Perú: política y democracia

Por Alfredo Palacios Dongo

El pasado domingo 5 se llevó a cabo en nuestro país una de las elecciones presidenciales más estrechas y reñidas de los últimos años, sin embargo, la democracia involucra mucho más que una elección libre y transparente como la ocurrida; lamentablemente nuestra participación y cultura política es reducida y apática ya que se limita a intervenir solo durante los comicios electorales debido a la falta de espacios de participación ciudadana y de canalización de su voz, lo cual muchas veces motiva la violencia popular como solución de las reivindicaciones y justicia social.

Falta implementar espacios de participación ciudadana

 


En este contexto, la calidad de nuestra democracia es muy pobre y está profundamente afectada por la grave debilidad de las instituciones políticas, la extrema pobreza, desigualdad, informalidad, exclusión, brecha en educación y carencia de empleo digno. Según el último estudio sobre la “Cultura política de la democracia en el Perú” del programa Democracia y Gobierno de la Agencia de los EE UU para el Desarrollo Institucional (USAID), en nuestro país existe un profundo estado de desazón y descontento frente a la democracia y los principios asociados a ella; el apoyo a la democracia disminuyó entre el 2008 y el 2010 de 65.5 a 60.1 —escala de 0 a 100—, considerándose esta diferencia estadísticamente muy significativa y que nos coloca en la región en el último lugar en apoyo de la ciudadanía a la democracia.

Esta situación se explica por las grandes decepciones políticas de la población en los últimos gobiernos así como descontentos por la degradación de la calidad de vida cotidiana causada por la corrupción entre los funcionarios públicos —tercer lugar más alto en la región— y también por la inseguridad personal —primer lugar en la región en términos de victimización por delincuencia—. Pero además de este bajo nivel de apoyo a la democracia, también nuestra tolerancia política es escasa; esta combinación particular de actitudes representa un riesgo a la democracia en nuestro país.

Bajo este panorama, el próximo gobierno tendrá el gran reto de fortalecer nuestra débil democracia a través de acciones y políticas públicas que coadyuven a implementar espacios de participación ciudadana sobre la base de los principios de autonomía, equidad, participación y transparencia, y asimismo, a crear, con un rol social más dinámico y eficaz, las condiciones políticas y sociales que mejoren la calidad de vida de toda la población, lo cual incrementará los niveles de apoyo de la ciudadanía a la democracia contribuyendo a alcanzarse un desarrollo sustentable en nuestro país.

Esperemos que el presidente electo Ollanta Humala no voltee hacia el presidente venezolano Hugo Chávez, ya que podría cambiar nuestra imperfecta democracia por una asolapada dictadura.

Expreso, 11.06. 2011