Lima en las elecciones
Por Desco
Las opciones para la segunda vuelta presidencial acaparan la atención. El nerviosismo que caracterizó el ajustado cierre de la primera ronda dejó nuevamente de lado la exposición de propuestas que todos reclamaban, pero que nunca tuvo lugar en medio del exacerbado circo electoral. Uno de los aspectos más penosos de esta campaña se ha dado a nivel de los postulantes al congreso. En esta breve nota comentaremos cuál ha sido el desempeño, en este contexto, de los postulantes a representar a Lima Metropolitana.
En las elecciones parecen existir dos Limas. Una, Lima-la-capital, que en el desarrollo centralista que ha caracterizado al país, sirve de pretexto para que quienes postulan al Congreso por esta jurisdicción, asuman que su representación es de carácter nacional, con lo que su discurso, aún cuando fuera muy atinado respecto a las necesidades de legislar para todos, termina muy lejano de la agenda de los propios limeños. Con la excepción de un conversatorio promovido por la propia Municipalidad de Lima y de acuerdos puntuales de algunos sectores de la sociedad limeña organizados por temas, pocas han sido las oportunidades de conocer la oferta que los aspirantes al parlamento tienen para los problemas de la ciudadanía de Lima (transporte, abastecimiento energético, vivienda, etc.) o para el desarrollo de los capitales locales (parques industriales, clúster productivo-comerciales, etc.).
En Lima-la-capital, los candidatos sueñan con ser senadores de La República: lucharán contra la corrupción, fiscalizarán al Ejecutivo, etc. Estos aspirantes se sienten más cerca del poder que sus pares de las otras regiones y ciertamente se mueven con menos controles que aquellos, que mal que bien, tendrán encima la presión de sus Presidentes Regionales y núcleos políticos regionales, además de incesantes conflictos sociales en los que deberán tomar posición.
La otra Lima de estas elecciones es la Lima-asentamiento-humano. Un inmenso y arenoso escenario en el que los candidatos, necesitados de un «baño de pueblo» o cebados en la gestión de los programas sociales, buscan recaudar votos mediante la oferta cara a cara, localizada y concreta. En la Lima-asentamiento-humano, los candidatos a congresistas sueñan con ser alcaldes, hablan en lengua de dirigente barrial y garantizan agua, títulos de propiedad y muros de contención. En esta Lima los partidos no se distinguen: no hay derecha, izquierda, autoritarismo o democracia, pues se trata de emprendimientos individuales de los candidatos, en largos procesos de acumulación de poder en sus aparatos partidarios o en sus carreras en la administración pública, casos en los que destacan claramente los aspirantes apristas que han estado vinculados a los programas de mejoramiento barrial que el Ministerio de Vivienda llevó a cabo en zonas deprimidas de la ciudad.
Aunque quienes hicieron la «nueva» constitución extirparon el artículo al respecto, la ciudadanía sigue pensando que la vivienda es un derecho. Pero la vivienda ni siquiera es parte del paquete electoral de quienes aspiran a representar a los limeños. Menos aún lo es la necesidad de trabajar una propuesta parlamentaria en la perspectiva de administrar la capital como una ciudad-región. Durante la gestión del alcalde Castañeda, las autoridades y líderes del Norte, Sur y Este de Lima trabajaron a contracorriente sus propuestas de asociarse para enfrentar, con más recursos y mayor horizonte, los problemas de carácter metropolitano, reconociendo la diversidad de nuestra urbe y la necesidad de gestionarla de un modo distinto. ¿Esta es una necesidad que también reconocen los próximos congresistas? ¿o a los limeños nos basta que nuestros «representantes» actúen como bailarines o, en el mejor de los casos, como incansables escuderos de sus candidatos presidenciales?
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