Perú: reflexiones al pie de la esperanza
Por Gustavo Espinoza M. (*)
Enorme, y legítima alegría, ha producido en el Perú y América el triunfo electoral de Ollanta Humala, alcanzado tras dura contienda el pasado 5 de junio.
Casi medio millón de votos —al 100% de las actas escrutadas— confirmaron una victoria que obliga a determinadas reflexiones. Veamos.
Es la primera vez en la historia patria que un movimiento popular progresista y avanzado logra hacerse del gobierno a través de una contienda de esta naturaleza. Algunos podrían evocar dos experiencias que, en su momento, fueron calificadas como positivas: el triunfo del Frente Democrático, en 1945, con la figura de Bustamante y Rivero; y el acceso del APRA a la primera magistratura en confrontación abierta con la Izquierda Unida pero enarbolando la bandera de un “cambio responsable”, que traicionó aviesamente.
Ambas experiencias podrían tener cierta semejanza formal con la registrada hoy, pero fueron distintas en su contenido porque ninguna de ellas recusó el “modelo” vigente” y ninguna —tampoco— se orientó hacia la articulación del proceso peruano con el viraje continental que hoy se registra.
La victoria de Humala, a diferencia de lo vivido antes, no se resume en un éxito de orden personal. Ni siquiera, nacional. Tiene un significado más amplio y trasciende las fronteras del país. No es un capricho, ni una casualidad, entonces, que el primer acto trascendente del Presidente electo, haya sido visitar a los mandatarios de los países de la región, en una gira que comenzó ya en Brasil y que culminará más tarde en Venezuela.
Aunque la derecha más reaccionaria ha optado por callar cautamente ante este escenario, lo real es que está a punto de gritar que eso “es chavismo”, y que sólo •”confirma” la voluntad de Humala de “someternos” al dominio de Caracas. La estupidez, es libre de formular cualquier disparate.
Lo real es que en las condiciones de hoy, en cada país de América se vive —y se seguirá viviendo— un proceso de cambios radicales que no se produjo antes por la fuerza y la presión del Imperio, y por el dominio de una oligarquía poderosa, ahora en declive. En cada país se producen mutaciones profundas de un mismo signo: liberador, patriótico, democrático y antiimperialista. En homenaje a los clásicos del Marxismo podríamos decir que, finalmente, arribó a nuestras playas una verdadera revolución democrático-burguesa que, por las condiciones en las que se desarrolla es más avanzada y apunta al socialismo.
Cada gobierno es autónomo y cada proceso es propio. Ninguno es, ni podría serlo, calco ni copia del que se vive en el país de a lado. Lo que ocurre es que todos afrontamos problemas similares y vamos a encontrar ciertamente soluciones similares. Pero ellas, no serán ni copiadas ni calcadas porque se encararán de acuerdo a nuestra experiencia, fuerza y posibilidades.
Más allá de la prédica de los opresores, nuestros pueblos son hermanos. En la historia, en el escenario geográfico, en la riqueza y en la miseria, en la lucha independentista bicentenaria y en el anhelo de un futuro mejor, más humano y más justo; somos hermanos, separados por fronteras artificiales y por prejuicios astutamente creados. Incluso, tenemos el mismo enemigo: el Imperio. Nuestros antepasados mezclaron su sangre en Maipú y Chacabuco, en Carabobo y Pichincha, en Junín y Ayacucho escribiendo con dolor y heroísmo una victoria que hoy conmemora doscientos años. Así comenzó la batalla que continúa en nuestro tiempo.
Un segundo elemento significativo, es la naturaleza de esta victoria. Algunos, la han proclamado como suya. Y se sienten ya en el gobierno y el Poder. Mientras más pronto se despierten, mejor. La victoria de Humala le pertenece a él porque fue depositada en sus manos, pero no es tampoco —estrictamente hablando— una victoria suya. Es la suma de todos, el triunfo de la Unidad, y de la fuerza de un pueblo que fue capaz de vencer innumerables obstáculos y alzarse, luego de enfrentar durante décadas el horror y el oprobio. No le pertenece, entonces específicamente a ningún Partido y a ningún movimiento. Para administrar esta victoria y hacerla imperecedera, ese pueblo debe unirse aún más, y organizarse. Y ambas, son tareas pendientes. Pero, además, urgentes.
Objetivamente la Izquierda carece de experiencia de gobierno al nivel que ahora se le ha planteado. Pero debe aportar una voluntad de acción que se torna indispensable. Si algo requiere clamorosamente el Perú, es contar con un gobierno que reúna apenas dos requisitos: que sea eficiente y honrado. Si eso se logra en la gestión que se abre, entonces podremos realmente hablar del inicio de un verdadero proceso revolucionario en nuestra patria en la que la eficiencia y la honradez fueron marginados de la gestión pública desde el comienzo de la República.
Un tercer elemento a considerar es el escrupuloso respecto que debe merecernos la historia vivida. Bajo el argumento que el gobierno de Velasco fue “una dictadura” y que el de “Gana Perú” será una democracia, puede asomar una clamorosa injusticia. Si la experiencia de Velasco fue producto de una inicial insurgencia militar, eso bien puede atribuirse a las condiciones concretas del país en ese entonces, en las que no era posible promover un cambio por otra vía. Pero es claro que sin el mensaje de ese proceso, sin la conciencia nacional que despertó en los peruanos, y sin la expectativa de grandeza con la que alumbró nuestro camino; no hubiera sido posible hoy la victoria de Gana Perú. En otras palabras, para que Ollanta Humala pueda transitar su ruta democrática, fue necesario que antes, Velasco echara abajo, a puntapiés, la puerta del dominio oligárquico.
Gracias a la experiencia vivida en aquellos años fue posible apreciar la extraordinaria importancia de los cambios sociales, la necesidad de una reforma agraria profunda, el buen uso de nuestros recursos naturales, los requerimientos de un proceso de industrialización avanzado, la justicia como urgencia social, la trascendencia de una política internacional independiente y soberana. Todas ellas son bandera hoy en nuestra lucha, y lo seguirán siendo.
Pero la cuarta idea, y quizá no menos importante, es subrayar el hecho que esta batalla no ha concluido. Recién comienza, sólo que en nuevas condiciones.
Para avanzar necesitamos construir el Poder Popular. Es decir, la fuerza real del pueblo unido, consciente y organizado, que sea garantía de victoria.
El enemigo es muy poderoso, pero además es extremadamente cruel. Y está dispuesto a todo por bloquear el derrotero del pueblo. A través de García puede recurrir a un Golpe de Estado. Pero mediante Kuczynski puede llamar al bloqueo económico y al boicot financiero. Y directamente, a partir del Imperio, puede hacer uso del terrorismo y la violencia más desenfrenada para quebrar la estabilidad política del país y convocar a la sedición. La injerencia de la Agencia Central de Inteligencia de los Estados Unidos en el proceso electoral reciente, confirma esa posibilidad.
Pero la lucha, en la perspectiva, no se dará solamente “arriba” en las altas esferas del Poder, sino también “abajo” en el seno mismo de la sociedad peruana. Es muy importante que Humala haya logrado obtener una vigorosa victoria popular en más del 75% del territorio nacional, por porcentajes de votos abrumadores. Pero es grave que en la capital de la República haya perdido en todos los distritos, menos en uno. Y es grave también que más de 7 millones de peruanos —desinformados, mal educados, inconscientes, desprevenidos o corruptos— hayan optado por la candidata de la Mafia en esta circunstancia.
El hecho refleja, por un lado, el inmenso poder de confusión, aún intacto, montado por los “medios”, pero también el insuficiente trabajo de educación y concientización desarrollado por el movimiento popular, las fuerzas progresistas y las “vanguardias” políticas. Esta es una parte la lucha que tenemos que enfrentar para garantizar el objetivo estratégico del que nos hablara Mariátegui
Algunos dicen que nuestra tarea consistirá en apoyar al proceso que se inicia. Pero ese verbo, es insuficiente. Aquí se requiere otro, más efectivo y concreto: ayudar al cumplimiento de sus objetivos dejando de lado cualquier interés personal o de grupo. Estamos al pie de la esperanza (fin)
(*) Del Colectivo de Dirección de Nuestra Bandera / http://nuestrabandera.lamula.pe