Las imágenes autoproducidas son vídeos o fotos de tipo sexual creados por menores que a menudo sufren engaños, chantajes y extorsiones
En 2023, el 92% de las páginas web que contenían material de abuso sexual infantil analizadas por Internet Watch Foundation eran imágenes autogeneradas. El temprano acceso a internet, la falta de supervisión parental y de detección por parte de las redes sociales, y la normalización de este tipo de comportamientos de riesgo son algunos de los factores que explican este fenómeno.
Menores que no saben que están siendo grabados, otros que han sido engañados o que sucumben porque están siendo extorsionados en línea: estas son algunas de las situaciones en las que niñas o niños pueden acabar siendo víctimas de material de abuso sexual. Según el último informe de Internet Watch Foundation (IWF), de las 275.652 páginas web analizadas que contenían imágenes de abuso sexual infantil durante 2023, más de nueve de cada diez (en concreto 254.071 o el 92%) contenían imágenes "autogeneradas". Según el informe, estos materiales se refieren a imágenes sexuales en las que aparece el o la menor solo. En muchos casos, alguien que no está físicamente presente en la habitación lo prepara, engaña o extorsiona para que produzca y comparta una imagen o un vídeo sexual de sí mismo. "Estas imágenes llegan a la red de diferentes maneras: la primera, puede ser de forma completamente voluntaria por parte del menor, por ejemplo, en casos de sexting", explica Irene Montiel, profesora de los Estudios de Derecho y Ciencia Política de la Universitat Oberta de Catalunya (UOC). En ciertas edades como la adolescencia, el sexting, el envío o intercambio de imágenes o mensajes de texto con un contenido sexual explícito a través de un dispositivo electrónico, especialmente un móvil, es bastante común.
"Se fotografían, se hacen fotos íntimas y las comparten con otras personas o las cuelgan en la red. Estas imágenes pueden ser luego difundidas sin su consentimiento por otras personas. Muchos niños y niñas no son conscientes del peligro que supone; además, no deberían a crear este tipo de imágenes porque puede constituir un delito de pornografía infantil", detalla Montiel, profesora también del grado de Criminología y el Máster de Ciberdelincuencia de la UOC.
Otra de las motivaciones por las que pueden generar este tipo de imágenes es que lo hagan de manera coaccionada. "Se toman estas imágenes porque están siendo víctimas de extorsión, de presión y coacción por parte de sus parejas cuando son adolescentes, o incluso por amigos, o por presión social, o porque están siendo víctimas de una explotación sexual y les están ofreciendo dinero, por ejemplo, o alguna ventaja a cambio de esas imágenes", explica Montiel. Otra de las situaciones más comunes es ser víctima del online grooming. En estos casos sufren acoso sexual en línea, normalmente por parte de adultos, que establecen con ellos una relación de confianza a través de chats y redes sociales, para conseguir este tipo de material.
Cinco factores que explican el auge de este tipo de material
"El primero de los factores es el aumento del acceso a los dispositivos y a internet por parte de los menores a edades más tempranas, principalmente a dispositivos móviles", advierte Montiel, investigadora del grupo VICRIM de la UOC. Según el INE, el 70,6% de los menores de 10 a 15 años tienen su propio móvil inteligente, lo que supone 7,5 puntos porcentuales más que hace diez años. Muchas de las imágenes autogeneradas son mirror pictures: "es decir, fotos frente al espejo que se toman directamente enfocando el espejo en el que muestran sus cuerpos, normalmente desnudos o con muy poca ropa", explica Montiel.
El segundo factor es la falta de supervisión por parte de los progenitores y la poca consciencia de los menores. "La gran mayoría de las veces no son conscientes del peligro que esto supone debido a la normalización que han hecho niños, niñas y adolescentes de este tipo de conductas, y por lo tanto son ajenos a este peligro", comenta. El tercero de los factores, según advierte Montiel, es la ausencia de mecanismos de detección proactiva de este tipo de material por parte de las plataformas. Para la experta, es en las redes sociales donde más se distribuyen este tipo de imágenes, así como en los servicios de mensajería instantánea como Telegram y WhatsApp. Según Unicef, el 98,5% de los adolescentes están registrados en alguna red social, y 2 de cada 3 cuentan con más de un perfil en una misma red, que utilizan selectivamente para familia y conocidos o para el grupo de iguales.
En cuarto lugar, "estaríamos ante la normalización de estos comportamientos de riesgo, como son el sexting y la hipersexualización de la infancia en general, que lo promueve y lo justifica", explica. El 42% de los adolescentes afirma haber recibido mensajes de contenido erótico o sexual a través de las redes sociales, según Unicef.
Finalmente, un quinto factor es que este tipo de imágenes mueven muchísimo dinero. "En los últimos años se han triplicado los ingresos de las páginas web en las que había este tipo de material; en algunas webs de pornografía adulta hay camuflados estos tipos de contenidos", advierte Montiel. Precisamente, en esta línea, desde los Estudios de Derecho y Ciencia Política de la UOC se ofrece el Curso de Protección de la Infancia en el que se tratan todas las formas de violencia que afectan a niños y niñas.
Los más afectados: entre los 11 y los 13 años y los 7 y los 10 años
El material de abuso sexual infantil en la red ha aumentado un 1.965 % desde 2013 pasando de 13.343 páginas a 275.652, según datos de IWF. Por lo que se refiere a las imágenes "autoproducidas", el 2022 fue el primer año que este tipo de imágenes superaron las "no autoproducidas", es decir, aquellas en las que hay físicamente un agresor o que han sido creadas o manipuladas con imágenes existentes, creando una imagen parcial o totalmente sintética utilizando IA u otras técnicas artificiales. Esta tendencia de imágenes autoproducidas se ha dado este 2023, creció un 14% respecto al año anterior (2022).
Entre las franjas de edad más afectadas están los menores de 11-13 años (el 96% son imágenes autoproducidas), seguidos de la franja de 7-10 años (92 %), entre quiénes ha aumentado drásticamente, un 65 %, desde 2022 (con 104.282 imágenes en 2023 versus 63.057 en 2022). "Se deberían adelantar las estrategias de prevención y retrasar la entrada o el inicio del uso de internet y, concretamente, de los smartphones. Es necesario ofrecer una educación sexoafectiva basada en la evidencia científica y con un enfoque de derechos desde la primera infancia", explica Montiel. Según Unicef, la edad media en España para el primer móvil son los 10,96 años.
Graves consecuencias y dificultad para olvidar
Que existan imágenes de este tipo en internet sobre un menor puede tener graves consecuencias. "Aumenta el riesgo de ser víctima de violencia digital, sufrir sextorsión o grooming en línea por parte de agresores sexuales que buscan menores para abusar sexualmente de ellos, o bien digitalmente a través de la cámara web, o bien quedando en persona y cometiendo agresiones sexuales", detalla Montiel.
Además, la sola existencia de estas imágenes afecta también a su vida en el mundo fuera de línea: "tienen mayor riesgo de sufrir acoso escolar por parte de sus compañeros", explica Montiel. Psicológicamente, "la existencia de estas imágenes puede generar estrés, ansiedad, miedo, vergüenza, aislamiento social, problemas con el sueño y la alimentación e incluso conductas autolesivas, y, en los casos más graves, pueden llegar al suicidio", explica la investigadora. Además, también conlleva convivir con esas imágenes perennes debido a la dificultad de eliminar su rastro. "Esto hace que los niños y niñas tengan que aprender de alguna manera a vivir con la idea de que esas imágenes pueden reaparecer en cualquier momento de sus vidas y que cualquier persona, sus padres, sus abuelos o incluso, cuando ellos sean mayores, sus propios hijos puedan verlas, y eso es muy difícil de gestionar", concluye.
La experta
Irene Montiel
Profesora de los Estudios de Derecho y Ciencia Política de la Universitat Oberta de Catalunya (UOC), del Grado de Criminología y del Máster de Ciberdelincuencia, además de investigadora del grupo VICRIM.