No satanizar a Ollanta
Por: Ernesto Velit Granda*

El pueblo lo quiso así. No siempre actuar en libertad garantiza tener la razón. Ahora, el panorama está más claro porque la alternativa es una sola.

Son dos candidatos, como dos platillos de una balanza, los que se someterán al tribunal de la opinión pública. De una opinión que seguirá siendo sometida al trauma de una campaña inmisericorde orientada a convencer dónde está la verdad. La de ellos, ciertamente.

 

Nuestro país necesita que el Estado sea reformado, que los grandes lineamientos sociales que orientan la vida de los peruanos sean perfilados, y que mejore la calidad de vida para todos, sin excepción.

Debemos recuperar a quienes se sienten como exiliados en su propio país, a los marginados por el sistema, a aquellos a quienes ya no llamamos los de abajo sino los de afuera, a esos millones de hombres y mujeres, niños principalmente, necesitamos incorporarlos con los mismos derechos y oportunidades que todos.

Desde hace décadas no son sino números abstractos de las estadísticas nacionales, para uso del gobierno de turno y abandonados a su suerte.

Querer despertar temor en la población, satanizando al candidato Humala es una burla a la conciencia de millones de votantes. Son contrabandos que no deben pasar y que agravian al sentido común de la gente.

La lista parlamentaria de Ollanta contiene nombres de intelectuales que merecen respeto y que nunca se prestarían a instrumentar decisiones políticas que desestabilicen el país, ni económica ni socialmente.

Si llega a consolidarse una alianza electoral, que ya se vocea, entre Humala y Toledo, además de alcanzar una mayoría parlamentaria que apoye las reformas, se tendría la presencia fiscalizadora, vigilante, de un político de innegable vocación democrática cuyas responsabilidades con el país no han concluido, hablamos del ex presidente Alejandro Toledo.

Estamos obligados a detener el regreso de experiencias superadas que enlutaron nuestra historia, y que no han sido explícitamente esclarecidas por los responsables.

El Perú necesita blindarse contra esas amenazas. Hay personalidades dispuestas a dejar oír su voz de alerta ante el peligro.

En vez de satanizar a Ollanta, incorporemos su proyecto al esquema democrático participativo con las enmiendas necesarias, alentemos su vocación concertadora y descentralista, que haga suyo lo logrado en beneficio del país.

Nadie puede ser ajeno a la exigencia de constituir un gobierno de concertación, tenemos ejemplos cercanos y exitosos que podemos repetir, los problemas y las soluciones se comparten, las voluntades no pueden fallar. El pueblo ha dado una lección que es imposible ignorarla.

Ollanta entiende que debe terminar con sus ambigüedades, que debe reestructurar los lados oscuros de su programa, que debe hacer de su discurso una declaración de fe. Así recibirá la confianza nacional y nos protegerá, con el pueblo al lado, de dictaduras que llenaron de plomo el alma del país.

La segunda vuelta es un reto histórico que convoca con aliento de futuro.

(*) Analista Político

Diario El Comercio