Pautas para un “buen” invitado
Por: Wilfredo Pérez Ruiz (*)
Hace unas semanas compartí un artículo con diversas recomendaciones detallando los elementos que debieran caracterizar a un anfitrión. En esta ocasión, presento ejemplos y orientaciones que, desde mi parecer, son convenientes de pensar cuando sea invitado en cualquier circunstancia.
Por: Wilfredo Pérez Ruiz (*)
Hace unas semanas compartí un artículo con diversas recomendaciones detallando los elementos que debieran caracterizar a un anfitrión. En esta ocasión, presento ejemplos y orientaciones que, desde mi parecer, son convenientes de pensar cuando sea invitado en cualquier circunstancia.
Un primer error, rutinario por cierto, es creer que las normas sociales y protocolarias solo se aplican en momentos de extrema formalidad y solemnidad. Es verdad que existen sucesos de mayores rigurosidades, pero la afable educación debe fluir —de manera permanente y espontánea— en todo acontecimiento aún en el más informal y familiar.
Es necesario, siguiendo esta lógica, que los criterios de urbanidad formen parte de la cultura de vida de nuestra sociedad. Así será fácil y sencillo comportarnos con corrección y evitar actitudes forzadas que obstruirán desfrutar la velada y evidenciarán el precario conocimiento de la etiqueta. Este es un comentario, disculpe amigo lector, reiterativo. Tenga en cuenta esta simple expresión: “Lo que no nace, no crece”.
Otro punto central ha considerar un concurrente: La puntualidad. En un banquete podremos retrasarnos de ocho a diez minutos. Si prevé el retraso, llame al anfitrión para comunicar la hora de su llegada. Si no puede asistir, avise con suficiente antelación. Tengo allegados con la “peruana” costumbre de disculparse cuando, coincidentemente, nos encontramos en forma casual días o semanas más tarde de celebrada la reunión.
Su vida está llena de amables detalles. Cuando acuda a una invitación lleve un regalo para los anfitriones. Por ejemplo, flores si no existe confianza con ellos. Estas se envían al día siguiente del convite con una nota de agradecimiento. También, puede obsequiar chocolates, galletas o una botella de licor, son adecuados en ocasiones menos formales.
La genuina educación se muestra, principalmente, en la mesa. Por ese motivo, su actuación será lo más auténtica, natural y con amplio sentido de pertinencia. No pase al comedor hasta que no hayan entrado las personas de mayor representación y jerarquía y, además, el anfitrión es el primero que ingresa. Al entrar busque su puesto por los rótulos con su nombre colocados en cada lugar y, posiblemente, por la indicación verbal del anfitrión. No insinúe que desea sentarse al lado de determinado invitado o de su pareja. Sea elegante y deje atrás esas prácticas “criollas”. No empiece a comer hasta que lo haga el anfitrión, apague su celular, tampoco se levante —para regresar a la sala— antes del anfitrión. No se sirva porciones enormes, piense que lo que hay es para todos.
De otro lado, recuerde los términos del escritor, poeta y periodista británico Samuel Johnson: “La gratitud es un producto de la cultura; no es fácil hallarla entre gente basta”. Haga del reconocimiento un hábito y agradezca las invitaciones de cualquier índole. Si envía flores —al día siguiente del convite— con una esquela, quedará muy bien. También, puede hacerlo mediante una llamada telefónica o un email. Es un gesto delicado, distinguido y, por desgracia, poco usual en nuestro medio.
Hay unas cuantas orientaciones —algo fuera de “moda” para muchos— que creo oportuno mencionar. No realice una visita sin avisar con antelación por más intimidad que tenga con los dueños de casa; prescinda formular preguntas u observaciones indiscretas; no proponga que le inviten una comida o bebida de su preferencia; sea prudente en el período de permanencia en una reunión (si es una cena o almuerzo el tiempo máximo es de cuatro horas); si sucede un accidente no realice explicaciones y evada hacer de ese suceso un “tema” de conversación; si le sirven un alimento desconocido o que no es de su agrado, tome sólo una pequeña cantidad.
Al acudir a eventos (familiares, amicales, empresariales, etc.) lleve sus tarjetas personales en un tarjetero para impedir dañarlas; si cuando visita a algún individuo conocido, está ausente en esos instantes, deje una tarjeta con un mensaje indicando el asunto por el que ha estado; no llegue quejándote de lo difícil que fue dar con la dirección. Cada uno vive donde puede y abrir su casa es extender su corazón; desarrolle una conversación general y al acceso de los asistentes; no pida nada especial o diferente de lo ofrecido como “algo picante” o té en lugar del café, podría poner en aprietos al anfitrión.
Una costumbre “limeña” —propia de una colectividad con deficientes modales— es llevar acompañantes a una invitación realizada únicamente a usted. No acuda con amigos, hijos, enamorada, etc. cuando la convocatoria es personal. Tampoco es fino preguntar si puede hacerse “escoltar”. Es “normal” observar la impertinencia de presentarse con una “dama de compañía” con el pretexto de su alto grado de confianza con el anfitrión. Sea cometido siempre en sus acciones. Su sentido común y cultura serán las mejores fuentes de inspiración a las que puede recurrir para conocer como proceder en cada eventualidad.
(*) Expositor de etiqueta social del Instituto de Secretariado ELA y la Corporación Educativa Columbia. Docente y consultor en protocolo, imagen personal y etiqueta. http://wperezruiz.blogspot.com/ - http://www.facebook.com/wilfredoperezruiz
Es necesario, siguiendo esta lógica, que los criterios de urbanidad formen parte de la cultura de vida de nuestra sociedad. Así será fácil y sencillo comportarnos con corrección y evitar actitudes forzadas que obstruirán desfrutar la velada y evidenciarán el precario conocimiento de la etiqueta. Este es un comentario, disculpe amigo lector, reiterativo. Tenga en cuenta esta simple expresión: “Lo que no nace, no crece”.
Otro punto central ha considerar un concurrente: La puntualidad. En un banquete podremos retrasarnos de ocho a diez minutos. Si prevé el retraso, llame al anfitrión para comunicar la hora de su llegada. Si no puede asistir, avise con suficiente antelación. Tengo allegados con la “peruana” costumbre de disculparse cuando, coincidentemente, nos encontramos en forma casual días o semanas más tarde de celebrada la reunión.
Su vida está llena de amables detalles. Cuando acuda a una invitación lleve un regalo para los anfitriones. Por ejemplo, flores si no existe confianza con ellos. Estas se envían al día siguiente del convite con una nota de agradecimiento. También, puede obsequiar chocolates, galletas o una botella de licor, son adecuados en ocasiones menos formales.
La genuina educación se muestra, principalmente, en la mesa. Por ese motivo, su actuación será lo más auténtica, natural y con amplio sentido de pertinencia. No pase al comedor hasta que no hayan entrado las personas de mayor representación y jerarquía y, además, el anfitrión es el primero que ingresa. Al entrar busque su puesto por los rótulos con su nombre colocados en cada lugar y, posiblemente, por la indicación verbal del anfitrión. No insinúe que desea sentarse al lado de determinado invitado o de su pareja. Sea elegante y deje atrás esas prácticas “criollas”. No empiece a comer hasta que lo haga el anfitrión, apague su celular, tampoco se levante —para regresar a la sala— antes del anfitrión. No se sirva porciones enormes, piense que lo que hay es para todos.
De otro lado, recuerde los términos del escritor, poeta y periodista británico Samuel Johnson: “La gratitud es un producto de la cultura; no es fácil hallarla entre gente basta”. Haga del reconocimiento un hábito y agradezca las invitaciones de cualquier índole. Si envía flores —al día siguiente del convite— con una esquela, quedará muy bien. También, puede hacerlo mediante una llamada telefónica o un email. Es un gesto delicado, distinguido y, por desgracia, poco usual en nuestro medio.
Hay unas cuantas orientaciones —algo fuera de “moda” para muchos— que creo oportuno mencionar. No realice una visita sin avisar con antelación por más intimidad que tenga con los dueños de casa; prescinda formular preguntas u observaciones indiscretas; no proponga que le inviten una comida o bebida de su preferencia; sea prudente en el período de permanencia en una reunión (si es una cena o almuerzo el tiempo máximo es de cuatro horas); si sucede un accidente no realice explicaciones y evada hacer de ese suceso un “tema” de conversación; si le sirven un alimento desconocido o que no es de su agrado, tome sólo una pequeña cantidad.
Al acudir a eventos (familiares, amicales, empresariales, etc.) lleve sus tarjetas personales en un tarjetero para impedir dañarlas; si cuando visita a algún individuo conocido, está ausente en esos instantes, deje una tarjeta con un mensaje indicando el asunto por el que ha estado; no llegue quejándote de lo difícil que fue dar con la dirección. Cada uno vive donde puede y abrir su casa es extender su corazón; desarrolle una conversación general y al acceso de los asistentes; no pida nada especial o diferente de lo ofrecido como “algo picante” o té en lugar del café, podría poner en aprietos al anfitrión.
Una costumbre “limeña” —propia de una colectividad con deficientes modales— es llevar acompañantes a una invitación realizada únicamente a usted. No acuda con amigos, hijos, enamorada, etc. cuando la convocatoria es personal. Tampoco es fino preguntar si puede hacerse “escoltar”. Es “normal” observar la impertinencia de presentarse con una “dama de compañía” con el pretexto de su alto grado de confianza con el anfitrión. Sea cometido siempre en sus acciones. Su sentido común y cultura serán las mejores fuentes de inspiración a las que puede recurrir para conocer como proceder en cada eventualidad.
(*) Expositor de etiqueta social del Instituto de Secretariado ELA y la Corporación Educativa Columbia. Docente y consultor en protocolo, imagen personal y etiqueta. http://wperezruiz.blogspot.com/ - http://www.facebook.com/wilfredoperezruiz