso es pobreza.
La crisis ha exacerbado esa vergonzosa bomba de relojería que es la pobreza, compendio de violaciones de derechos humanos que clama al cielo. Que sumado a las violaciones de derechos civiles y políticos forman un panorama desolador. Por codicia, por criminal egoísmo, por estupidez, por soberbia, por vanidad. Sin embargo, nada hay más prioritario en este mundo que el derecho de todas las personas a vivir con dignidad.
Ahora, que tanto hablamos de la crisis económica y de salir de ella, hemos de ser conscientes de que hay que cambiar de norte, de destino al que dirigirnos colectivamente. Y hacer frente a esta crisis general de derechos humanos.
O no sobreviviremos.
* Periodista y escritor
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