por Herbert Mujica Rojas
Con voz sentenciosa, como vaticinando un cambio estructural, Luis Muertito Castañeda Lossio, alcalde de Lima, dio al traste con Lidercon, monopolio por él alentado y su municipio consentido, y las revisiones técnicas de automóviles. Descubrió, el zahorí burgomaestre, luego de muchos meses, que los incumplimientos eran múltiples y que la firma aquella no merecía su confianza. ¿Se divorcia el Muertito de su creación que no otra cosa es —o fue— aquella carrera de un solo caballo?
Miles de miles de automovilistas pasaron las de Caín en colas interminables, odiosas, con el riesgo de no alcanzar el ansiado cupo y padecer la frustración de no obtener la revisión técnica. Dicho sea de paso, antes Muertito impulsó con toda su alma fúnebre, tácita y explícita, que el monopolio se zurrase en la Constitución y que actuara, ganara dinero a manos llenas y que, de pasadita, su municipio, hiciera lo propio. ¿Y ahora toma conocimiento que son unos caraduras que no honran sus compromisos y, por tanto, los bota?
El representante de Lidercon, como es obvio, el señor Barrios, ha anunciado, sin muchas pulgas encima, que moverán al gobierno español y que irán si fuera preciso a un arbitraje internacional en que, hay que decirlo, Muertito y la municipalidad no aparecen como los justicieros de ocasión sino como los tramposos consuetudinarios que cambian de bote a mitad del río. ¿No sabrá el lío que está propiciando Muertito? ¿o precisa de una campaña mediática que le regale marquesina y figuración? Si fuera esto último, arriesga el señor de marras, nada menos que su campaña presidencial, objeto para el cual está donde está.
¿Extraña el asunto? No del todo. Muertito tiene su propia Sunat-Gestapo: el SAT. Este organismo actúa con policías a mano armada y cobra a la mala y a punta de patadas. Lo único que interesa a quienes allí trabajan, es obtener dinero porque se benefician en la repartija: unos con buenos sueldos y otros a destajo. Muertito ha vuelto implantar el mil veces enterrado stajanovismo soviético. Y es casi seguro que ni siquiera se dé por enterado un hombre de insospechable cultura política. Exaccionador marrullero, como buen abogado que es, Muertito, no entiende gran cosa de nada, salvo sobre su ambición presidencial que niega, como buen político —mentiroso orgánico— todo el tiempo.
¿Cómo puede ocurrir que frente a un monopolio inconstitucional, violador estentóreo de la Carta Magna que los prohíbe expresamente, no se produjeran protestas que derrumbaran el negociado, no porque Muertito ahora lo licencia, sino porque zaherían la ley de leyes? El Congreso, mejor dicho el Establo, es una entelequia de muy bajo nivel. Funciona por inercia y no llama la atención su consuetudinaria mediocridad por excelencia. No olvidemos que en Perú todo funciona al revés. De manera que a nadie extraña que estos señorones de US$ 10 mil mensuales, no digan gran cosa, hagan menos y brillen de muerte prematura.
Además, todos saben que los partidos políticos son clubes electorales, preparadores eficientes de burócratas mamadores de la cansada ubre del Estado. Mercenarios que alquilan sus talentos, sin convicción de ninguna especie, hoy trabajan aquí. Y mañana lo harán por cualquier otro. Basta que les llenen la faltriquera hambrienta de honores y dólares compradores. No defienden principios, rumian penas y alaban a quien esté arriba. De abyecta forma tal que aquí menos que en otra parte, puédese albergar esperanza de protesta orgánica cuanto que demoledora. Simplemente ¡no existen!
La prensa a su modo, y en no poco, perdonadora de la violación constitucional contumaz que Muertito ha venido protagonizando, ha dado cuenta del asunto. Hoy informan sobre lo que ha ocurrido, pero no hay mayor análisis, tan sólo resumen anecdótico de un lío gordo en ciernes y que involucra una posibilidad escandalosa con arbitraje internacional de por medio. ¿Y por causa de qué? Habría que preguntarle a Muertito y a su entorno ¿dónde el quid del asunto y en qué parte se entrampó el jugoso diálogo que hasta ahora mantenía con Lidercon? ¿habrá quién revele la verdad de la milanesa? Wait and see dicen los más reposados.
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