Frío en el alma

Por Nicanor Chambi Villavicencio

El Lunes pasado, a las 9 de la mañana en plena llovizna y nevada, llegué a la Escuela Coachico ubicada a casi 5,000 metros de altura. Al parecer yo era el primero en llegar, sin embargo, al rodear las aulas encontré que dentro de la casucha de paja y barro que sirve de cocina, estaban Wilber (8) y Roy (6) acurrucados en un rincón, al parecer, tratando de calentarse mutuamente. Cuando me vieron sonrieron y dijeron que estaban esperando que llegaran los profesores que por esos días inician sus clases a las 9:30 o 10 de la mañana.


Me percaté que estaban con las chompas (tejidas de lana de oveja) y el pelo escarchados, y cuando toque sus manos estaban heladísimas… les pregunté cuanto tuvieron que caminar para llegar a la escuela y me dijeron que 3 horas y media, y que la nevada los sorprendió en el camino, tuvieron que correr para entrar en calor y llegar rápido a la escuela.

Ví que calzaban ojotas (sandalias hechas de llantas de camión), donde se podían observar claramente sus pies cuarteados y sangrantes… ví también sus manos rajadas y con signos de sangre en los surcos que produjeron estos días de frio intenso.

Pregunté cómo eran sus noches y Wilber con una sonrisa de tristeza disimulada contesta: “no tenemos luz, y nuestra q`oncha (cocina de barro) esta dentro de la misma casa y nos calienta, pero hace mucho humo… al amanecer entra frio y nos llega como cuchillo, no respeta ni las frazadas ni las ropas… por eso siempre nos enfermamos y nuestros animales se mueren”. Se nota mucha tristeza y frio en su mirada inocente.

Compartí con ellos los panes que llevaba y contentos los devoraron ávidamente; Roy, el más pequeño introduce una mano en su alforja y saca un puñado de cebada tostada y las pone en mis manos con cierta timidez… se escucha el sonido de una moto y murmullos, es que ya llegaron los profesores y otros niños y niñas que como Wilber y Roy, sufren la frialdad del clima de esta temporada y -quizás- el olvido de muchos de nosotros…

Sigue lloviznando y nevando, se siente un frío intenso… los niños no tienen que formar ni cantar el himno nacional ya, solo buscar refugio en sus aulas… y quizás la calidez de nosotros también.