¡Mantengamos el sistema!
Por Herbert Mujica Rojas
Esto no sucede en la Inglaterra que Marx estudió, acontece ominosamente en San Juan de Lurigancho. Y las autoridades del ministerio de Trabajo constatan estas abominables violaciones de derechos laborales pero se consuelan con los discursos presidenciales y muestran su acuerdo bajo la cuestionable premisa de que “mantengamos el sistema”.
Se trabaja de de 8 am. a 5 pm. Las luces sólo se encienden a partir de las 4 pm., dicen que hay que “bajar costos”. Y no se hace cualquier cosa: se confeccionan prendas para la exportación y como es sabido los estándares de calidad en los países receptores son muy exigentes, por tanto los productos deben guardar estrictas reglas en su manufactura. Pero, dicen los dueños que hay que ahorrar energía eléctrica.
No hay música de ninguna especie para los 50 obreros cuya tarea reitera patrones de enorme devoción atenta. Todos están en silencio sepulcral, nadie habla con el del costado porque eso constituye “falta” y tiene “multa”.
Hay dos baños, uno para damas y otro para caballeros. Sólo se permite su uso ¡una sola vez al día! Y cada “cliente” debe portar su propio papel higiénico porque la empresa no lo pone.
¿Es éste el régimen laboral que hay que “mantener” para cautelar la productividad de las empresas exportadoras que obtienen divisas en abundancia porque manejan negocios altamente rentables en mercados competitivos?
No hay la más mínima duda de la calidad de los productos. El algodón peruano, las prendas de vestir según la estación climática, el diseño moderno, la fabricación, la especialización de los obreros y las obreras, garantizan que cualquiera de esos lotes que se exportan, brinden a cambio la acogida de mercados que pagan muy bien esta naturaleza de exportaciones. ¿Cuan legítimo es ganar dinero a raudales con la explotación más indigna del trabajador?
¡Ni hablemos de sindicato o gremio alguno: la empresa NO lo permite! “Quien no está contento, que se vaya dicen los caporales redivivos de costumbres bárbaras y que nos ponen al nivel más bajo de la degradación social.
¿Qué ha hecho el Estado a través de sus canales? Sólo observa, mira, no comenta y mucho menos actúa cuando las empresas, en nombre del sistema, eliminan a los revoltosos, multan a los trabajadores y abusan yugulando sueldos ¡por quítame estas pajas! Las más de las veces, las autoridades ministeriales son candidatas angurrientas a las coimas que con fruición dan los capataces o los mismísimos dueños, con almuerzo muy robusto y billetes contantes y sonantes.
¿Y qué se logra de ese modo? Divisas dirán algunos; progreso dirán otros. Me atrevería a enunciar que odio, resentimiento, amargura, desazón, cólera, distorsión de valores, subversión contra la revolucionaria dinámica de empresas y trabajadores capaz de una gran dinámica al alimón con ganancia para todos los que están involucrados en el sistema productivo.
¿Que no se puede? ¡Mentira mayúscula! Conozco personalmente una empresa que repartió no ha mucho entre sus trabajadores, utilidades y el espectáculo de madres yendo a agradecer jubilosas el suceso y que eso significó el segundo piso de sus casas, o el avituallamiento de planes educativos para los menores o el pan para mayo, constituye jalón e hito que demuestra que se puede ser eficiente, honrado, magníficamente pulcro sin tener que explotar inhumanamente, humillar a la fuerza laboral y sin prohijar odios que mañana serán peligrosos referentes en que todos saldrán heridos. Algunos de manera terminal. El dicho reza: siembra vientos y cosecha tempestades.
¿Es ése el modelo a que nuestros robóticos “líderes de opinión”, políticos profesionales y modélicos, economistas resobados y del sistema (léase alquilados al peso por no pocas malas empresas), quieren “mantener”? Si se preguntaran hacia dónde fue el voto de esos trabajadores empequeñecidos y escarnecidos, tendrían la respuesta de cómo es que gruesos sectores del país no tienen nada que conservar sino cambiar y a veces de manera disparatada y desbocada. Tanta miopía parece estupidez. Claro, los ricos siguen siendo más ricos y los pobres más pobres, tal como lo ha denunciado el estudio reciente del Banco Mundial.
El aludido trabajo de la entidad internacional representa un fuerte cargo para los gobiernos peruanos de los últimos 20 años: ¿cómo es que con tantos recursos la brecha no se acortó y en cambio se hizo más grande? ¿cómo es que 500 mil niños peruanos están condenados, desde el nacimiento, a ser pobres, bobamente pobres en un país que ha sido expoliado desde que llegó Francisco Pizarro y aún sigue habiendo filones ingentes e infinestimales de riqueza y recursos hasta hoy?
¿Mantengamos el sistema? Las dudas laceran cualquier razonamiento.
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